DON´T STOP BELIEVIN´: EVERYMAN´S JOURNEY. 2012. 113´. Color.
Dirección: Ramona S. Díaz; Guión: Ramona S. Díaz; Dirección de fotografía: Julia Dengel y Vicente Franco; Montaje: Leah Marino; Música: Journey; Producción: Ramona S. Díaz y Capella Fahoome, para CineDíaz-Defining Entertainment-Game 7 Films-Arcady Bay Entertainment (Filipinas-EE.UU.).
Intérpretes: Arnel Pineda, Neal Schon, Jonathan Cain, Ross Valory, Deen Castronovo, John Baruck, Noel Gómez, Cherry Pineda, Erik Pineda, Rusmon Pineda, Steve Perry, Steve Augeri, Ann Wilson.
Sinopsis: Crónica del proceso que convirtió al desconocido cantante filipino Arnel Pineda en la voz solista de la famosa banda norteamericana Journey.
Don´t stop believin´: Everyman´s Journey es, como señala su principal protagonista en un momento del documental, un cuento de hadas en clave rockera. La encargada de llevarlo a la pantalla fue la directora filipina Ramona S. Díaz, cuya obra más destacada hasta la fecha era un documental biográfica sobre otra importante figura de su país, aunque mucho más siniestra: Imelda Marcos. Díaz ilustra de manera eficaz la increíble historia de Arnel Pineda, un hombre que pasó, gracias a su talento vocal, de la pobreza más absoluta a ser la voz solista de una de las bandas de rock más populares de los Estados Unidos: Journey.
El grupo, que grabó una serie de buenos álbumes en sus inicios que tuvieron poco éxito comercial, y que dio un giro en su trayectoria para hacer su música más accesible para el gran público, alcanzó el estrellato en Norteamérica a principios de los 80, con Steve Perry en la voz solista. En 2007, sin embargo, la situación era muy distinta: los problemas vocales de Steve Augeri, el cantante que sustituyó a Perry, supusieron el fin de su etapa en el grupo, dando a paso a Jeff Scott Soto, cuya participación en Journey se circunscribió a unos cuantos meses. Así pues, la banda estaba sin cantante, y lejos de la popularidad alcanzada décadas atrás. El guitarrista y líder del grupo, Neal Schon, empezó a buscar en internet a cantantes que militaran en bandas tributo a Journey, en un desesperado intento de darle un nuevo impulso a la formación que no fructificó hasta que, casi por casualidad, observó varios vídeos de la banda filipina Zoo, cuyo cantante, Arnel Pineda, recreaba a la perfección la voz de Steve Perry. Esos vídeos fueron colgados por Noel Gómez, un gran fan de Pineda que fue el responsable de su éxito. Schon contactó con el cantante, quien, tras el pasmo inicial, viajó a los Estados Unidos y superó una audición para convertirse en la nueva voz solista de Journey. Ramona S. Díaz adopta el punto de vista de su compatriota, un ser humilde y de pequeña estatura, que llegó a vivir en la calle y apenas sacaba para comer cantando en las esquinas de los suburbios de Manila. Decidido a hacer carrera como cantante, Arnel vivió muchos años en Hong Kong ganándose la vida con su voz, pero el alcohol y las drogas estuvieron cerca de acabar con una carrera que navegaba hacia la intrascendencia más absoluta hasta que, una noche, Neal Schon vio sus vídeos y la Cenicienta filipina empezó a vivir su gran sueño, que todavía dura a día de hoy.
La directora muestra a Pineda con un indisimulado orgullo patriótico, resaltando la importancia que sus compatriotas otorgan al éxito del cantante, y subrayando que también éste aportó cosas a Journey, sobre todo vitalidad y repercusión internacional, pues el grupo fue enormemente exitoso en su país, pero es mucho menos conocido y apreciado en otras latitudes, y eso cambió algo (no en Europa, todo hay que decirlo) con el fichaje de Arnel. Los primeros discos y giras con Pineda como cantante catapultaron a Journey a recuperar sus antiguas cotas de popularidad en Norteamérica, así que el cuento de hadas fue perfecto para todos. De ahí el reconocimiento que músicos de la talla de Neal Schon, Jonathan Cain, Ross Valory y Deen Castronovo muestran hacia su cantante asiático.
El relato es edificante, en el buen y en el mal sentido. Por un lado, reconforta ver que un hombre humilde y talentoso puede conocer el éxito sin convertirse por ello en un imbécil, pero hay un cierto tono a manual de autoayuda que provoca rechazo. Lo que es innegable es que la directora sabe lo que se hace, que el montaje ayuda a que el visionado de la película sea de lo más llevadero, y que, como documental musical, Don´t stop believin´: Everyman´s Journey reúne las suficientes cualidades como para agradar a quienes no conozcan al grupo o a quienes, como es mi caso, crean que sus canciones y discos más populares son demasiado comerciales, aunque estén muy bien interpretados.