YOUTH. 2015. 125´. Color.
Dirección: Paolo Sorrentino; Guión: Paolo Sorrentino; Dirección de fotografía: Luca Bigazzi; Montaje: Cristiano Travaglioli; Música: David Lang; Diseño de producción: Ludovica Ferrario; Dirección artística: Daniel Newton y Marion Schramm; Producción: Francesca Cima, Nicola Giuliano y Carlotta Calori, para Indigo Film-Medusa Film-Barbary Film-Pathé-France 2 Cinéma-Number 9 Films-C Films AG (Italia-Francia-Reino Unido).
Intérpretes: Michael Caine (Fred Ballinger); Harvey Keitel (Mick Boyle); Rachel Weisz (Lena Ballinger); Paul Dano (Jimmy Tree); Alex Macqueen (Emisario de la Reina); Luna Mijovic (Masajista); Jane Fonda (Brenda Morel); Madalina Ghenea (Miss Universo); Tom Lipinski (Guionista enamorado); Alex Beckett (Guionista barbudo); Ed Stoppard (Julian); Robert Seethaler (Luca Moroder); Chloe Pirrie (Chica guionista); Mark Gessner (Guionista tímido); Nate Dern (Guionista gracioso); Diego Armando Maradona, Dorji Wangchuk, Heidi Maria Glössner, Helmut Förnbacher, Emilia Jones, Paloma Faith, Sonia Gessner, Sumi Jo.
Sinopsis: Fred es un prestigioso músico retirado que pasa sus vacaciones en un exclusivo balneario suizo. Le acompañan su hija y asistente, Lena, y Mick Boyle, un viejo amigo que está preparando el guión del que será su testamento cinematográfico.
El director italiano Paolo Sorrentino consiguió un enorme prestigio internacional con La gran belleza. Después de eso, el paso más lógico era rodar un film en inglés, con un reparto estelar y vocación trascendente. Bajo estas premisas vio la luz La juventud, película que no obtuvo el consenso crítico de su predecesora pero que, en mi opinión, no es inferior a ella en ningún aspecto.
Tras tomar La dolce vita como referente de su film anterior y no morir en el intento, Sorrentino decidió que la Historia no la escriben los cobardes y, de una manera quizá menos obvia pero muy apreciable, tomó varios elementos de Ocho y medio para dar lustre a esta comedia dramática en la que vuelve a demostrar que no estamos ante un cineasta de miras modestas. Sorrentino se sabe artista, y ofrece una película que es toda una delicia en lo estético: su barroquismo puede no gustar a todo el mundo, pero constituye una opción poética que encuentro muy de agradecer en los tiempos que corren. En lo narrativo, no pocos piensan que La juventud, un film que se construye sobre dualidades (la principal, la que opone esa virtud que le da título -y que el tiempo se encarga de arruinar- con la vejez), peca de pretenciosidad; olvidan que eso no significa querer abarcar mucho, sino no estar a la altura de las ambiciones. Quienes busquen esteticismo vacuo, que miren hacia otra parte: La juventud es mucho más que una sucesión de bellas imágenes: el retrato del ambiente, distinguido a la vez que grotesco, del balneario para ricos, la mirada entre tierna e irónica del director, el modo en que se muestra cómo el ser humano es una máquina de fabricar estereotipos que empieza por uno mismo, merecen mucha más admiración que displicencia. Que en las dos horas de metraje hay altibajos, no voy a negarlo. Que el nivel medio es alto, y que hay momentos verdaderamente sublimes, de puro gran cine, me parece innegable.
La historia se articula a partir de la peculiar amistad que une a Fred, un compositor de talla mundial que optó por la retirada, y Mick, un cineasta que aspira a volcar toda su esencia como artista en su última película. Para ello, se ha traído al balneario a un equipo de jóvenes guionistas que tratan de darle al libreto un final a la altura de las expectativas. Los hijos de Fred y Mick son pareja, pero ésta se rompe cuando Lena, hija y asistente del músico, descubre que Julian, el hijo de Mick Boyle, ha decidido abandonarla por una estrella del pop. Las confesiones sobre el pasado, los achaques propios de la edad y la observación de los pintorescos personajes que pululan por el balneario componen el día a día de los dos viejos amigos y, a la vez, el paisaje del que se nutre la película. Aunque Sorrentino viene a ser lo contrario de un director invisible, la belleza de sus imágenes, la gracilidad de sus movimientos de cámara (matrícula de honor para Luca Bigazzi, que lo borda, y también para la banda sonora compuesta por David Lang) y la sensación de que todo en la película se mueve con la armonía de una orquesta muy bien compenetrada, están muy por encima de los excesos de un director que, por encima de todo, posee el don de la inteligencia.
Sorrentino confesó haber escrito el personaje de Fred Ballinger con la idea de que fuese Michael Caine quien lo interpretara. Una vez más, el actor británico roza la perfección y deja claro que su talento como intérprete es infinitamente superior al valor de sus opiniones políticas. A su lado, Harvey Keitel ofrece su mejor actuación en años, en un papel para el que Sorrentino dice haberse inspirado en cineastas como Sidney Lumet y William Friedkin. La bella Rachel Weisz no desaprovecha la ocasión de llenar de razones a quienes creemos que es una gran actriz, y no puedo menos que destacar a Paul Dano, que se luce a conciencia en el papel de un joven actor de Hollywood, frustrado porque debe su fama a un personaje de ciencia-ficción pero alejado de los tópicos al uso (genial su diálogo con Fred sobre Novalis, y también el zasca que le suelta Miss Universo cuando emplea con ella el mismo complejo de superioridad que él afea al músico). De impacto es la breve intervención de Jane Fonda, como también lo es, en otro sentido, la aparición de Diego Maradona interpretándose a sí mismo.
La juventud es una película muy bella, no sólo en lo formal, que merece todo mi reconocimiento. Paolo Sorrentino vuelve a ganar arriesgando, lo que me parece digno de aplauso.