YOU WERE NEVER REALLY HERE. 2017. 88´. Color.
Dirección: Lynne Ramsay; Guión: Lynne Ramsay, basado en la novela de Jonathan Ames; Dirección de fotografía: Tom Townend; Montaje: Joe Bini; Música: Jonny Greenwood; Diseño de producción: Tim Grimes; Dirección artística: Eric Dean; Producción: Rosa Attab, James Wilson, Lynne Ramsay, Pascal Caucheteux y Rebecca O´Brien, para Why Not Productions- Film4-BFI (Reino Unido).
Intérpretes: Joaquin Phoenix (Joe); Judith Roberts (Madre de Joe); Ekaterina Samsonov (Nina Votto); Frank Pando (Ángel); Alex Manette (Senador Albert Votto); Dante Pereira-Olson (Joven Joe); Alessandro Nivola (Gobernador Williams); John Doman (John McCleary); Scott Price (Pistolero agonizante); Larry Canady, Vinicius Damasceno, Claire Hsu, Jonathan Wilde, Kate Easton.
Sinopsis: Un veterano de guerra, que se dedica a rescatar a chicas raptadas por redes de prostitución de menores, reciba la llamada de un senador cuya hija ha sido víctima de una de esas redes.
La directora escocesa Lynne Ramsay consiguió un notable reconocimiento internacional con Tenemos que hablar de Kevin, lo que le abrió la puerta de acceso a producciones más ambiciosas como su siguiente largometraje, En realidad nunca estuviste aquí, que adapta una novela de Jonathan Ames y fue recibido con gran expectación y críticas dispares, aunque con un consenso generalizado en cuanto a que el film más reciente de Ramsay no tenía la misma calidad que su antecesor.
La película, oscura y sórdida, ha sido comparada con Taxi driver, lo cual es todo un pasaporte a la decepción porque es casi imposible acercarse al nivel del film de Scorsese. Es cierto que hay prostitución de menores, y un hombre solitario empeñado en liberar a las chicas atrapadas en esas redes, así como también hay una campaña electoral para designar gobernador de por medio, pero las similitudes no van mucho más allá, y las comparaciones son odiosas. Ramsay se empeña, quizá demasiado, en conseguir una atmósfera turbia, lo que resulta redundante por cuanto el relato ya lo es por sí solo. Uno diría que la directora se ha imbuido del espíritu de un Nicolas Winding Refn y opta por un estilo visualmente recargado, y por una narración fragmentaria y parca en diálogos, que por momentos se imponen a la historia y la hacen avanzar a trompicones. A la hora de mostrar la violencia, Ramsay elige mejor, pues lo hace de forma seca, cortante, sin esquivarla y sin recrearse.
El espíritu del film es nihilista: su personaje principal es un antihéroe que trata de combatir a su peculiar manera una de las plagas más repugnantes de este mundo nuestro. Se trata de un hombre instalado en la cuarentena, que vive con su anciana madre y ha conocido desde muy pequeño los aspectos más siniestros de la naturaleza humana. Un superviviente, casi a su pesar, que se enfrenta, en solitario y a golpe de martillo, a seres tan despreciables como peligrosos. El encargo de rescatar a la hija adolescente de un senador hará que el protagonista compruebe, de la manera más cruda, que la escoria de la sociedad no se encuentra sólo en los estratos más bajos de la pirámide, como tantas veces se nos quiere hacer creer. Ramsay, mejor directora que guionista en mi opinión, mezcla momentos muy crudos con otros en los que busca crear poesía visual, algo que consigue sin ninguna duda en una escena submarina que me parece uno de los grandes logros de la película. Otras veces, lo que vemos en pantalla no está a la altura de las pretensiones de su máxima artífice, pues al falso flashback final no le encuentro el sentido, y el clímax, que se desarrolla en la villa del gobernador Williams, no está resuelto de la mejor manera.
Si bien los tics modernos en el enfoque narrativo y visual de la propuesta no me acaban de convencer, sí lo hace la banda sonora, compuesta por un tipo talentoso como Jonny Greenwood. La mezcla entre su partitura, en la que predomina lo electrónico, con viejas canciones ligeras sí me parece un acierto, pues consigue mostrar la faceta más sensible del protagonista y mostrar la relación con su madre con una brillantez que no encuentro en la descripción del resto de personajes.
Para Joaquin Phoenix, actor siempre intenso que se ha especializado en interpretar a personajes que viven en el alambre (o en el más puro desequilibrio), el personaje al que da vida en esta película le supone retomar el que bordó a las órdenes de Paul Thomas Anderson en Puro vicio, aunque aquí el rol de Phoenix está desprovisto de todo distanciamiento irónico. El trabajo del actor es bastante bueno, aunque le veo encasillado en esta clase de papeles. Del resto del reparto, mucho más desconocido para quien esto escribe, la que se lleva la palma es Judith Roberts como la anciana madre del protagonista, pues esta actriz nunca deja de acertar con las esencias de un personaje complejo, pero a la vez el único que es retratado con cariño. La casi debutante Ekaterina Samsonov me parece inexpresiva, y las intervenciones de Frank Pando y Alessandro Nivola son demasiado episódicas como para poseer verdadera entidad.
Hay otra similitud con Taxi driver: el mensaje de la película es que, para quienes prostituyen a menores, el justo castigo es la muerte. Mensaje que, también, encontramos en muchas películas protagonizadas por Charles Bronson, aunque a éstas siempre se las calificaba de fascistoides, cuando ese calificativo estaba mucho menos de moda que ahora. En todo caso, En realidad nunca estuviste aquí es una buena película que deja la sensación de que, con menos ínfulas de modernidad, podría haber dado más de sí.