SCOOP. 2006. 94´. Color.
Dirección : Woody Allen; Guión: Woody Allen; Dirección de fotografía: Remi Adefarasin; Montaje: Alisa Lepselter; Dirección artística: Nick Palmer; Música: Miscelánea. Piezas de Tchaikovsky, Khachaturian, Johann Strauss, Grieg, etc.; Diseño de producción: Maria Djurkovic; Producción: Letty Aaronson y Gareth Wiley, para BBC Films-Ingenius Film Partners-Jelly Roll Productions (EE.UU.-Reino Unido).
Intérpretes: Scarlett Johansson (Sondra Pransky); Hugh Jackman (Peter Lyman); Woody Allen (Sid Waterman); Ian McShane (Joe Strombel); Charles Dance (Mr. Malcolm); Fenella Woolgar (Jane Cook); Romola Garai (Vivian); Julian Glover (Lord Lyman); Victoria Hamilton (Jan); Jim Dunk, Robert Bathurst, Nigel Lindsay, Geoff Bell, Christopher Fulford, Matt Day, Margaret Tyzack.
Sinopsis: En su camino a la eternidad, el difunto periodista Joe Strombel descubre que el asesino del tarot, un criminal que ha asesinado a varias mujeres en Londres, es el hijo de una familia de la nobleza británica. Decide regresar al mundo de los vivos para explicar su secreto. Quien lo escucha es Sondra, una joven estadounidense que estudia Periodismo.
Después de la sobrevalorada Match point, Woody Allen prosiguió su etapa inglesa con Scoop, una película más ligera que bebe de obras anteriores del director como Misterioso asesinato en Manhattan, Alice y La maldición del escorpión de Jade. La crítica consideró de manera unánime que Scoop era un film menor en la trayectoria de Allen, aunque hubo quienes consideraron que, después de su fallido drama anterior, bien estaba una comedia con menos pretensiones.
Creo que es precisamente su ligereza, lo poco que se toma en serio a sí misma, una de las mayores virtudes que Scoop. Pasados los 70 años de edad, Woody Allen, al igual que la práctica totalidad de cineastas a lo largo de la historia, ya no está para obras mayores, pero sí es sobradamente capaz de producir agradables divertimentos. En este caso, Scoop puede definirse como una comedia criminal con elementos sobrenaturales. En la barca que le transporta hacia su eterno destino, el periodista Joe Strombel recibe lo que puede ser una noticia explosiva: el asesino del tarot, un émulo de Jack el Destripador que ya ha matado a unas cuantas mujeres en Londres, es el hijo de una familia aristocrática. Incapaz de irse al Más Allá con semejante bomba informativa, John regresa al mundo de los vivos y se aparece a Sondra, una joven estudiante de Periodismo, mientras la muchacha participa en uno de los trucos del mago Splendini. Sondra y el ilusionista deciden averiguar qué hay de cierto en la primicia sobrenatural que han recibido, por lo que se introducen en el elitista microcosmos del presunto asesino.
Hay que decir que el desarrollo argumental de la trama detectivesca refleja una cierta desidia, que Allen transita lugares comunes de los clásicos policíacos y de su propia obra sin aportar elementos novedosos, y que las sorpresas brillan por su ausencia, pero el director parece disfrutar con su juguete y, en muchos momentos, esa diversión se contagia al espectador. Además de alguna frase antológica marca de la casa (“me educaron en la confesión israelita, pero de mayor me convertí al narcisismo”), encontramos agudas chanzas sobre los estirados aristócratas ingleses, el habitual repertorio de ingeniosas ocurrencias y una agradable falta de pretenciosidad. Faltan algunos colaboradores habituales de Allen, pero eso no se nota en la puesta en escena, que responde a los esquemas habituales del director. La banda sonora es enteramente clásica, sin las frecuentes piezas jazzísticas ni concesiones a lo moderno. En general, las escenas que recrean el previsible romance entre la joven aprendiz de reportera y el hombre perfecto que puede ser un asesino no me parecen, ni de lejos, tan logradas como aquellas en las que interviene el difunto periodista Joe Stumble.
Woody Allen repite con la bella Scarlett Johansson como actriz protagonista, y aquí la encuentro más desenvuelta que en su anterior colaboración con el director. La mezcla de ingenuidad y tremendo sex appeal que sabe comunicar esta actriz es uno de los puntos fuertes de la película. Hugh Jackman, actor de recursos que siempre me parece algo envarado, es perfecto para interpretar a un aristócrata británico, aunque me cuesta percibir en él la maldad que posee su personaje. Allen se interpreta una vez más a sí mismo, y el cuarto en discordia, Ian McShane, necesita pocas escenas para demostrar su calidad como actor.
Scoop no es el mejor Allen posible, pero sí una divertida pieza de cámara cuyo visionado es mucho más recomendable que el de un sinfín de comedias contemporáneas falsamente salvajes y casi siempre exentas de gracia, virtud que Woody Allen posee por arrobas y que puede disfrutarse incluso en sus películas menores.