HITCHCOCK-TRUFFAUT. 2015. 77´. B/N-Color.
Dirección: Kent Jones; Guión: Kent Jones y Serge Toubiana; Dirección de fotografía: Nick Bentgen, Daniel Cowen, Lisa Rinzler, Eric Gautier, Mihai Malaimare, Jr. y Genta Tamaki; Montaje: Rachel Reichman; Música: Jeremiah Bornfield; Producción: Charles S. Cohen y Olivier Mille, para Arte France-Artline Films-Cohen Media Group (Francia-EE.UU.).
Intérpretes: Alfred Hitchcock, François Truffaut, Martin Scorsese, Olivier Assayas, David Fincher, Kiyoshi Kurosawa, Arnaud Desplechin, James Gray, Paul Schrader, Wes Anderson, Peter Bogdanovich, Richard Linklater.
Sinopsis: Documental sobre el cine de Alfred Hitchcock, que toma como objeto de análisis las entrevistas que éste mantuvo con François Truffaut.
No estoy inventando la sopa de ajo cuando digo que El cine según Hitchcock, el libro que recoge los extensos diálogos que sobre el séptimo arte mantuvieron el director londinense y François Truffaut, es la obra literaria que todo aquel que ama las películas debería leer al menos una vez en la vida. Medio siglo después de la publicación del libro, el cineasta Kent Jones realizó un documental en el que se recrean sus aspectos más destacados , al tiempo que se recogen las opiniones que, sobre la obra de Hitchcock y el cine en general, emiten varios de los mejores directores del cine contemporáneo.
Mucho se ha hablado ya, aunque la película insiste en el tema y servidor se dispone a hacer lo mismo, de que fueron Truffaut y sus compañeros de Cahiers du Cinéma quienes lograron para Hitchcock la consideración de autor cinematográfico de primer orden, superando la etiqueta de director de películas de entretenimiento que arrastró hasta bien entrados los años 60. El libro permitió a los cinéfilos conocer la metodología y las obsesiones de un cerebro especialmente dotado para lo visual, y sigue siendo a día de hoy una de las mejores clases de cine que uno puede recibir. Kent Jones reproduce algunos de los pasajes más célebres, e ilustra el diálogo entre Hitchcock y Truffaut con imágenes icónicas de sus encuentros, así como de las películas dirigidas por ambos. De su importancia habla la influencia posterior de estos films, que se extiende hasta los cineastas más importantes de nuestro tiempo, con independencia de su edad, estilo o lugar de origen. Resulta apasionante escuchar a Martin Scorsese, un hombre que, al hablar del arte que le apasiona, resulta contagioso y sabe aunar en sus comentarios la devoción con la lucidez.
De la película, hay que destacar su excelente montaje, que sigue una línea narrativa del todo coherente y consigue que el visionado de Hitchcock-Truffaut se pase en un suspiro. Se hace hincapié en resaltar que fue la complicidad y la sintonía intelectual entre los dos directores lo que hizo que el inglés pusiera sobre la mesa todos los trucos de su casi infinito repertorio, hasta el punto, por ejemplo, de contar mucho (no todo: Hitchcock tiene la prudencia de ordenar que se corte la grabación cuando se dispone a narrar los aspectos más escabrosos) del trasfondo malsano que se esconde detrás de una de las escenas de mayor belleza poética de la historia del cine: la aparición de Kim Novak, completamente transformada al gusto de su Pigmalión, en Vértigo. Todo eso está en el libro, pero ahí no podemos verlo, ni disfrutar de los comentarios de algunos de los colegas más distinguidos de Sir Alfred y François. Aquí reside el principal interés de la película, en volver a poner de actualidad una obra imprescindible y enfatizar su carácter imperecedero. Otro aspecto relevante es, sin duda, recoger algunos aspectos fundamentales del universo hitchcockiano, como su resistencia a considerar la verosimilitud el eje de sus historias: lo verdaderamente importante para el director de Falso culpable nunca fue darle gusto a los críticos, sino al público. Y si la verosimilitud se interponía en la manera de comunicarse con su audiencia, Hitchcock no dudaba en saltársela. Esto, que en directores menos dotados que él lleva con frecuencia a resultados lamentables o directamente jocosos, se convierte en una virtud en alguien que, además de un gran talento, tenía en su cabeza toda la película que estaba rodando.
Para los amantes del cine, que es una de las pocas cosas en la vida que merece la pena amar, Hitchcock-Truffaut es un plato delicioso, cuyo principal defecto es lo corto que se hace. Eso sí, proporciona una excelente excusa para revisar la obra de dos cineastas únicos.