MILES AHEAD. 2015. 100´. Color.
Dirección: Don Cheadle; Guión: Steven Baigelman y Don Cheadle, basado en un argumento de Christopher Wilkinson, Stephen J. Rivele, Steven Baigelman y Don Cheadle; Director de fotografía: Roberto Schaefer; Montaje: John Axelrad y Kayla Emter; Música: Robert Glasper. Canciones de Miles Davis; Dirección artística: Korey Washington; Diseño de producción: Hannah Beachler; Producción: Lenore Zerman, Don Cheadle, Robert Ogden Barnum, Vince Wilburn, Jr., Darryl Porter, Pamela Hirsch y Daniel Wagner, para Miles Davis Properties LLC-Naked City Films-Crescendo Productions-Bifrost Pictures-Sony Pictures Classics (EE.UU.).
Intérpretes: Don Cheadle (Miles Davis); Ewan McGregor (Dave Braden); Emayatzy Corinealdi (Frances Taylor); Lakeith Lee Stanfield (Junior); Brian Bowman (Walter); Michael Stuhlbarg (Harper); Christina Marie Karis (Janice); Brent Vimtrup (Dieter); Michael Bath, Reginald Willis, Montez Jenkins, Morgan Wolk, Jeffrey Grover, Wayne Shorter, Herbie Hancock, Antonio Sánchez, Esperanza Spalding, Robert Glasper, Gary Clark, Jr.
Sinopsis: Miles Davis lleva un lustro desaparecido del mapa, encerrado en su apartamento y víctima de una fuerte adicción a la cocaína. Su discográfica espera la grabación que supondrá el regreso del trompetista a la actividad musical, mientras un reportero de Rolling Stone decide visitar al músico para entrevistarle.
El prestigioso actor Don Cheadle debutó en la dirección de largometrajes con Miles ahead, un proyecto en el que se involucró al máximo, pues, además de interpretar a uno de los grandes genios de la música en el siglo XX, fue coproductor y coguionista de la película. El film, que se centra en los años de decadencia de Miles Davis, recibió críticas por ofrecer un retrato fragmentario y muy incompleto del trompetista. Algo de eso hay, pero creo que Miles ahead reúne bastantes méritos.
Puede decirse, con razón, que fijar la mirada en los años más oscuros de la vida de Miles Davis es sensacionalista, aunque lo mismo hizo Clint Eastwood con Charlie Parker y el resultado fue una obra magistral. Cheadle no llega a tanto, entre otras cosas porque no creo que su película contribuya a que los profanos que la vean alcancen a comprender la importancia de Miles Davis en la música que se ha hecho después de la Segunda Guerra Mundial. Estamos hablando del individuo cuyo nombre lidera algunas de las mejores y más influyentes grabaciones musicales que se han hecho en el último siglo. Después de liderar la transición al jazz-rock, Miles, una persona de carácter muy difícil, muchas veces violento, entró en una espiral de decadencia, provocada por el creciente desinterés hacia sus nuevas propuestas musicales y por sus distintas dolencias físicas, agravadas por su dependencia de los analgésicos y la cocaína. Miles, simplemente, desapareció. La película entra en su mundo a través de la ficticia figura de un periodista de Rolling Stone que, durante un par de días, se convierte en el compañero inseparable de alguien que ha perdido completamente el norte pero que sigue almacenando gran música en su cabeza. Esa música se encuentra en una cinta que Miles guarda celosamente en su desordenado apartamento, a la espera de dar con las claves que la hagan fluir. Pero la cinta desaparece, y Miles y su ocasional escudero se embarcan en una frenética operación de rescate.
En el Don Cheadle director percibo la huella de los dos mejores directores a cuyas órdenes ha trabajado, Paul Thomas Anderson y Steven Soderbergh. La narración fragmentada, la manera de hacer que muchas escenas giren alrededor de la música y el retrato que se hace de los bajos fondos remiten a Boogie nights y Traffic. Cheadle tiene el mérito de haberse quedado con los mejores profesores, aunque no consigue superar el status de alumno aventajado: por momentos, la película resulta confusa, con una sucesión de flashbacks, centrados en la relación amorosa que Miles mantuvo con la bailarina Frances Taylor, que por momentos me suenan demasiado a Hollywood y llegan a dificultar el avance de la historia. La película, cuya fotografía es excelente (virtud que a la banda sonora se le supone: es imposible hacer una película con música de Davis en la que el resultado sea otro), intenta ser como las canciones de Miles, pero se queda a medio camino. Sincopada y libre sí lo es, pero el grado de inspiración, en especial en los pasajes intimistas (las escenas que podemos denominar de acción me parecen más logradas, y ahí la comunión entre música e imágenes existe en mayor medida), no llega ni de lejos a alcanzar la profunda sensibilidad que encontramos en la obra del biografiado. Basta con escuchar Soleá, la pieza que Miles pide al locutor radiofónico en un programa especial sobre su música, para comprobarlo.
Si el Don Cheadle director apunta maneras pero necesita mejorar, al actor no pueden ponérsele peros. Su interpretación de Miles Davis me parece insuperable. Incluso clava la inconfundible voz del trompetista, que puede escucharse en varias de sus grabaciones. Más allá del parecido físico, que es indudable, Cheadle aporta vida a un personaje al que retrata en su esplendor y en sus miserias, pero siempre con exactitud. La labor del protagonista destaca sobre el resto del reparto, en el que encontramos a un Ewan McGregor que ha tenido mejores faenas en el papel de un oportunista e intrépido reportero que quiere encumbrarse gracias al oculto genio de la música. Del resto, me quedo con Michael Stuhlbarg, actor que pertenece a esa raza de secundarios que nunca fallan, aquí en el papel de uno de esos mafiosos que tanto tienen que ver con el negocio discográfico. A Emayatzi Corinealdi no la conocía, y no puedo decir que su trabajo me haya impresionado.
Película interesante sobre un músico superlativo, Miles ahead no es, desde luego, el film definitivo sobre Miles Davis, que todavía está por hacerse, pero sí un loable intento de captar en el cine el espíritu de su música.