THE FUGITIVE. 1947. 104´. B/N.
Dirección: John Ford; Guión: Dudley Nichols, basado en la novela The power and the glory, de Graham Greene; Director de fotografía: Gabriel Figueroa; Montaje: Jack Murray; Música: Richard Hageman; Dirección artística: Alfred Ybarra; Producción: John Ford y Merian C. Cooper, para Argosy Pictures-RKO Radio Pictures (EE. UU.).
Intérpretes: Henry Fonda (El fugitivo); Dolores del Río (Mujer india); Pedro Armendáriz (Teniente de policía); J. Carrol Naish (Confidente); Leo Carrillo (Jefe de policía); Ward Bond (El Gringo); Robert Armstrong (Sargento de policía); John Qualen (Doctor); Fortunio Bonanova (Primo del gobernador); Cris-Pin Martin, Miguel Inclán, Fernando Fernández, Rodolfo Acosta, Mel Ferrer.
Sinopsis: Un sacerdote huye de la policía, pues se halla en un país latinoamericano en el que la religión está perseguida y los clérigos son fusilados si caen prisioneros.
Al poco de estrenarse uno de sus westerns más memorables, Pasión de los fuertes, John Ford cambió de registro con El fugitivo, obra que puede considerarse su película mexicana. Se trata de un proyecto personal, que el director desarrolló a través de su propia productora, en el que adapta El poder y la gloria, una de las novelas más conocidas de Graham Greene. El fugitivo fue recibida sin demasiado entusiasmo, siendo un film calificado de forma casi unánime como un Ford menor.
Por lo que a mí respecta, esta película me parece modélica en lo técnico y abominable en lo argumental. Ford, sin duda un cineasta mayúsculo, pone su incuestionable maestría al servicio de una historia de estampita, sobre las peripecias (que guardan no pocas similitudes con la presunta vida de Jesús de Nazaret) de un sacerdote católico que huye de los revolucionarios en un ficticio país latinoamericano, y esto deriva en una indigesta apología de la religión católica y de quienes ejercen su sacerdocio. La buena nueva de la película es que ni las persecuciones, ni las prohibiciones pueden acabar con el cristianismo, ni aún menos con la fe. Esto, siendo cierto, es a la vez lamentable, y este enfoque lo único que consigue es que la película envejezca mal, porque nada hay más viejo que asociar la pureza y la perfección con quienes hacen de la negación de la vida y de la creencia en entidades sobrenaturales inexistentes su modo de vida.
Como obra artística, El fugitivo es excelente. Ford recupera el espíritu y la estética de sus mejores obras del cine mudo, con violentos claroscuros y profusión de primeros planos que buscan la expresividad de los rostros de sus personajes. Su sobria manera de filmar se impone: la escena en la que los policías a caballo interrumpen de forma violenta la romería en el pueblo es un ejemplo de cómo puede filmarse una vibrante secuencia de acción sin mover la cámara. La pintura barroca y el expresionismo alemán son los modelos de una estética de las más preciosistas de toda la carrera de Ford en el cine sonoro, ayudada por la enorme capacidad para el tenebrismo de Gabriel Figueroa. La música, siempre presente, oscila entre los pasajes de éxtasis celestial propios del cine religioso y las alusiones a piezas típicas del folklore mexicano y del resto de Latinomérica. En conjunto, visualmente estamos ante una muy lograda obra de un director dotado como pocos para eso, tan sencillo en apariencia, de unir planos.
Decía John Ford que “el cine es Henry Fonda andando”. La prodigiosa naturalidad de este actor, aquí envuelto en un aura divina, el ver cómo maneja sus dotes expresivas desde la contención y su credibilidad más allá de métodos confirman que estamos ante uno de los grandes clásicos del cine norteamericano. Dolores del Río, cuyo personaje es una recreación de María Magdalena, me resulta impostadamente angelical, y sólo la encuentro auténtica cuando baila descalza sobre la barra de la cantina. Pelín sobreactuado también Pedro Armendáriz en el papel del policía que persigue sin descanso a todo clérigo viviente. J. Carrol Naish sabe imprimirle a su personaje (Judas) la repugnancia necesaria, y Ward Bond ofrece su eficacia característica al servicio de un personaje cuya presencia no acabo de entender.
En resumen, un film que merece una nota media, por el contraste entre la excelencia de sus aspectos técnicos y puesta en escena, y lo trasnochado y falso de su argumento. Un Ford mayor en lo visual, y muy menor en cuanto a la historia que se cuenta.