Opino que, en este mundo, hay muy pocas cosas tan chulas como un tío con una guitarra eléctrica. Es más, diría que un hombre que no luzca con una Fender o una Gibson colgada del cuello, o vistiendo un traje de Armani, no lo hará nunca. Entrando en cuestiones estrictamente musicales, creo que el sonido de una guitarra eléctrica bien tocada te salva de muchas sesiones de terapia, de infinidad de tragos para olvidar y de muchos noticiarios televisivos. Ahora que tanto se habla de la decadencia del instrumento, que es indiscutible y se debe, a mi parecer, a la cada vez menor inquietud de las personas de nuestro tiempo por ser creativas, aprender algo que requiera mucho esfuerzo y hacer cosas que vayan más allá de lo alimenticio o lo estúpido, que es a lo que se dedica casi todo el mundo que no emplea sus neuronas en el arte o la ciencia, es hora de buscar culpables. Y de reivindicar la calidad.
Aunque músicos como Charlie Christian, Les Paul o Chet Atkins y, por supuesto, todos los grandes del blues (comenzando por Robert Johnson), fueron decisivos en el desarrollo y la popularización de mi instrumento musical favorito, y pese a que el jazz de los años 50 y 60 gozó con el surgimiento de verdaderos prodigios como Wes Montgomery, Kenny Burrell, Jim Hall, Pat Martino, Barney Kessel, George Benson o Joe Pass, es evidente que el brutal auge de la guitarra eléctrica fue de la mano de la explosión del rock & roll, género en el que las seis cuerdas ruidosas adquirieron una importancia capital. El papel de músicos como Hank Marvin, al frente de los Shadows, o los ídolos de la guitarra surf como Dick Dale o Link Wray no debe ser menospreciado, pero es innegable que el terremoto que supuso la irrupción de Jimi Hendrix y su sonido salvaje, que llevó a una nueva dimensión los riffs duros con los que ya habían experimentado grupos como The Kinks o los propios Beatles, marca el inicio de la época de esplendor. Contar con una guitarra solista de alto nivel se convirtió en una obligación para todo grupo de rock que quisiera llegar alto (de hecho, sin cumplir esta premisa, sólo Emerson, Lake & Palmer lograron un éxito masivo en el rock de aquellos años, si no me equivoco). De aquí surgieron nombres como Jeff Beck, Eric Clapton, Jimmy Page, Ritchie Blackmore, Brian May, Carlos Santana, Jerry García, David Gilmour, Duane Allman, Robert Fripp, Frank Zappa, Steve Howe o Robin Trower, por mencionar sólo a unos cuantos. Por otro lado, los riffs demoníacos de Tony Iommi sentaron las bases del heavy metal, género en el que la preponderancia de la guitarra eléctrica es absoluta. El asunto fue tan serio que la inteligencia musical más aguda del jazz, la de Miles Davis, vio por dónde iban los tiros e introdujo la guitarra rock en sus dominios con el fichaje de un entonces imberbe John McLaughlin. A partir de aquí, aparecieron a diestro y siniestro talentos enormes como Pat Metheny, John Scofield, Bill Frisell, John Abercrombie, Mike Stern, Tommy Bolin, Steve Lukather, Neal Schon, Allan Holdsworth, Eddie Van Halen, Randy Rhoads, Larry Coryell o Al Di Meola, en cuyos lenguajes el rock, el jazz, el blues y, en el caso de muchos de los estadounidenses, también el country, se mezclaban con total naturalidad para disfrute de un público numeroso y entusiasta. La puta gloria, oigan. No pocas personas en el mundo respiramos, todavía, eso.
Y surgió el punk, y se empezó a joder el invento. En principio, la cosa podía tener su lógica como reacción al apabullante virtuosismo de los grupos e instrumentistas más en boga, pues no pocos habían caído en el endiosamiento, pero esa glorificación del do it yourself (en castizo, del tocar mal) acabó trayendo más desgracias que otra cosa. Con el auge de los sintetizadores, el aburguesamiento del rock, la disgregación o el final de las grandes bandas de las décadas anteriores y la toma del poder absoluto por parte de las grandes discográficas frente a los artistas, el feudo por excelencia de la guitarra eléctrica fue, sin duda, el heavy metal. Con alguna honrosa excepción, como la de Slash, los grandes instrumentistas no formaron parte de los grupos más populares del género, sino que su origen hay que encontrarlo bajo la alargada sombra de los guitarristas de los 60 y 70 nombrados en párrafos anteriores. Este hecho les sitúa a casi todos ellos fuera de la órbita del heavy metal más ortodoxo, pero es entre los fans del género donde encontramos al mayor núcleo de seguidores de Steve Stevens, Yngwie Malmsteen, Joe Satriani, Steve Vai, Eric Johnson, Paul Gilbert, Tony MacAlpine, Marty Friedman, Vinnie Moore, Jason Becker, Greg Howe o Blues Saraceno. Entre estos guitarristas se hallan algunos de los mejor dotados técnicamente de la historia, pero la avalancha del grunge, que en muchos aspectos es un neo-punk, dio la puntilla definitiva al héroe de la guitarra en cuanto a popularidad masiva se refiere. Después, el virtuosismo instrumental es visto por muchos entendidos, y por la práctica totalidad de quienes se las dan de ello, casi como un elemento sospechoso, lo cual es una verdadera lástima. Creo que todo músico que ame su profesión debe sentir siempre el deseo de mejorar su técnica: desde hace décadas, el clima reinante en el rock casi le empuja a lo contrario, lo que tampoco ha permitido que el género haya sido capaz de evitar su retroceso en los gustos del gran público. Por suerte, muchos de los guitarristas nombrados continúan sanos, salvos y creativos. Quien escuche sus discos recientes, lo comprobará. Desde los 90, no obstante, los nuevos grandes talentos de la guitarra eléctrica los encontramos (Guthrie Govan, Buckethead y Andy Timmons al margen) en el prog-rock y, por supuesto, en el blues eléctrico y el jazz, géneros apasionantes pero con muy poca presencia en los medios y eventos que otorgan el reconocimiento masivo, cada vez más reservados a individuos con más dotes para la pose que para la música, y esclavos de las modas, que son volubles por naturaleza. Dudo que los 3 Kings (B.B., Freddie y Albert), Muddy Waters, John Lee Hooker, Buddy Guy, Gary Moore, Billy Gibbons, Stevie Ray Vaughan, Johnny Winter, Rory Gallagher, Jeff Healey, Coco Montoya, Alvin Lee, Robert Cray, Robben Ford, Larry Carlton, Stanley Jordan, Joe Bonamassa y todos esos maestros de la guitarra eléctrica que no aparecen en este post vuelvan a estar nunca de moda. Pero, como dijo Miles Davis: so what?
Para ilustrar este articulo, lo más chulo del mundo: un tipo tocando la guitarra eléctrica y vestido con un traje de Armani. Es Reeves Gabrels, miembro de Tin Machine, un proyecto liderado por David Bowie que reivindico desde ya.