UMI YORI MO MADA FUKAKU. 2016. 117´. Color.
Dirección: Hirokazu Kore-eda; Guión: Hirokazu Kore-Eda; Dirección de fotografía: Yutaka Yamazaki; Montaje: Hirokazu Kore-Eda; Música: Hanaregumi; Dirección artística: Keiko Mitsumatsu; Producción: Tsugihiko Fujiwara, Takashi Ishihara, Kazumi Kawashiro, Kaoru Matsuzaki, Hijiri Taguchi, Tom Yoda y Akihiko Yose, para GAGA- Aoi Promotion-Bandai Visual Company- Fuji Television Network (Japón)
Intérpretes: Hiroshi Abe (Shinoda Ryota); Yoko Maki (Kyoko Shiraishi); Taiyo Yoshizawa (Shingo Shiraishi); Kirin Kiki (Yoshiko Shinoda); Satomi Kobayashi (Chinatsu Shinoda); Sosuke Ikematsu (Kento Machida); Isao Hashizume (Mitsuru Niida); Lily Franky (Jefe de la agencia de detectives); Yuri Nakamura, Kazuya Takahashi, Yukiyoshi Ozawa, Rie Minemura, Izumi Matsuoka, Kanji Furutachi, Daisuke Kuroda, Mickey Curtis.
Sinopsis: Un novelista fracasado, que trabaja en una agencia de detectives, se debate entre su ludopatía y sus intentos por recuperar a su familia.
Con el paso de los años, el director japonés Hirokazu Kore-Eda ha conseguido labrarse una sólida reputación internacional gracias a una obra de marcado carácter intimista que casi siempre es bien acogida en los certámenes cinematográficos de mayor pedigrí. Después de la tormenta se estrenó en la más interesante de las secciones paralelas del festival de Cannes, Una cierta mirada, y sin ser una de las obras más importantes de Kore-Eda, sí es un film de bastante calidad.
Como es costumbre en su autor, Después de la tormenta es un retrato de familia, un poco en la estela de uno de los grandes cineastas nipones de la historia, Yasujiro Ozu. Pero los tiempos han cambiado, y el leitmotiv de la carrera de Hirokazu Kore-Eda podemos hallarlo en la famosa frase de Tolstoi que dice que todas las familias felices se parecen, mientras que las desgraciadas lo son cada una a su manera. En esta ocasión, el conflicto se hila en torno a Shinoda, un hombre de mediana edad cuya vida se está yendo a pique por deméritos propios. Dotado de talento literario, Shinoda escribió una novela en su juventud que alcanzó cierta fama, pero no supo darle continuidad a su carrera como escritor y debe sobrevivir trabajando como empleado en una agencia de detectives. Su matrimonio, del que nació un hijo, naufragó tiempo atrás porque Shinoda posee dos características que, lógicamente, ninguna esposa en su sano juicio sería capaz de apreciar: la apatía y la ludopatía. La llegada del enésimo tifón a la ciudad, justo en el día de la visita mensual de Shinoda a su hijo, provoca que la familia deba pasar junta una noche en el hogar materno del presunto novelista.
Resulta llamativo que un cineasta tan japonés como Kore-Eda ponga su foco en un personaje que, más allá de sus rasgos físicos, parece más latino que nipón, Shinoda es un vago de manual, casi un vitelloni felliniano, lo cual es especialmente chocante en un país con una ética del trabajo tan marcada como es Japón. Usando la figura del cabeza de familia desaparecido, un bala perdida cuyo hijo, con quien no tenía una relación especialmente buena, termina por seguir fielmente sus pasos, Kore-Eda toca de nuevo uno de sus temas predilectos como director: el peso de los genes (o, por decirlo de otra manera, lo mucho que nos parecemos a nuestros progenitores, también en los defectos). En la película, los hombres son débiles, en contraste con las mujeres, mucho mejor dotadas para afrontar los vaivenes de eso que llamamos el mundo real. La pérdida de los roles tradicionales crea confusión y conflicto, máxime en un país tan apegado a sus costumbres ancestrales como Japón, y en esto se apoya Kore-Eda para dar cuerpo a su película. Todo esto lo hace con un estilo visual minimalista, en el que la cámara permanece estática en todo momento. Incluso a la hora de mostrar el efecto catártico que provocan la tormenta y el reencuentro familiar en su protagonista, el director lo hace de un modo sordo, casi imperceptible. El film es de desarrollo pausado, de narrativa sutil y de tono reflexivo, lo que hace que, en estos tiempos de superhéroes, efectos visuales, sexo, sangre, cinismo y oscuridad, el cine de Hirokazu Kore-Eda se sitúe en las antípodas de las modas imperantes. Esto lo considero una virtud en sí misma, aunque creo que el director ha explicado esta historia de manera más inspirada en anteriores ocasiones.
La labor del reparto es, en general, muy correcta. Hiroshi Abe, uno de los actores más solicitados del audiovisual japonés contemporáneo, hace una interpretación sobria de un personaje tan consciente de su fracaso como incapaz de tomar decisiones que le lleven a no hundirse todavía más en él. Kirin Kiki, la actriz que interpreta al otro gran personaje de la película, la madre de Shinoda (un ser que no se priva de reconocer que la viudedad ha supuesto para ella un alivio), hace gala de veteranía y carácter, Satomi Kobayashi, quien da vida a la hermana de Shinoda, también encuentra espacio para el lucimiento aunque, paradójicamente, la mejor escena de su personaje es una en la que éste no aparece en pantalla. El joven Sosuke Ikematsu cumple, sin más, y lo mismo puedo decir de Yoko Maki, que interpreta a la esposa del protagonista, y del peculiar Lily Franky.
Después de la tormenta, que para mí es una buena película, no me parece muy recomendable para quienes no conozcan la obra anterior de Hirokazu Kore-Eda (sugiero ver antes De tal padre, tal hijo), ni para aquellos que disfrutan con el cine que está de moda en esta época, pero sí es interesante para aquellos que quieran estar en contacto con el mejor cine de autor japonés que se hace hoy en día.