BERBERIAN SOUND STUDIO. 2012. 92´. Color.
Dirección: Peter Strickland; Guión: Peter Strickland; Dirección de fotografía: Nic Knowland; Montaje: Chris Dickens; Dirección artística: Sarah Finlay; Música: Broadcast; Diseño de producción: Jennifer Kernke; Producción: Keith Griffiths y Mary Burke, para Warp X-Illumination Films (Reino Unido).
Intérpretes: Toby Jones (Gilderoy); Cosimo Fusco (Francesco Coraggio); Antonio Mancino (Santini); Fatma Mohamed (Silvia/Teresa); Salvatore Li Causi (Fabio); Chiara D´Anna (Elisa/Teresa); Tonia Sotiropulou (Elena); Eugenia Caruso, Susanna Capellaro, Guido Adorni, Lara Palmiani, Jozef Czeres, Pal Toth, Jean-Michel Van Schouwburg.
Sinopsis: Gilderoy, un técnico de sonido inglés, viaja a Italia para trabajar en la nueva película de Santini, un conocido cineasta especializado en films de terror.
Berberian Sound Studio es el segundo largometraje del director Peter Strickland, y el que le dio reputación internacional, ya que obtuvo diversos premios en certámenes de cine fantástico y de terror, convirtiéndose para cierto sector de la cinefilia en un film de culto instantáneo.
En cierto modo, la película está concebida como un homenaje al giallo, aunque personalmente homenaje no veo mucho. La gran cualidad de Berberian Sound Studio reside en su carácter claustrofóbico, pues la práctica totalidad del metraje transcurre en el reducido espacio de un estudio de sonido, con lo que se consigue comunicar al espectador la creciente angustia que vive el protagonista, acentuada por la iluminación tenue y rojiza, y por el hecho de estar en un lugar en el que todos hablan entre sí en un idioma que él desconoce. Gilderoy, que así se llama este hombre tímido y meticuloso hasta el extremo, se ve inmerso en una situación completamente kafkiana, donde la en apariencia apasionante experiencia de trabajar para un prestigioso cineasta italiano se convierte en un laberinto de malentendidos, ridícula burocracia y maneras despóticas por parte del director y el productor hacia sus actrices y técnicos. Todo esto forma un conjunto cuyo eje es la importancia del sonido en el cine como modo de provocar en el espectador las emociones buscadas (pánico, en el caso del film de Santini). El problema está en el guión, pues a partir del planteamiento inicial no deja de fomentar la idea de que no va hacía ninguna parte. Strickland cae prisionero de la confusión que pretende generar en su audiencia, hasta el punto de que las indudables virtudes estéticas del film parecen estar al servicio del vacío. La muy ingeniosa idea de que el espectador no vea un solo fotograma (a excepción de los títulos de crédito iniciales) de la película de Santini, y que por tanto perciba su horror a través de la banda sonora y de la atónita mirada de Gilderoy, termina por caer en la indefinición, como por otro lado ocurre con el resto de la película en cuanto a la narrativa se refiere. Y, repito, la visión del universo del giallo es más bien negativa, lo que no sería un defecto de no estar esa visión plagada de estereotipos británicos respecto a los europeos del Sur.
En el capítulo actoral, la interpretación de Toby Jones, el atribulado Gilderoy, es excelente, muy por encima del resto del reparto. El resto de personajes no están ni de lejos tan bien definidos como el protagonista, y además están interpretados por actores tirando a mediocres. Eso sí, Cosimo Fusco consigue darle a su personaje el tono cínico que necesita.
Berberian Sound Studio posee atmósfera y brillantez estética, pero deja claro que Peter Strickland es, hoy por hoy, mejor director que guionista.