BREAKDOWN. 1997. 88´. Color.
Dirección: Jonathan Mostow; Guión: Jonathan Mostow y Sam Montgomery, basado en una historia de Jonathan Mostow; Director de fotografía: Doug Milsome; Montaje: Derek Brechin y Kevin Stitt; Música: Basil Poledouris; Diseño de producción: Victoria Paul; Dirección artística: Lee Mayman; Producción: Dino y Martha Di Laurentiis, para Dino De Laurentiis Company- Spelling Films- Paramount Pictures (EE. UU.).
Intérpretes: Kurt Russell (Jeff Taylor); J. T. Walsh (Red Barr); Kathleen Quinlan (Amy Taylor); M. C. Gainey (Earl); Jack Noseworthy (Billy); Rex Lynn (Sheriff Boyd); Ritch Brinkley (Al); Jack McGee (Camarero); Moira Sinise, Kim Robillard, Thomas Kopache, Vincent Berry, Helen Duffy.
Sinopsis: En mitad del desierto, una pareja que se traslada a San Diego sufre una avería en su automóvil. Un camionero se ofrece a llevar a la mujer al establecimiento más próximo para pedir ayuda, pero cuando el marido llega allí descubre que su esposa ha desaparecido.
La irregular carrera de Jonathan Mostow como director despegó con Breakdown, un thriller más bien modesto que triunfó en las pantallas de medio mundo gracias al boca a oreja, pues se trata de un film que quizá en un primer momento no llamó mucho la atención, pero en el que los resultados son superiores a las expectativas generadas. El éxito de esta película catapultó a Mostow a la realización de grandes producciones dentro de la industria, aunque en esos films no muestra tanta soltura como en el que nos ocupa.
Breakdown es esa película que hemos visto cincuenta veces pero que nos engancha a lo que sucede en la pantalla desde los créditos iniciales hasta el clímax final. Su argumento no tiene nada de novedoso, y no encontraremos por aquí los motivos por los que el film de Mostow es muy superior al típico telefilm de acción que podría perfectamente haber sido. El mérito está en saber mostrarnos, primero, el desamparo de un personaje enfrentado a una tragedia que no entiende y, después, en hacernos ver la transformación que el instinto de supervivencia obra en ese mismo personaje. En este punto, la suspensión de la incredulidad chirría, porque no es muy verosímil, pese al indudable poder de la adrenalina, que un urbanita más bien pijo se convierta en un héroe capaz de sortear toda clase de amenazas y peligros. Mostow dirige con un envidiable sentido del ritmo y una energía que el cine de acción busca siempre y encuentra sólo a veces, pero tampoco es el Sam Peckinpah de Perros de paja. Muchas veces se han tratado en el cine los peligros de las mentes enfermas que se ocultan dentro de la América profunda, pero Mostow los muestra con una energía inusual. Cómo un viaje hacia una nueva vida puede convertirse en una enorme pesadilla: así podría resumirse Breakdown. La cosa ya empieza torcida, porque Jeff Taylor, el protagonista, está a punto de estrellar su reluciente coche nuevo contra una destartalada camioneta en un momento de distracción. El posterior encuentro en la gasolinera con el siniestro conductor de ese vehículo no parece más que un desagradable incidente… hasta que el reluciente automóvil de Jeff se avería en mitad de la nada y la pareja debe separarse para conseguir ayuda y, al tiempo, no dejar abandonadas sus pertenencias en el desierto. A partir de ahí, Jeff y su esposa vivirán una traumática experiencia que difícilmente conseguirán llegar a contar.
A nivel de narrativa cinematográfica, Breakdown contiene diversos elementos que nos remiten a Alfred Hitchcock, pues la historia del hombre común cuya vida se ve amenazada por un enemigo al principio invisible y más tarde tenebrosamente corpóreo es muy del gusto del director londinense. Mostow consigue no pisotear la memoria de Sir Alfred gracias a su brío, a la utilización de unos movimientos de cámara precisos (aunque obvios, los planos contrapicados que retratan al protagonista en sus mayores momentos de desamparo no dejan de ser un buen recurso) y a unos apoyos técnicos de alto nivel. El montaje, elemento primordial en toda película, pero en especial en aquellas que buscan hipnotizar al espectador, merece muy buena nota, y la música de Basil Poledouris consigue crear tensión desde una perspectiva más bien minimalista, para alcanzar en las escenas finales esos niveles de espectacularidad que siempre cabe esperar de este compositor.
Como bien supo ver John Carpenter muchos años atrás, Kurt Russell puede perfectamente ser un héroe de acción capaz de actuar, valga la redundancia, no sólo en el sentido musculoso del término, sino también en el interpretativo. En él se apoya toda la película, y Russell se desenvuelve más que bien. Un secundario de toda la vida, J.T. Walsh, retrata con elogiable oscuridad al cabecilla de la siniestra banda que se dedica a desvalijar a los conductores con aspecto de ser ricos que tienen la mala suerte de transitar por sus dominios, y Kathleen Quinlan, buena actriz que combinaba por entonces su presencia como secundaria en grandes producciones con discretos trabajos televisivos, sale bien parada de su papel de esposa sufriente. Aplausos para M.C. Gainey, aquí un malvado de manual cuya imagen está muy inspirada en la del fallecido líder de Motorhead, Lemmy Kilmister, y buen tono general de los secundarios, ya sean quienes interpretan a los agentes de policía o a los siniestros lugareños.
Aunque, si la analizamos desde un ángulo político-social (que el film, por otra parte, insinúa no pocas veces), la película encierra una lectura bastante conservadora, Breakdown es, sobre todo, un trepidante thriller de una calidad bastante superior a la que suele ofrecer el género en las décadas más recientes.