BACK TO THE FUTURE. 1985. 116´. Color.
Dirección: Robert Zemeckis; Guión: Robert Zemeckis y Bob Gale; Dirección de fotografía: Dean Cundey; Montaje: Harry Keramidas y Arthur Schmidt; Música: Alan Silvestri. Canciones de Huey Lewis and the News; Diseño de producción: Lawrence G. Paull; Producción: Neil Canton y Bob Gale, para Amblin Entertainment-Universal Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Michael J. Fox (Marty McFly); Christopher Lloyd (Doc); Lea Thompson (Lorraine); Crispin Glover (George McFly); Thomas F. Wilson (Biff); Claudia Wells (Jennifer Parker); Marc McClure (Dave McFly); Wendie Jo Sperber (Linda McFly); James Tolkan (Sr. Strickland); Billy Zane (Cerilla); Casey Siemaszko (3-D); George DiCenzo, Frances Lee McCain, J.J.Cohen, Lisa Freeman, Will Hare, Courtney Gaines, Huey Lewis.
Sinopsis: Un científico crea una máquina del tiempo. Su amigo, el adolescente Marty McFly, se traslada con ella a la década de los 50, en la época en la que se conocieron sus padres.
Pocas cosas originales pueden decirse acerca de Regreso al futuro, clásico incontestable del cine ochentero y obra que encumbró a su director, Robert Zemeckis. Se trata de una película que reventó taquillas, marcó a toda una generación, de la que formo parte, ha resistido muy bien el paso del tiempo y sigue gustando a personas que ni siquiera habían nacido en la fecha de su estreno.
Vista hoy, Regreso al futuro continúa destacando por su frescura, la extrema jovialidad de su propuesta y la pericia técnica con la que ésta es desarrollada. Su argumento, tomado en serio, no deja de ser un disparate, pero el gran mérito de esta película es que, durante su metraje, la seriedad se toma unas gozosas vacaciones. Y se trata de cine comercial, de puro entretenimiento, pero no es imbécil: el guión acierta al mostrar, por ejemplo, que con los años puede cambiar el color, o la ropa interior, de los gobernantes, pero lo que no cambia son sus discursos. O que una mujer que se casa por pena con un tipo apocado y asustadizo tiene todos los números para acabar siendo un ama de casa frustrada y alcohólica. Más allá de esto, y de las inevitables concesiones al gusto del gran público, la película ofrece un vibrante carrusel de escenas espectaculares, rebeldía adolescente, simpáticos anacronismos, confusos romances fuera de época y una amistad, la que une al hiperactivo científico Doc Brown y al despreocupado adolescente Marty McFly, que se mantiene firme más allá del tiempo. Al primero no se le ocurre otra cosa que inventar una máquina del tiempo, instalada nada menos que en un Delorean. El problema es que, para garantizar la potencia necesaria, el invento de Doc necesita plutonio, material de interés para un grupo de terroristas libios que entra en escena justo cuando la máquina está en mitad de su gran prueba. Marty, decidido a evitar que la falta de sentido del humor de los terroristas acabe con sus planes de futuro, le da caña al Delorean y aparece en 1955, poco antes de que sus padres comiencen a convertirse en… sus padres. Por un lado, Marty debe conseguir que el científico le ayude a regresar a su época, y por el otro, conseguir que sus progenitores acaben siéndolo, tarea harto difícil porque el joven George McFly posee menos virilidad que los reclutas sarasas de los chistes de Arévalo (otro clásico ochentero, éste en clave local) y, como es lógico, cuando Marty aparece en escena, su futura madre se enamora de él, y no del medio lelo de George.
Aunque quizá alguno de los giros finales (el último de todos, en concreto) aporta más bien poco, es de destacar el vigor del guión, lleno de diálogos ingeniosos y capaz de mezclar los distintos elementos de la propuesta con notable tino, así como el frenético montaje, clave para que las casi dos horas de película se pasen en un santiamén. Buena nota también para la parte musical, tanto en lo que se refiere a la partitura de Alan Silvestri como a las canciones de un grupo que se hizo de oro en los 80, Huey Lewis and the News. Un último acierto: cuando Marty hace que los asistentes al baile vibren con Johnny B. Goode, pero les deja de una pieza con su desaforado desparrame guitarrístico posterior, la clava cuando dice: «Tal vez no estéis preparados para esto, pero a vuestros hijos les gustará». Sí señor: gloria a Eddie Van Halen.
Podrá decirse, y con razón, que ni los actores que intervienen en esta película son nada del otro mundo, ni su labor interpretativa es un modelo de contención, pero, una vez más, Regreso al futuro salva con honores este no desdeñable hándicap. Michael J. Fox, que con esta película pasó de estrella de la televisión a icono del celuloide, le da a Marty McFly todo el carisma, la vivacidad y el desenfado que necesita. Christopher Lloyd está sobreactuadísimo, pero como su personaje no deja de ser la versión amable de los mad doctors que poblaron los clásicos del fantástico y el terror, se le perdona con gusto. Del resto, lo mejor es Lea Thompson, aunque el resto de actores están, como poco, resultones.
Regreso al futuro tiene un merecido puesto en la mitología popular. Su Delorean, su condensador de fluzo y su The power of love forman parte del imaginario colectivo, pero lo mejor es que, detrás de eso, encontramos uno de los mejores films de entretenimiento dirigidos al público juvenil que ha producido Hollywood en las cuatro últimas décadas.