En (muy contadas) ocasiones, uno se lleva sorpresas agradables cuando viaja en transporte público. Me sucedió ayer, mientras me dirigía en autobús hacia el colapsado centro de esta ciudad, en la que dicen que esta semana se celebra un importante congreso de no sé qué, para alegría de hosteleros, restauradores y dueños de clubs de alterne.
Ahí me tienen, subiendo al bus una vez liberado del tedio laboral. Entre empujones, exceso de calor humano y la esquiva de gentes de apariencia desvalida, pero que demuestran una envidiable agilidad cuando se trata de pescar un asiento libre, fui a parar a un espacio más o menos despejado del fondo del autobús. Allí, dos hombres hablaban de un tema de moda en estos lares. Uno de ellos (pelo entrecano, delgado, barba de pocos días, ropa de Alcampo, aspecto de haber superado los cincuenta) llevaba un libro de Byung Chul Han junto a una carpeta de color verde, lo que me hizo suponer que el tipo tendría discurso. El otro (mucho más joven que su interlocutor, alto, pelo rizado, camiseta de Pearl Jam) llevaba en la mano izquierda una chaqueta, y lo que parecían ser unos apuntes fotocopiados. Hablaban bajito, en tono de confidencia, aunque para los que estábamos al lado era difícil no escucharles. Transcribo la parte del diálogo que me parece más reveladora:
- Ara resulta que ningú va fer res, tu- dijo el más joven.
- Ja, quins collons. I es lliuraran de rebre la gran hòstia només perquè aquí, des que la va dinyar en Franco, els cops d´Estat surten molt cutres.
- …
Algo menos pesimista respecto al futuro de la humanidad que antes de subir al autobús, bajé y seguí mi camino.