THE BROKEN CIRCLE BREAKDOWN. 2012. 109´. Color.
Dirección: Felix Van Groeningen; Guión: Carl Joos y Felix Van Groeningen, basado en una obra de teatro de Johan Heldenbergh y Mieke Dobbels; Dirección de fotografía: Ruben Impens; Montaje: Nico Leunen; Música: Bjorn Eriksson; Dirección artística: Kurt Rigolle; Producción: Dirk Impens, para Menuet Produkties-Topkapì Films-Belgacom-VAF- KFD-VTM (Bélgica-Holanda).
Intérpretes: Johan Heldenbergh (Didier); Veerle Baetens (Elise); Nell Cattrysse (Maybelle); Geert Van Rampelberg (William); Nils De Caster (Jock); Robby Cleiren (Jimmy); Bert Huysentruyt (Jef); Jan Bijvoet (Koen); Jan Hammenecker (Doctor); Sofie Sente, Ruth Beeckmans, Blanka Heirman, Kirsten Pieters, Yves Degryse, Dominique Van Malder, Marianne Loots, Sanderijn Helsen.
Sinopsis: El líder de un grupo belga de bluegrass y una joven tatuadora inician una relación que entra en una nueva etapa con el embarazo de la mujer y el nacimiento de una hija.
La película que supuso el reconocimiento internacional para el director belga Felix Van Groeningen fue la cuarta de su filmografía, Alabama Monroe, crudo drama que adapta una obra coescrita por el protagonista masculino del film, Johan Heldenbergh. La buena recepción obtenida en diferentes festivales sirvió para que los aficionados de todo el mundo pudieran comprobar que existe vida cinematográfica inteligente en Bélgica más allá de los hermanos Dardenne.
Leo (por ejemplo, en la imagen que ilustra esta reseña) que Alabama Monroe es un cruce entre Blue Valentine y En la cuerda floja. Bien, no he visto la primera de las películas mencionadas, pero sí puedo decir que las similitudes entre el biopic de Johnny Cash y el film de Felix Van Groeningen se circunscriben a la omnipresencia de la música country y a la petición de mano entre artistas en mitad de un concierto. Añado que, en un nivel más profundo, el film posee varios elementos comunes con una de mis novelas favoritas de todos los tiempos, que es El árbol de la ciencia. Heldenbergh y Dobbels no escriben tan bien como Baroja, pero su mensaje, y su manera de expresarlo, son potentes. En su inicio, Alabama Monroe narra el idilio entre un músico de bluegrass, ateo irredento por más señas, y una tatuadora que ya ha fracasado en varias relaciones y que tiene un pensamiento menos racional y más tendente a la ensoñación. En esta fase, todo es muy indie, muy alternativo y un punto hippy, pero la película no deja de ser una comedia romántica más. La trama, que el director nos muestra mediante continuos saltos en el tiempo que no la convierten en difícil de seguir, da un giro cuando a Maybelle, la bella hija de los protagonistas, le diagnostican un cáncer, una enfermedad cruel que lo es aún más cuando quien la padece es un niño. En este momento, la película toma la senda de la tragedia, que ya no dejará hasta el final.
Felix Van Groeningen comparte con los Dardenne el espíritu realista, y su forma de filmar no se aleja demasiado de la de sus ilustres compatriotas. El núcleo de la película, además de en un loable pero demasiado estridente discurso contra los cortapisas de índole religioso y moral a los avances científicos en la cura de enfermedades, consiste en mostrar el diferente modo que tienen ambos progenitores de enfrentarse a la tragedia: Didier cree en la razón, carece de fe, y en consecuencia piensa (aunque al final flaquee de un modo que me atrevo a calificar de incoherente) que la muerte es el final de todo. Elise, como la mayoría de los seres humanos, prefiere el autoengaño como bálsamo contra el dolor. En el film se muestra muy bien el proceso de degradación de la pareja, provocado por ese modo distinto de ver la vida, y que llega hasta el miserable intento de culpar al otro de una desgracia que, como otras muchas que suceden cada día, se debe exclusivamente al azar. Queremos creer en una justicia cósmica que no existe, porque nos gusta pensar que todo tiene un sentido, y no. Todo tiene una explicación, aunque a veces no sepamos encontrarla o la busquemos donde no toca, pero esto significa que todo tenga un sentido. Es más, muchísimas veces la explicación es que infinidad de cosas de las que en el mundo suceden no tienen sentido. O, como cantaba alegremente Marisol en su etapa de niña-prodigio, que la vida es una tómbola, aunque no de luz y de color.
La música de la película es excelente, por bien escogida y bien ejecutada, pero en el aspecto musical hay algo que chirría. Por lo que conozco ese mundo, no me creo que alguien pase en poco tiempo de creer que I´m so lonesome I could cry es una canción de Elvis Presley a liderar una banda de bluegrass, que sin su presencia funcionaba de maravilla, y que eso no altere en lo más mínimo la camaradería reinante en el grupo antes de su llegada. Ahí, la película peca de naïf, como en el resbalón ideológico final de Didier, y eso desentona con la crudeza del conjunto. Por decirlo con otras palabras, Lars Von Trier nunca lo haría.
Se nota que Johan Heldenbergh está en su película, que da vida a un personaje que, en buena parte, surgió de su cerebro y que difícilmente otro actor podría interpretar con tanta convicción (demasiada, en su largo discurso escénico). Veerle Baetens, actriz y cantante a la que tampoco conocía de nada antes de ver Alabama Monroe, hace un trabajo magnífico en lo que a actuar se refiere, aunque en su faceta de vocalista está en un escalón inferior. Los secundarios no tienen demasiado peso y, al contrario que Baetens, se muestran más en su salsa en la parte musical que en la actoral, en la que s labor no pasa de correcta.
Alabama Monroe, que no es ni de lejos una película perfecta, ni el entretenimiento ideal para un sábado por la noche, sí es un film sólido, bien construido, con momentos muy brillantes, una banda sonora de alto nivel y mucho material para la reflexión.