Sin duda, la noticia política más destacada de la semana tuvo lugar en ese enclave decadente al que aún llamamos Reino Unido. El resultado electoral (o, mejor dicho, la pérdida de la mayoría parlamentaria del Partido Conservador) no puede explicarse sin aludir a la torpeza, el desorden mental y el engreimiento de una Theresa May cuyo liderazgo debería ser historia en cuestión de días. En concreto, los que faltan para empezar a paliar los efectos de esa cagada histórica llamada Brexit. May, que quiere ser una copia de Margaret Thatcher y a lo más que llega es a ofrecer una versión iracunda y confusa de la televisiva señora Roper, ha conseguido empeorar al nefasto David Cameron, lo que no está al alcance de cualquiera. Alguien así jamás debería negociar con Europa ni tener la responsabilidad de tomar decisiones clave en la lucha antiterrorista. El tirón electoral de Partido Conservador es tan grande que podría ganar las elecciones presentando un chimpancé como cabeza de lista. Es difícil que el simio sea capaz de hacerlo peor que Theresa May, y daría el pego en las sesiones fotográficas junto a Donald Trump.