SEVEN PSYCHOPATHS. 2012. 109´. Color.
Dirección: Martin McDonagh; Guión: Martin McDonagh; Dirección de fotografía: Ben Davis; Montaje: Lisa Gunning; Dirección artística: John Dexter; Música: Carter Burwell; Diseño de producción: David Wasco; Producción: Graham Broadbent, Peter Czernin y Martin McDonagh, para CBS Films-Film4-BFI- Blueprint Pictures (EE.UU.-Reino Unido).
Intérpretes: Colin Farrell (Marty); Sam Rockwell (Billy); Woody Harrelson (Charlie); Christopher Walken (Hans); Tom Waits (Zachariah); Abbie Cornish (Kaya); Zeljko Ivanek (Paolo); Harry Dean Stanton (Viejo cuáquero); Long Nguyen (Sacerdote vietnamita); Amanda Warren (Maggie); Olga Kurylenko (Angela); Michael Pitt, Michael Stuhlbarg, Linda Bright Clay, Gabourey Sidibe, Christine Marzano, John Bishop, Richard Wharton, Brendan Sexton III.
Sinopsis: Un guionista de Hollywood en crisis se ve metido en un lío importante cuando su mejor amigo, un actor de talante muy peculiar, secuestra al perro de un importante mafioso local.
Martin McDonagh afrontó el reto de dar continuidad a una ópera prima exitosa (en su caso, Escondidos en Brujas) a partir de otro guión propio. Siete psicópatas, ingeniosa comedia negra metarreferencial, fue el resultado de la apuesta. Considerada inferior a su antecesora, la película, no obstante, obtuvo una buena respuesta general y confirmó que McDonagh era un cineasta del que podían esperarse grandes cosas. No tardó mucho en dar crédito a las expectativas más optimistas.
Si a alguien, al ver esta película, no le vienen a la cabeza los nombres de Quentin Tarantino y Guy Ritchie, es que tiene el punto de mira crítico un poco desviado. La primera escena podría estar firmada por el director de Kill Bill, lo que es a la vez una virtud y un problema. La profesión de Marty, el principal protagonista (y alter ego del director), le da pie a éste a fabricar un atractivo y complejo rompecabezas en el que se mezclan la realidad y la ficción, que al final termina por írsele un poco de las manos. La premisa es atractiva (un guión todavía por escribir llamado Siete psicópatas, y un escritor rodeado de ellos, de tal modo que su obra termina por escribirse sola), y el desarrollo, en general, ágil, aunque la película es mejor en su primera mitad, fresca, frenética, macabra y cargada de ingenio, que en su conclusión, en la que se mezcla lo reflexivo y no todos los aspectos planteados en la narración se resuelven de modo satisfactorio. Compro el discurso de que los psicópatas son mucho más divertidos en el cine que en la vida real, y que en ésta te irá mejor si los mantienes lejos de ti, pero McDonagh no termina de estar en lo reflexivo tan inspirado como en lo adrenalínico y en lo sarcástico. Quizá pretenda abarcar demasiado (¿hacer el Pulp fiction del siglo XXI?), pero lo cierto es que no termina de redondear una faena hasta entonces muy lucida.
Martin McDonagh es un muy bien guionista, y un director más que solvente, que no abusa de los primeros planos e intenta no marear al espectador con efectistas movimientos de cámara (alguno hay, pero muy por debajo de esos directores modernos que creen que el público se les va a dormir si incluyen en su película un plano fijo de treinta segundos). Como escritor, tiene una mano magnífica para los diálogos, buen olfato para definir a sus personajes y amplio conocimiento de cómo desarrollar una trama criminal, aunque en Siete psicópatas le sobre algún regate… o trate de huir de un modo demasiado autoconsciente de las acusaciones, inherentes a esta clase de películas por parte de los censores progres, de banalizar la violencia. En cuestión de localizaciones, en el film se mezclan dos de las grandes referencias paisajísticas del cine criminal norteamericano: los bajos fondos de una gran ciudad, en este caso Los Ángeles, y el desierto situado entre colinas que son a la vez trampa y escondite. En general, McDonagh filma de un modo satisfactorio tanto los interiores, mucho más abundantes al principio, como los exteriores, en los que se desarrolla buena parte de la segunda mitad de la película.
Como los buenos guionistas no abundan en el cine de hoy, los que hay suelen disponer de grandes actores para dar vida a sus personajes. Hay muchos de ellos en Siete psicópatas, pero el mejor de todos es un impresionante Christopher Walken, uno de esos intérpretes capaces de salvar una película mediocre, o de engrandecer una buena, como aquí es el caso. En muchos aspectos (por su serenidad, por su ausencia de miedo) el personaje de Hans es el mejor escrito de la película, pero es la labor de Walken la que consigue que esto se aprecie de veras. El protagonista principal, Colin Farrell, está bien en el papel de constructor y a la vez marioneta de la trama que intenta escribir, y a Sam Rockwell, actor que casi siempre consigue que disfrute con su trabajo, lo encuentro aquí sobreactuado, hasta el punto de que cuando su personaje se come la película, ésta se contagia de sus formas. No me llega a cansar, pero George Clooney sacó mejor partido de Rockwell en Confesiones de una mente peligrosa. Woody Harrelson es de lo más destacable del reparto, en el papel de un mafioso que desprecia a sus semejantes pero adora a su perro, y otro que se hace acreedor de elogios es un Tom Waits que por fin consigue hacer algo bueno en el cine sin que Coppola o Jarmusch estén detrás de las cámaras. En cuanto a los personajes femeninos, cuya escasa relevancia es incluso objeto de un comentario entre profundo y sarcástico, poco que destacar, salvo a Abbie Cornish. Ah, y Zeljko Ivanek es un secundario de lujo, y Harry Dean Stanton no necesita ni mover su reconocible rostro para expresar muchas cosas.
Siete psicópatas es la demostración de que Martin McDonagh no necesita el estado de gracia para hacer buen cine.