GOING IN STYLE. 2016. 96´. Color.
Dirección: Zach Braff; Guión: Theodore Melfi, basado en la historia de Edward Cannon; Dirección de fotografía: Rodney Charters; Montaje: Myron I. Kerstein; Música: Rob Simonsen; Dirección artistica: Laura Ballinger; Diseño de producción: Anne Ross; Producción: Donald De Line, para De Line Pictures- New Line Cinema-Ratpac-Village Roadshow-Warner Bros. (EE.UU.).
Intérpretes: Morgan Freeman (Willie Davis); Michael Caine (Joe Harding); Alan Arkin (Al Garner); Ann Margret (Annie Santori); Matt Dillon (Agente del FBI Hamer); Christopher Lloyd (Milton); Joey King (Brooklyn Harding); Maria Dizzia (Rachel Harding); John Ortiz (Jesús); Siobhan Fallon Hogan (Mitzi); Josh Pais (Chuck Lofton); Peter Serafinowicz, Kenan Thompson, Richie Moriarty, Seth Barrish, JoJo González, Precious Sipin.
Sinopsis: Tres jubilados, a quienes la deslocalización de su empresa les deja sin plan de pensiones, deciden atracar un banco para recuperar lo que les pertenece.
El actor y director Zach Braff, cuya carrera hasta el momento no invita al entusiasmo, pero tampoco a la lapidación, sucumbió a una de las dos grandes modas del cine actual, la de los remakes, poniéndose al frente de Un golpe con estilo, adaptación de un film de 1979 que no puedo juzgar por la sencilla razón de que no lo he visto. Sea como sea, la historia que narra esta película está muy bien traída a esta despiadada época actual, y por ello se vio premiada con un razonable éxito de taquilla.
Quienes nos desvivimos por agarrar cuantas más migas del pastel mejor, aunque eso suponga pagar el duro precio moral de servir a los que se lo reparten, sabemos que sólo somos números, engranajes dentro de un sistema que se apresurará a dejarnos tirados en cuanto no les seamos útiles. Pues bien, eso es lo que les ocurre a tres jubilados estadounidenses cuando descubren que la empresa que les empleó durante décadas se larga al sudeste asiático, llevándose con ella los fondos de pensiones de sus trabajadores retirados. Uno de esos ancianos presencia accidentalmente el atraco a su oficina bancaria, ese lugar en el que te lamen el culo cuando tienes, te obligan a lamer el suelo cuando te falta y te estafan a la que te descuidas, y comprende que un atraco bien hecho sería la solución de sus problemas, y de los de sus dos inseparables amigos. Lo que ocurre es que ninguno de ellos ha cometido un delito en su vida, y a sus años deben empezar de cero en el mundo del crimen.
El punto de partida es interesante, y genera empatía entre los puteados del mundo capitalista, que somos legión. La primera parte de la película es ingeniosa, contiene escenas que dan pie a la carcajada y cumple en lo que a planteamiento de la historia y presentación de los personajes se refiere. Además, la crítica a los tiburones no me parece inofensiva, pues bien mirada hace que los progres puedan entender que a eso que hoy se denomina furia del hombre blanco no le faltan motivos. No es que uno esperara a Ken Loach, pero la película se malogra de forma paulatina por su inclinación al almíbar, que hacia el final puede llegar a producir indigestión en el espectador. Ojo: el film se ve con agrado desde el primer al último minuto, pero opta demasiado por lo entrañable y eso le resta parte del mordiente que la hacía destacar. La puesta en escena es bastante correcta, y Zach Braff aprueba, sin problemas pero sin alardes. El hecho de que la película tenga necesariamente que adaptarse al ritmo lento de los tres ancianos protagonista juega en su favor, pues la aleja de ciertas moderneces efectistas y vacuas como, por ejemplo, Ahora me ves… Ah, no quiero obviar uno de los grandes aciertos de Un golpe con estilo, que es la parte musical. La partitura de Rob Simonsen me ha sorprendido agradablemente ya desde los créditos iniciales, y las canciones escogidas para ilustrar las distintas escenas destilan buen gusto.
Todo es más fácil si cuentas con grandes actores. Del trío protagonista, el personaje menos rico es el que le tocó en suerte a Morgan Freeman, aunque este notable intérprete aporta su habitual dignidad al rol para el que fue elegido. Michael Caine, en el papel del hombre que planea el atraco, y Alan Arkin, el músico malcarado que descubre la felicidad cuando ya tiene un pie en la tumba, están soberbios, lo que tratándose de ellos casi se sobreentiende. Entre los secundarios, tenemos a una Ann-Margret que seguirá siendo una diosa hasta el día que se muera, a un Matt Dillon que parece retomar su personaje en Algo pasa con Mary y a un Christopher Lloyd que sigue haciendo de sí mismo bastante bien. Mención especial para John Pais, que convence como ese miserable empleado de banca al que todos hemos padecido alguna vez.
Buena, pero demasiado amable. Falta pegada y sobran momentos familiares melifluos, pero Un golpe con estilo ofrece entretenimiento de calidad, y eso es siempre de agradecer.