STREETS OF FIRE. 1984. 86´. Color.
Dirección: Walter Hill; Guión: Walter Hill y Larry Gross; Director de fotografía: Andrew Laszlo; Montaje: Freeman A. Davies, James Coblentz y Michael Ripps; Música: Ry Cooder; Diseño de producción: John Vallone; Dirección artística: James Allen; Producción: Lawrence Gordon y Joel Silver, para Universal Pictures- RKO Pictures (EE. UU.).
Intérpretes: Michael Paré (Tom Cody); Diane Lane (Ellen Aim); Rick Moranis (Billy Fish); Willem Dafoe (Raven); Amy Madigan (McCoy); Michael Lawson (Oficial Ed Price); Deborah Van Valkenburgh (Reva Cody); Rick Rossovich (Oficial Cooley); Bill Paxton (Camarero); Lee Ving, Elizabeth Daily, Lynne Thigpen, Ed Begley, Jr., Stoney Jackson, Grand L. Bush, Robert Townsend, Mykelti Williamson, Marine Jahan, John Dennis Johnston, Olivia Brown.
Sinopsis: Una cantante de rock en pleno ascenso a la fama regresa a su antiguo barrio para dar un concierto benéfico. En mitad del espectáculo, una banda de moteros la secuestra. Un antiguo soldado, y amor de juventud de la vocalista, acude al rescate.
Después de conseguir el mayor éxito comercial de su carrera con Límite 48 horas, Walter Hill dirigió Calles de fuego, una fábula de rock & roll (según nos informa un rótulo al dar comienzo la película) en la que se mezclan el western, los films sobre bandas de delincuentes juveniles y el musical ochentero. Al parecer, la idea original era que Calles de fuego fuese el primer film de una trilogía protagonizada por su personaje estrella, Tom Cody, pero la tibia acogida que tuvo la película en las taquillas estadounidenses dio al traste con el proyecto.
Para mí, Calles de fuego supone el primer indicio serio de declive en la carrera, hasta entonces muy brillante, de Walter Hill como director de cine. En esta película vuelven a darse cita diversos elementos de una de las obras maestras de Hill, Los amos de la noche, pero sin el mismo grado de inspiración. Los años 80, sin duda, hicieron daño, hasta el punto de que, en muchos momentos, la puesta en escena del film se asemeja a un largo videoclip, vigoroso pero disfrutable sólo a ratos. El guión, que tampoco es que sea gran cosa, sitúa la acción en un entorno que podría llamarse retrofuturista, con muchos guiños a la época en la que surgió el rock & roll, la segunda mitad de la década de los 50, mezclados con paisajes de degradación urbana que remiten al mencionado film anterior de Hill, o incluso a Mad Max. Esto me parece un acierto, pero que no se lleva hasta el final: vista hoy, la película es muy deudora de la época en la que se rodó (por los vicios típicos de la década de los que hace gala, más que nada), y el peso de lo ochentero se impone sobre su presunta atemporalidad. Por poner un ejemplo, la música, que es un elemento fundamental de la película, brilla sobre todo en dos momentos (la interpretación del grupo de doo wop en el autobús y la impresionante, y muy western, llegada de los moteros al ritmo de Rumble antes de la pelea final) que poco tienen que ver con el edulcorado y sobreproducido rock estadounidense que escuchamos en las mejorables canciones interpretadas por la protagonista femenina del film (sí, la música de moda en los 80 suena hoy más antigua que la de décadas anteriores). Dicho lo cual, la escena en la que ésta es secuestrada por la banda liderada por Raven en mitad de un concierto me parece cojonuda.
Planos muy cortos, acertada iluminación tenebrista y velocidad (la importancia de los diversos vehículos en el desarrollo de la trama es capital) son los tres aspectos que más cabría destacar en la puesta en escena, que pese a los tópicos ya mencionados supera en calidad a la parte narrativa, en la que ni el tipo duro, ni la cantante salida del ghetto que se enfrenta al dilema entre el amor verdadero y el ascenso a la fama, ni una galería de secundarios retratados de una manera demasiado esquemática, acaban de dar el pego. Los diálogos juegan a ser potentes y lapidarios, pero más de cuatro veces provocan la sonrisa irónica del espectador.
El reparto es, como mínimo, curioso, y no para bien. Para empezar, Michael Paré es un actor muy limitado, que se queda en un intento de tipo duro cuyas viriles palabras y actitudes no ocultan sus carencias interpretativas. Ese renegado que es Tom Cody requería de un actor en el que la impostura no fuese tan obvia. Por su parte, Diane Lane sí es una buena actriz, pero ni canta las canciones ni consigue imponerse a las limitaciones de un personaje muy tópico. El mejor del reparto es un casi novato Willem Dafoe, que sí sabe hacer de tío duro. Bien Amy Madigan en el papel de mujer nada femenina, y en cuanto a Rick Moranis, pues no desentona, pero tampoco destaca, cosa que sí hace Bill Paxton en el papel de camarero.
Calles de fuego es una película de ritmo frenético y francamente entretenida, pero que, salvo en escenas como la del secuestro aludido anteriormente, o la pelea final entre Cody y Raven, no llega al nivel de The Warriors ni de lejos.