IKARIE XB-1. 1963. 85´. B/N.
Dirección: Jindrich Polák; Guión: Pavel Jurácek y Jindrich Polák, inspirado en la novela La nube de Magallanes, de Stanislav Lem; Dirección de fotografía: Jan Kalis; Montaje: Josef Dobrichovsky; Música: Zdenek Liska; Diseño de producción: Karel Lukas y Jan Zazvorka; Producción: Rudolf Wolf, para Filmové Studio Barrandov (Checoslovaquia).
Intérpretes: Zdenek Stepanek (Capitán Abajev); Frantisek Smolik (Anthony); Dana Medrika (Nina Kirova); Irena Kacirkova (Brigitta); Radovan Lukavsky (Comandante MacDonald); Otto Lackovic (Michal); Miroslav Machacek (Marcel Bernard); Jiri Vrstala (Svenson); Martin Tapak (Kubes); Rudolf Deyl, Jaroslav Mares, Marcela Martinkova, Jozef Adamovic, Ruzena Urbanova.
Sinopsis: En el año 2163, una misión espacial internacional viaja hasta los confines del universo conocido para explorar la galaxia Alpha-Centauri.
Jindrich Polák, director prácticamente desconocido fuera de su país natal, Checoslovaquia, tiene el honor de haber filmado la primera película de ciencia-ficción con cara y ojos llegada desde detrás del Telón de Acero. En aquellos años, el cine checoslovaco, y muchas otras artes, vivían una explosión de creatividad que fue cercenada con la represión posterior a la Primavera de Praga. Ikarie XB-1 ha sido recuperada porque se la considera una de las influencias principales utilizadas por Stanley Kubrick a la hora de inspirarse para dirigir 2001: Una odisea del espacio. El film ha sido restaurado en fechas recientes, recuperándose su versión original, que es la que puede verse en la actualidad.
Aunque no se le nombra en los títulos de crédito, la presencia de Stanislav Lem en la película, tanto en la narrativa como en la concepción estética, es acusada. Ikarie XB-1 es la primera traslación exitosa al mundo del cine del particular universo del novelista polaco. El objetivo era darle un enfoque más intelectual a la ciencia-ficción cinematográfica, lo cual no era excesivamente difícil porque el género, al menos en lo que respecta a los Estados Unidos, siempre había sido relegado a la serie B y, en la década de los 50, acostumbraba a servir de pretexto para la paranoia anticomunista, casi siempre en forma de invasión alienígena. Si bien el principio de la película tiene un tono inquietante (el motivo del cual se descubrirá en el clímax final), el film pronto adquiere un tono plácido, en el que prima la presentación de los personajes, el análisis de las relaciones entre ellos y la descripción de la misión que deben llevar a cabo. Esto puede parecer aburrido (y, de hecho, la larga escena del baile, lo es), pero se agradece la sobriedad en un género muchas veces dado a la histeria, y es precisamente después de la escena más floja del film cuando éste adquiere nuevos bríos. Todo comienza cuando los exploradores del Ikarie, cerca ya de llegar éste a su destino, son enviados a averiguar qué se oculta en el interior de un extraño aparato que vaga por el espacio sin rumbo aparente, y que resulta ser una nave terrestre del siglo XX, cuyos tripulantes presentan signos inequívocos de haber muerto de forma simultánea, por efecto de la radiación que emana de un agujero negro próximo a Alpha-Centauri. Cuando los exploradores regresan al Ikarie y empiezan a mostrar los mismos síntomas, la tensión se adueña de la nave.
Aunque el recurso de ilustrar la práctica totalidad de las transiciones entre escenas con un plano del Ikarie surcando el espacio a toda velocidad es de lo más reiterativo, Jindrich Polák filma con mucho oficio, y sí, Kubrick copió cosas: el carácter internacional de la misión, la armonía que reina entre los tripulantes de distintas naciones, la frialdad y funcionalidad de los decorados, el análisis de las posibilidades de la robótica en los viajes interestelares o la benevolencia con la que se juzga a las demás formas de vida existentes en el espacio exterior, lejos de los marcianos agresivos que estamos acostumbrados a ver en el cine, ya estaban en este film checoslovaco, aunque Kubrick supo llevar todos estos elementos a otro nivel. Los efectos especiales son los que son, pero tampoco es que las películas de ciencia-ficción norteamericanas de esa época los tuvieran mucho mejores. Y la música quizás es el eslabón más débil del conjunto, pues muchas veces cae en los tópicos de las bandas sonoras de la ciencia-ficción barata.
Las interpretaciones son, en general, correctas, aunque en este apartado todo da la sensación de estar demasiado medido y el espacio que se cede al lucimiento de los actores es más bien escaso. Con todo, Otto Lackovic, que interpreta al explorador enfermo y rebelde, y Frantisek Smolik, en el papel del viejo matemático, hacen un trabajo muy convincente, lo mismo que Dana Medrika o Radovan Lukavsky. Todo está muy en la línea del realismo socialista, pero la mayoría de estos actores desconocidos fuera de Checoslovaquia sabe bastante bien lo que se hace.
Ikarie XB-1 es una buena película de ciencia-ficción, cuyo valor principal es el de haber estado ahí antes de Kubrick y de Tarkovski, pero que además está rodada con inteligencia y saber hacer. Su recuperación se antoja, además de necesaria, interesante, y es de celebrar que se haya producido.