WHIPLASH. 2014. 103´. Color.
Dirección: Damien Chazelle; Guión: Damien Chazelle; Director de fotografía: Sharone Meir; Montaje: Tom Cross; Diseño de producción: Melanie Paizis-Jones; Música: Justin Hurwitz; Dirección artística: Hunter Brown; Producción: Jason Blum, David Lancaster, Helen Estabrook y Michel Litvak,para Bold Films-Blumhouse- Right of Way Films (EE.UU).
Intérpretes: Miles Teller (Andrew Neiman); J.K. Simmons (Terence Fletcher); Paul Reiser (Jim Neiman); Melissa Benoist (Nicole); Austin Stowell (Ryan); Nate Lang (Tanner); Chris Mulkey (Tío Frank); Damon Gupton (Mr. Kramer); Suanne Spoke, Max Kasch, Charlie Ian, Jayson Blair, Kofi Siriboe, C.J. Vana, Tian Wang.
Sinopsis: Andrew es un joven que sueña con ser el mejor batería de jazz, y para ello se ha matriculado en la escuela Shaffer, una de las más prestigiosas del mundo. El curso estrella lo dirige Terence Fletcher, temido por los alumnos por sus despóticos métodos didácticos.
El director treintañero Damien Chazelle dio el salto a la fama a escala mundial con Whiplash, film sobre la relación sadomasoquista que se establece entre un joven músico y su mentor. Cuestiones de índole financiera hicieron que, en principio, Chazelle rodara esta historia en formato de cortometraje. Los elogios obtenidos ayudaron a que, pocos meses después, el director lograra estrenar la película de la manera en que la concibió, como un largometraje. Whiplash suscitó el entusiasmo de la crítica, ganó numerosos premios y recibió una respuesta del público mucho más multitudinaria que la habitual en películas cuya temática versa un estilo musical de minorías como el jazz.
Whiplash es una película magnífica, un espléndido tour de force hipnótico para el espectador, que asiste sin pestañear al duelo entre un joven dotado de ambición y talento y un veterano profesor que parece sacado de una academia de los Marines más que de una escuela de música. A esto hay que añadir que Whiplash es más que una película sobre jazz; de hecho, los peros que pueden ponérsele son mucho más jazzísticos que cinematográficos: sin querer ahondar demasiado, cosa que haría con más propiedad un músico profesional, me permito discutir alguna de las premisas básicas de la película en este terreno: por ejemplo, se obvia la importancia que, en la formación de las futuras estrellas del jazz, tienen las jam-sessions y las asociaciones entre músicos que suelen surgir de ellas; por otro lado, atribuir la genialidad de Charlie Parker al famoso lanzamiento de platillo de Jo Jones es tan simplista como achacarla, algo que en su momento hicieron docenas de músicos con resultados en su mayoría desastrosos para ellos mismos, a su drogadicción. Prefiero pensar que Bird fue un genio a pesar de ambas circunstancias, no gracias a ellas. Y, aunque la obsesión por mejorar técnicamente (no sólo por tocar más rápido: viendo algunas escenas no queda claro si Andrew se prepara para tocar como Buddy Rich o para ser el próximo batería de Slayer) y la competición entre músicos forma parte de la propia naturaleza del jazz (sobre esto hay que recordar una frase del maestro Paco de Lucía: «en mi tierra, a practicar con la guitarra durante décadas, un mínimo de diez horas diarias, le llaman duende»), se deja de lado la vertiente lúdica de esta música, que quienes la disfrutamos como aficionados conocemos muy bien.
Y sin embargo… en lo puramente cinematográfico Whiplash es una de las mejores películas de los últimos años. La relación, que como dije al principio es de naturaleza sadomasoquista, entre Andrew y Fletcher, además de dejarnos con los ojos fijos en la pantalla durante toda la proyección, nos pone ante una de las grandes cuestiones de nuestro tiempo, la educación. Para ser el mejor en algo se necesita, además de talento, un trabajo brutal y un sinfín de sacrificios: en esta sociedad tan dada a rendir culto al éxito, con independencia de cómo se consiga, muchas veces me resulta llamativo ver cómo tantos se escandalizan al saber que muchos de esos éxitos se deben a prácticas ilegales o, como sucede en la película, se deben en buena parte a la tiranía más absoluta. Los mejores, por definición, no pueden ser normales, ni vivir o comportarse como si lo fueran; sus mentores, con frecuencia, son frustrados números uno con evidente inclinación al sadismo. La excelencia y lo convencional se llevan a matar, el ser humano es por definición perezoso, y de ahí que resulte extraño que lo mejor, en especial en sociedades hipercompetitivas, surja sin que en el camino haya sangre, sudor y lágrimas. Chazelle explica esto de modo admirable, poniendo muchas veces la cámara tan cerca de los rostros de víctimas y verdugos que la cercanía del sufrimiento llega a contagiarse al público. La música, excelente, es uno de los personajes principales de la película, y creo que deja claros los motivos por los que el jazz apasiona a sus aficionados del modo en que lo hace. Whiplash juega con decisión la carta del exceso, y sale airosa del envite porque todo cuadra, porque guión, imágenes y banda sonora forman un engranaje de exquisita precisión, porque no aburre jamás y porque la técnica, que desde luego la hay, complementa, no sustituye.
El duelo actoral es de primer nivel. No conocía a Miles Teller, pero su interpretación de un joven dispuesto a sacrificarlo todo por lograr el sueño de su vida es encomiable. Al veterano J.K. Simmons sí le habíamos visto (y oído: posee una voz fantástica) en muchas películas y series de televisión, pero jamás había conseguido brillar de la manera en la que lo hace en el que es, sin duda, el papel de su vida, y uno de los mejores que se han visto en el cine de esta década. El resto del plantel de actores ocupa un discreto segundo plano, aunque destaco a Paul Reiser en el papel de padre comprensivo, pero fracasado, que ama a su hijo y es su único apoyo, pero a la vez representa todo aquello en lo que el joven Andrew no desea convertirse. Por último, los jóvenes músicos que intervienen están a la altura que un film de estas características exige.
Gran película, del todo recomendable tanto para aficionados al jazz como para espectadores a los que este estilo musical no les dice gran cosa. Damien Chazelle es, sin duda, un serio candidato a ser un futuro cineasta de referencia.