PLAY IT AGAIN, SAM. 1972. 85´. Color.
Dirección: Herbert Ross; Guión: Woody Allen, basado en su obra de teatro Play it again, Sam; Dirección de fotografía: Owen Roizman; Montaje: Marion Rothman; Diseño de producción: Ed Wittstein; Música: Billy Goldenberg; Producción: Arthur P. Jacobs y Charles H. Joffe, para Jack Rollins and Charles H. Joffe Productions – Paramount Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Woody Allen (Allan Felix); Diane Keaton (Linda); Tony Roberts (Dick); Jerry Lacy (Humphrey Bogart); Susan Anspach (Nancy); Jennifer Salt (Sharon); Joy Bang (Julie); Viva (Jennifer); Susanne Zenor, Diana Dávila, Mari Fletcher, Michael Greene, Ted Markland.
Sinopsis: Allan es un crítico de cine que está deprimido porque su esposa le ha abandonado. Su mejor amigo, Dick, y la neurótica esposa de éste, Linda, le dicen que debe salir de su encierro y conocer a otras mujeres que le hagan olvidar su fracaso matrimonial.
Convertido en un cómico de creciente prestigio, Woody Allen triunfó en Broadway con Play it again, Sam, comedia en la que ofrece su primer estudio detallado de las relaciones de pareja, una de las constantes de su trayectoria. La adaptación cinematográfica. que contó con el mismo trío protagonista que la obra de teatro, no fue dirigida por Allen, sino por Herbert Ross, director más establecido en la industria gracias al éxito de su ópera prima, Adiós Mr. Chips. Sueños de un seductor no deja de ser Allen en estado puro (aunque la acción se sitúe en San Francisco, y no en Nueva York), y por ello se la considera una de sus mejores comedias, pese a no estar dirigida por él.
Sueños de un seductor es uno de los guiones en los que Allen consiguió mezclar diversión y reflexión con mayor acierto. Funciona como comedia, con gags visuales descacharrantes y frases memorables, pero a la vez aborda con inteligencia cuestiones como la mitomanía o los curiosos rituales de apareamiento entre humanos urbanitas y neuróticos. El protagonista, Allan Felix, es una de las versiones de sí mismo más conseguidas que ha escrito Woody Allen. Cinéfilo, hipocondríaco, con la autoestima por los suelos por culpa de su fracaso matrimonial, Allan encuentra el apoyo que necesita en las charlas que sostiene con un imaginario Humphrey Bogart (el inicio de la película, en el que puede verse a Allan contemplar embelesado las escenas finales de Casablanca, plasma el valor que tiene el cine para aquellos que ven la vida real tal como es) y en la pareja que forman su mejor amigo, Dick, un hombre de negocios adicto al trabajo, y Linda, una mujer que comparte miedos, dudas e inseguridades con Allan. Mientras éste tiene varias citas con mujeres que fracasan una tras otra de manera estrepitosa, surge el amor entre el protagonista y la esposa de su mejor amigo, lo que provoca un dilema que Allan resolverá como lo hubiera hecho Bogart, su héroe de la pantalla.
Entre tanto Allen, cuesta encontrar a Herbert Ross, director de un puñado de películas notables (y de otras merecedoras del olvido), que aquí se limita a filmar con estilo pero se ve arrollado por la personalidad de su guionista y actor principal. Más allá de la cuestión de la autoría, lo cierto es que Sueños de un seductor es un film muy divertido, con gags de carcajada pura y muchas reminiscencias del cine mudo (los del secador de pelo, el protagonista bebiendo bourbon y el lanzamiento del disco de Oscar Peterson me parecen fantásticos) y diálogos marca de la casa, en los que se comprueba la influencia que los films de los hermanos Marx tienen en las comedias de Woody Allen. La película, no obstante, no se queda ahí: por primera vez, el neoyorquino formula una tesis… que no le compro en absoluto. Decir que la mejor forma de resultar atractivo es ser uno mismo choca frontalmente con la realidad, que de manera terca demuestra día tras día que, para seducir, el común de los mortales necesita mostrar sólo lo mejor de sí mismo, o directamente aparentar lo que no es. Como en otras muchas facetas de la vida, en la seducción la honestidad cierra más puertas (y aquí podría haber utilizado otra palabra, útil para construir una rima asonante con la empleada) de las que abre. No obstante, la película es redonda, incluso al defender con coherencia una tesis errónea, y con lo que el espectador se ha divertido por el camino, esto no deja de ser un detalle secundario. Una vez más, el cine es mejor que la realidad. ¿Y qué? Es parte de su encanto…
En lo interpretativo, tenemos al Allen histriónico de su primera época en su máximo apogeo, a una brillante Diane Keaton, cuya química con Woody no ha igualado nadie, y a un correcto Tony Roberts que, sin ser un actor divertido, lidia con buenas maneras con el papel más ingrato del trío protagonista. Quien está maravilloso es Jerry Lacy, cuya dicción, voz y gestualidad le convierten en un perfecto Humphrey Bogart. Las actrices secundarias, que interpretan a los diversos tipos de mujeres que ilustran los fracasos sentimentales del protagonista, se limitan a cumplir, con buena nota en el caso de Susan Anspach.
Sueños de un seductor es una muestra primeriza del enorme talento de Woody Allen. Cada vez que la veo me hace reír, que es lo primero que ha de pedírsele a una comedia. Además, nos dice algo muy útil: puestos a adoptar modelos de comportamiento, el Bogart del cine es uno de los buenos.