SEOULYEOK. 2016. 94´. Color.
Dirección: Yeon Sang-Ho; Guión: Yeon Sang-Ho; Dirección de fotografía: Lee Hyung-Deok; Montaje: Yan Jing-Mo; Música: Jang Young-Gyu; Producción: Yeon Sang-Ho, Lee Dong-Ha y Suh Young-Hoo, para Finecut-Studio Dadashow (Corea del Sur).
Intérpretes: Ryu Seung-Ryong (Voz de Suk-Gyu); Shim Eun-Kyung (Voz de Hye Sun); Lee Joon (Voz de Ki-Woong); Jang Hyuk-Kim (Voz de Mr. Kim); Lee Sang-Hee, Hwang Suk-Jung, Kim Nam-Jin.
Sinopsis: En el exterior de la estación de ferrocarril de Seúl, un indigente parece tener una rara enfermedad. Muy pronto, otras muchas personas empiezan a volverse agresivas y a provocar el caos.
Seoul Station es la precuela animada de Train to Busan, película que supuso el reconocimiento internacional para el director surcoreano Yeon Sang-Ho, y obra absolutamente clave del subgénero zombi (qué duda cabe que he escogido una fecha más que idónea para hablar de él) contemporáneo. Seoul Station no consiguió tanta repercusión como Train to Busan, pero convenció a los seguidores de ésta ofreciendo un drama más sombrío, y de mensaje social más obvio (factor que enlaza el trabajo del director con el del gran gurú de los films de zombis, George A. Romero) que el expresado en el film que se rodó con actores reales.
Los protagonistas de Seoul Station son, cada uno a su manera, parias de la Tierra. No es casualidad, por tanto, que el epicentro de la epidemia zombi se sitúe en el exterior de la estación de ferrocarril, lugar donde, en esa y en otras muchas ciudades del planeta, se dan cita indigentes de todo pelaje. Uno de ellos es la fuente de la infección: la falta de solidaridad con él (apenas un individuo, que tampoco está muy en sus cabales, trata de dar auxilio al enfermo), es su principal detonante. Una joven, que está a un paso de la indigencia y que es explotada sexualmente por la persona que le acogió cuando huyó de un burdel, es testigo de la propagación de la epidemia y emprende una huida desesperada para no convertirse en una víctima más de la plaga, mientras su padre localiza a ese novio-proxeneta, y juntos acuden al rescate de la muchacha en una ciudad que va sumergiéndose en el caos a marchas forzadas.
Yeon Sang-Ho no es tipo de medias tintas, y nos ofrece un vibrante thriller zombi, muy influido en lo que a la estética se refiere por algunos famosos mangas japoneses de corte apocalíptico, donde unos personajes explotados (aunque no pocos de ellos sean, como en la vida misma, también explotadores) huyen hacia ninguna parte, perseguidos por los muertos vivientes y considerados sospechosos por las autoridades que se supone que están ahí para defenderles. La moraleja de la película, que la tiene, es que, si el caos se adueña totalmente de la realidad, hay que protegerse también de quienes tienen el poder o, para ser más concretos, de sus fieles y armados servidores. En Seoul Station no hay lugar para la esperanza, porque a los seres explotados pueden ocurrirles cosas mucho peores que convertirse en zombis.
El director se toma la molestia de presentarnos a los personajes principales, y de elaborar un discurso social bastante incisivo, antes de meterse (y meternos) en harina. Una vez los muertos vivientes entran en escena, Yeon Sang-Ho deja a los espectadores muy poco margen para el respiro, hasta llevarnos a un clímax, situado en un enorme y vacío edificio de apartamentos de lujo en venta, en el que parece decirnos que el apocalipsis zombi lo tenemos bastante merecido. Al director no le puede el efectismo, y de hecho el despliegue sanguinolento tampoco es excesivo, vista la historia que se nos cuenta. La puesta en escena y el enfoque visual es muy años 90, lo que no me parece mal en una época en la que el despliegue técnico suele utilizarse para camuflar la falta de discurso.
Buen trabajo de los actores que ponen voz a los personajes principales, en especial de Ryu Seung-Ryong, pues sabe darle credibilidad al giro de su personaje. También destaca Shim Eun-Kyung, que pone voz a la heroína de la historia y logra transmitir su angustia al público.
Seoul Station quedará como la hermana menor de Train to Busan, y lo es, pero esto no significa en absoluto que sea una película menor. Entretiene, acojona y da que pensar, convirtiéndose en un hito reciente de la animación para adultos llegada de Oriente.