DE ROUILLE ET DÓS. 2012. 119´. Color.
Dirección: Jacques Audiard; Guión: Thomas Bidegain y Jacques Audiard, basado en la novela de Craig Davidson; Dirección de fotografía: Stéphane Fontaine; Montaje: Juliette Welfling; Música: Alexandre Desplat; Diseño de producción: Michel Barthélémy; Dirección artística: Yann Megard; Producción: Jacques Audiard, Pascal Caucheteux, Martine Cassinelli, Alix Raynaud, Annemie Degryse, Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne, para Why Not Prductions- Page 114-Lumière- France 2 Cinéma-Lunanime-Les Films du Fleuve (Bélgica-Francia).
Intérpretes: Marion Cotillard (Stéphanie); Matthias Schoenaerts (Alain Van Versch); Armand Verdure (Sam); Céline Sallette (Louise); Corinne Masiero (Anna); Bouli Lanners (Martial); Jean-Michel Correia (Richard); Yannick Choirat (Simon); Mourad Frarema, Fred Menut, Duncan Versteegh, Françoise Michaud.
Sinopsis: Alain deja Bélgica, junto a su hijo de cinco años, para buscar cobijo en casa de su hermana, que vive en Antibes. Allí consigue trabajo como portero de discoteca y conoce a Stéphanie, una domadora de orcas que volverá a reencontrarse con él después de padecer un terrible accidente.
El director francés Jacques Audiard consiguió un creciente prestigio crítico en la primera década de este siglo, que se incrementó al estrenar la violenta Un profeta. Para su siguiente película, Audiard decidió cambiar de registro y llevar a la pantalla la adaptación de Rust and bone, un drama intimista que afianzó el reconocimiento internacional del director y ganó premios en diversos festivales.
El film narra la peculiar historia de amor entre Alain, un desempleado que abandona Bélgica para refugiarse en casa de su hermana, en Antibes, junto a su hijo de cinco años, y Stéphanie, una bella domadora de orcas a la que una tragedia cambia la vida por completo. Se trata de dos individuos emocionalmente incapaces, cada cual a su manera: él es un espécimen primario, con más músculo que cerebro, al que sólo le interesan las relaciones sexuales sin ataduras y que apenas siente apego hacia su hijo; ella es una mujer acostumbrada a que los hombres la deseen, a la que su desgracia, que provoca un acusado descenso de su cotización en el mercado del sexo, descoloca al máximo. Ambos se conocen por una pelea en la discoteca en la que él ha encontrado trabajo como portero, sin que su encuentro parezca tener la menor relevancia, y retoman su relación cuando Stéphanie regresa a casa después de su estancia en el hospital.
Se ha dicho que De óxido y hueso es una historia de amor sin romance, quizá porque éste no sigue los estándares marcados por el cine hecho en Hollywood. Lo que Audiard trata de mostrar es la evolución de unos personajes a quienes las circunstancias y la influencia mutua sacan de una parálisis emocional cultivada a conciencia durante años. Quizá resulte poco verosímil que una mujer, sobre quien ha recaído una gran desgracia y cuyo novio ha desaparecido del mapa, se acuerde precisamente del portero de discoteca que la llevó a casa después de una pelea acaecida meses atrás, pero la mecánica erótica de la gente sin cultura es algo que me cuesta entender. Aceptada la premisa, todo transcurre por unos derroteros que se antojan deliberadamente antirrománticos, aunque el final convierte al film en algo menos transgresor de lo que se dice y se pretende. En cuanto a la puesta en escena, hay dos aspectos que me disgustan: el montaje fragmentado, que creo que genera más dispersión que atención, y el abuso de los primeros planos, que hace que muchas veces la cámara sea un testigo intrusivo de lo que vemos en pantalla. Todo ello al margen de que Alexandre Desplat ha estado casi siempre más brillante que en esta película. Tics modernos (chocantes en un director amante de lo árido) al margen, el esqueleto narrativo resulta convincente, sin entusiasmos. Sin duda, la parte que prefiero de la película es aquella en la que Alain, que no es que tenga mal fondo pero es bastante zote, descubre que esas cosas que él hace porque sí afectan negativamente a los demás, por ejemplo cuando su hermana, que le acogió y cuida de su hijo, pierde el empleo por un espionaje ilegal en el que él colabora. El personaje de Stéphanie se me queda borroso más de una vez, y creo que su proceso de redención está peor definido que el del protagonista masculino. La ventaja, eso sí, es que lo interpreta una de las grandes actrices del cine actual, Marion Cotillard, cuya actuación es, una vez más, excelente, e incluso consigue sobreponerse a las limitaciones de su personaje que acabo de exponer. Por su parte, Matthias Schoenaerts podría haber sido sustituido durante gran parte del metraje por Jean-Claude Van Damme y ningún crítico podría poner ningún pero. De hecho, es una pena que el papel no le fuera ofrecido al protagonista de Contacto sangriento. Entre los secundarios, mi favorita es Corinne Masiero, en parte porque el personaje de Céline Sallette está definido de manera más superficial, defecto que también percibo en los roles secundarios masculinos.
Buena, sin más. No creo que Jacques Audiard pase a la historia del cine por esta película, en la que lo mejor es, sin duda, la interpretación de Marion Cotillard.