EL CARTERO (Y PABLO NERUDA). 1994. 108´. Color.
Dirección: Michael Radford y Massimo Troisi; Guión: Anna Pavignano, Michael Radford, Furio Scarpelli, Massimo Troisi y Giacomo Scarpelli, basado en la novela de Antonio Skármeta; Director de fotografía: Franco Di Giacomo; Montaje: Roberto Perpignani; Música: Luis Enrique Bacalov; Diseño de producción: Lorenzo Baraldi; Producción: Mario y Vittorio Cecchi Gori y Gaetano Daniele, para Cecchi Gori Group Tiger Cinematografica-Penta Film- Esterno Mediterraneo Film-Blue Dahlia Productions-K2 Two-Canal + (Italia-Francia-Bélgica).
Intérpretes: Massimo Troisi (Mario Ruoppolo); Philippe Noiret (Pablo Neruda); Maria Grazia Cucinotta (Beatrice Russo); Renato Scarpa (Encargado de Correos); Linda Moretti (Doña Rosa); Mariano Rigillo (Di Cosimo); Anna Bonaiuto (Matilde); Sergio Solli, Carlo Di Maio, Nando Neri, Vincenzo Di Sauro, Orazio Stracucci.
Sinopsis: Exiliado a causa de sus ideas políticas, el poeta Pablo Neruda se refugia en una remota isla de pescadores del sur de Italia. Allí traba amistas con el cartero que acude cada día a su domicilio a llevarle el correo.
Uno de los grandes éxitos internacionales del cine italiano de finales del siglo XX fue El cartero (y Pablo Neruda), adaptación de la novela de Antonio Skármeta que fue aclamada por la crítica y el público de países de lo más diverso, cautivados todos por la reivindicación del amor y de la poesía que se desprende del relato. El propio film tiene su propio e importante componente sentimental, pues Massimo Troisi, artífice máximo de la película, falleció nada más finalizar el rodaje a causa de una enfermedad cardíaca cuyo tratamiento postergó para poder ver concluida su obra.
Como suele suceder, la película se toma varias licencias respecto a la novela que se adapta, apartándose de ella en algunos aspectos fundamentales. No la culpo por eso, pues el resultado cinematográfico es notable, aunque discrepo de quienes consideran que El cartero es una obra maestra: posee magia, sin duda, pero de aquí a decir que estamos ante una de las mejores películas italianas de la historia media un abismo, y no poco desconocimiento. Estamos ante una obra que muestra el descubrimiento de la cultura, unido al de la toma de conciencia política, situación muy común entre las clases desfavorecidas de los países católicos, en los que la explotación de obreros y campesinos y el fomento de su ignorancia eran valiosos instrumentos de las minorías que siempre han tenido el poder. La película funciona mejor en la parte narrativo-sentimental que en el resto: en ella se habla mucho de poesía, también se recita, pero a nivel visual esa poesía no se aprecia, más allá de las imágenes de postal de la lejana isla en la que transcurre la acción. El dúo Radford-Troisi filma de una manera tan intachable como plana, ajena a la magia de las palabras y los hechos narrados. Sólo la magnífica (y oscarizada) banda sonora de Luis Bacalov, en la que el bandoneón tiene una importancia capital, posee verdadera maestría en lo que a los aspectos técnicos se refiere.
No siempre ocurre (de hecho, films como El cartero constituyen una excepción a la regla general), pero el hecho de que los personajes sean arquetipos le sienta bien a la historia: Mario es un don nadie, un tipo con poco que ofrecer que se marchita en un pueblo cuyo sustento económico se basa en una actividad que detesta: la pesca. La llegada del prestigioso poeta Pablo Neruda al apartado rincón del mundo que constituye todo su universo supone un pequeño seísmo en la zona, aunque el artista escoge para su exilio un rincón apartado y, comprometido con su obra y con su activismo político, apenas mantiene contacto con los lugareños. Esto cambia cuando Mario consigue un empleo de cartero cuyo único objetivo es hacer llegar al poeta la numerosa correspondencia que recibe: poco a poco, Mario entra a formar parte del universo de Neruda, que representa la sabiduría, y utiliza la poesía que éste le descubre para conquistar a su musa, Beatrice. El acceso a los libros y el conocimiento de la ideología comunista harán que Mario se dé cuenta de la situación de injusticia social en la que viven él y su pueblo. En cierto modo, El cartero funciona como maravillosa mentira, como increíble fábula sentimental, pues bienvenidas sean las fábulas en un mundo de locos, pero flaquea una vez se celebra la boda entre Mario y Beatrice, ceremonia que coincide con el regreso del poeta a su Chile natal. Los momentos de humor, capitalizados por la tía de Beatrice, feroz guardiana de su virtud, son de agradecer y contribuyen a que el conjunto sea menos ñoño de lo habitual cuando un relato se apoya en sonrisas que son como mariposas y perlas de este estilo. Más que por eso, la película cautiva (al menos, a quien esto escribe) por estar protagonizada por buena gente, cada una con su carácter, que actúa movida por sentimientos nobles. Cualquier comparación con la realidad hace amar este film pese a sus defectos, eso está claro.
La acertada labor de los actores es básica para que el film consiga desprender bonhomía: Massimo Troisi deja un excelente trabajo póstumo, pues la autenticidad de su interpretación es máxima. Un distinguido veterano como Philippe Noiret se postula como el mejor Pablo Neruda posible, ofreciendo un retrato amable de un personaje lleno de claroscuros. Por su parte, Maria Grazia Cucinotta, una de las varias actrices lanzadas en su momento en Italia como la nueva Loren, aporta belleza (y mucho vicio, todo hay que decirlo), pero no consigue estar a la altura de su ilustre modelo. Muy bien Renato Scarpa como comprometido y comprensivo telegrafista, e impagable Linda Moretti.
Película muy disfrutable, de esas que juegan fuerte la baza de conquistar al espectador y acaba consiguiéndolo en la mayor parte de sus escenas. No es perfecta, pero sí cautivadora.