Con la victoria del Real Madrid en la final de la Liga de Campeones finaliza la temporada futbolística de clubes, caracterizada por el dominio de los clásicos recientes en los grandes campeonatos nacionales, y por la enésima confirmación de la hegemonía de los equipos españoles en las competiciones europeas. A los madridistas les ha vuelto a funcionar la estrategia de volcar todas sus energías en su competición fetiche, que además es la más prestigiosa. Cuatro Copas de Europa en cinco años no pueden ser sólo fruto de la casualidad, o de la buena suerte, y hay que reconocer el trabajo de un excepcional grupo de jugadores, cuyo único defecto es que le cuesta motivarse para afrontar competiciones menores. El pasado sábado, el alemán Jürgen Klopp agrandó su leyenda de perdedor de finales: su equipo fue mejor hasta la lesión de Salah, pero es recomendable afrontar las finales con un guardameta del nivel suficiente como para ser el tercer portero de un recién ascendido a la Championship. Lo contrario es concederle demasiadas facilidades a un club que lleva la victoria en su ADN.
Las competiciones españolas han sido dominadas con mano de hierro por un Barcelona más eficaz que brillante, encomendado a la magia de Messi, a la capacidad goleadora de Suárez y a una notable seguridad defensiva. La gran temporada azulgrana queda lastrada por el ridículo en Roma, y envuelta en un halo de nostalgia por la despedida de Andrés Iniesta, el mejor centrocampista español de la historia, con diferencia. Por detrás, un buen Atlético, que se sobrepuso a su mal papel en la Liga de Campeones logrando el subcampeonato nacional y el título en la Liga Europa, digno colofón a la trayectoria de uno de sus grandes ídolos, Fernando Torres. Destacar la notable temporada de un Valencia que, de la mano de Marcelino, ha recuperado la aureola de equipo fuerte y logrado la clasificación para la máxima competición europea, y el regreso del Eurobetis, un equipo que en la segunda vuelta supo añadir consistencia defensiva al buen fútbol que los equipos dirigidos por Quique Setién siempre han practicado, y que gracias a eso logró la clasificación europea y superar en la tabla, después de varios años convulsos, a su rival ciudadano. Por abajo, descienden Málaga, Las Palmas y Deportivo de La Coruña, tres clubes que han sido ejemplo de pésima gestión deportiva en esta temporada. Huesca, Rayo Vallecano y el equipo que venza en las eliminatorias de ascenso, para las que ya están clasificados dos históricos como Sporting de Gijón y Zaragoza, les sustituirán en la máxima categoría del fútbol español.
En las grandes ligas europeas, han ganado los de casi siempre. Los dos caprichos de los jeques, Manchester City y París Saint Germain, han dominado sus campeonatos con suficiencia pero se han estrellado de nuevo en Europa. Bayern Munich y Juventus obtuvieron, como el Barcelona en España, un doblete que explica bien a las claras su dominio (el club lombardo despidió a otra leyenda, Gianluigi Buffon, quizá el mejor portero que yo haya visto), y PSV Eindhoven y Oporto regresaron a la senda del triunfo liguero. Sólo el Nápoles (gran temporada la suya) en Italia llegó a cuestionar de verdad la victoria de los equipos nombrados. En el resto de campeonatos mayores, la emoción, en cuanto a la lucha por el título, ha brillado por su ausencia.
Y llega el Mundial, en el que Alemania, Brasil y España me parecen las selecciones con mayores opciones de triunfo. Y los rumores, y los fichajes… el carrusel no se detiene.