THE TREE OF LIFE. 2011. 133´. Color.
Dirección : Terrence Malick; Guión: Terrence Malick; Dirección de fotografía: Emmanuel Lubezki; Montaje: Billy Weber, Mark Yoshikawa, Hank Corwin, Daniel Rezende y Jay Rabinowitz; Dirección artística: David Crank; Música: Alexandre Desplat; Diseño de producción: Jack Fisk; Vestuario: Jacqueline West; Producción: Sarah Green, Dede Gardner, Brad Pitt, Grant Hill, Gregory Eliason, Nigel Ashcroft y Bill Pohlad, para River Road Entertainment- Brace Cove Productions-Plan B Entertainment- Cottonwood Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Brad Pitt (Mr. O´Brien); Sean Penn (Jack); Jessica Chastain (Mrs. O´Brien); Hunter McCracken (Joven Jack); Laramie Eppler (R.L.); Tye Sheridan (Steve); Fiona Shaw (Abuela); Jessica Fuselier,Nicolas Gonda, Will Wallace, Kelly Koonce, Bryce Boudoin, Jimmy Donaldson, Kameron Vaughn, Brayden Whisenhunt, Joanna Going, Michael Dixon, Kim Whalen .
Sinopsis: Jack, un maduro ejecutivo, reflexiona sobre su infancia, marcada por la figura de su autoritario padre y de su dulce y cariñosa madre.
Después del largo paréntesis habitual, Terrence Malick regresó a la dirección cinematográfica con El árbol de la vida, majestuosa película que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes pero que, en general, no fue del agrado del público mayoritario.
Hay películas que nacen con la vocación de ir más allá, de ser algo más que un mero producto de entretenimiento y consumo, y merecer el calificativo de obra de arte. Sin duda, El árbol de la vida es una de ellas. Malick plantea un film de estructura circular que, a partir de lo individual, busca respuestas a las preguntas universales, esas preguntas que todavía siguen sin concretarse o a las que, en todo caso, se adivina un desenlace nada complaciente. El visionado de este film es toda una experiencia: El árbol de la vida es la obra de un poeta, de un artista, apoyado en otros de la talla de Emmanuel Lubezki, para mí uno de los mejores directores de fotografía de la historia del cine. En concreto, las escenas que hablan del surgimiento de la vida que conocemos poseen una belleza y una profundidad que, desde el Kubrick de 2001, el cine nos ha ofrecido a cuentagotas.
En esencia, El árbol de la vida es la reflexión de un hombre que, en la madurez, descubre que su existencia se explica desde la pérdida: de la idea de la vida como milagro, de la felicidad y la pureza de la infancia, de los seres queridos, del hogar… el director nos habla de la necesidad del amor y de la reconciliación como únicas formas de ser felices en la Tierra, en un mensaje panteísta y un punto naif que no le compro, pero que no resta un ápice de belleza y profundidad a su propuesta. No sé si alguna vez el ser humano como especie conoció la gracia y fue capaz de vivir en armonía con sus semejantes y con su entorno. Sinceramente, lo dudo muchísimo. Lo que sí sé, porque así lo he experimentado, es que ese hombre que, desde la frialdad de un rascacielos, medita sobre su ser en el mundo, somos todos los hombres que alguna vez hemos mirado al vacío buscando respuestas y hemos acabado preguntándonos si no será ese vacío la respuesta. Se alude, ya desde el inicio de la película, al Libro de Job, en cuyas palabras hay mucha sabiduría, pero ningún consuelo: creer que los virtuosos y los justos no conocerán el dolor y el sufrimiento es, simplemente, un absurdo, un ejercicio de voluntarismo que no aguanta un mínimo contacto con la realidad. Como es lógico, eso nos lleva a buscar el sentido de todo (es el dolor lo que nos hace pensar: el placer, es, por naturaleza, gozosa y envidiablemente estúpido); de hecho, la historia de la filosofía (y de su hija bastarda, la religión) puede resumirse en la lucha por encontrarle un sentido a algo que, quizá, no lo tenga. Pero tráiganme artistas que me planteen estas cuestiones, que sepan mezclar música, imagen y palabras (casi siempre frases, muy pocas veces en forma de diálogos) de un modo excelso, que acierten al reflejar que nada nos marca tanto como nuestra infancia, que sean valientes y traten a los espectadores como a adultos, que quieran ir mucho más allá de la superficie. Opino que Malick abusa del travelling, en especial al principio, pero su manera de crear belleza casi nadie la iguala en el cine actual.
Diría que, en esta clase de películas, el trabajo de los actores es menos relevante de lo habitual, pero, por si acaso, Malick recurre a primeras figuras: Brad Pitt saca buena nota en el papel de padre autoritario que busca endurecer a sus hijos con la idea de que estén preparados para lo que les vendrá; Jessica Chastain, a su gran nivel característico en un rol que puede calificarse de virginal, y Sean Penn, que tiene el papel más difícil de todos, por su brevedad y su carácter esencialmente no verbal, parece en ocasiones confuso, lo que le viene bien a su personaje. El joven Hunter McCracken, que no ha vuelto a aparecer en ninguna película, apunta maneras.
El árbol de la vida es una de esas películas que dicen mucho de quienes no las aprecian. En esta época de remakes, secuelas, superhéroes y banalidades, Malick no puede nadar más a contracorriente. Me quito el sombrero ante él: por lo que se atrevió a pretender, y por lo que consiguió.