En apenas 72 horas, dos de los grandes mantras del secesionismo catalán, siempre más sobrado de fe que de argumentos, han sido dinamitados: el primero, que la independencia no causará perjuicios económicos graves a Cataluña. Si los que tienen todo el dinero piensan lo contrario, no voy a ser yo quien les contradiga. La segunda es que los separatistas representan a todo el pueblo catalán, fábula que los beneficiarios del tinglado han repetido hasta la náusea y que, para desgracia de gentes mal informadas y de algún que otro cantante cansino, ha sido dejada en ridículo con una sola movilización de quienes, hasta ahora, aguantábamos entre indiferentes y cabreados las continuas embestidas de los Testigos de Ítaca. Siento curiosidad por ver cómo los que todavía pululan por el lado montaña de Sant Jaume tratan de escapar de la red que han tejido sobre sí mismos. De acuerdo a los precedentes, nos obsequiarán con la cagada mayor, que tendrá la respuesta que merece, la única posible para un golpe de Estado.