KIDS. 1995. 89´. Color.
Dirección: Larry Clark; Guión: Harmony Korine; Dirección de fotografía: Eric Edwards; Montaje: Christopher Tellefsen; Música: Lou Barlow y John Davis; Diseño de producción: Kevin Thompson; Producción: Cary Woods, para Guys Upstairs- Independent Pictures (II)- Kids NY Limited-Killer Films-Miramax-Shining Excalibur Films (EE.UU.).
Intérpretes: Leo Fitzpatrick (Telly); Justin Pierce (Casper); Chloë Sevigny (Jennie); Rosario Dawson (Ruby); Jon Abrahams (Steven); Michele Lockwood (Kim); Carisa Glucksman (Joy); Yakira Peguero (Darcy); Harold Hunter (Harold); Sajan Bhagat, Billy Valdés, Billy Waldeman, Javier Núñez, Luis Núñez, Julia Mendoza, Francine Fuertes, Joseph Knopfelmacher.
Sinopsis: Un día en la vida de unos chicos de extrarradio obsesionados con el sexo y las drogas.
Del encuentro entre el fotógrafo Larry Clark y el escritor y guionista Harmony Korine surgió, ya entrados los años 90, Kids, desolador retrato generacional que tuvo muy buena acogida y lanzó las muy irregulares carreras cinematográficas de sus artífices. Con pretensiones de documental, la película se convirtió en paradigma del cine independiente de su época y marcó un punto de inflexión en la manera en la que el cine estadounidense retrataba las vidas de los jóvenes de los barrios bajos.
Pienso que, más que a los adolescentes, Kids está dirigida a sus padres, en plan sé lo que hacen vuestros hijos cuando no estáis delante. En este sentido, es casi una película de terror, pues en ella se hacen realidad todas las pesadillas de quienes tienen hijos quinceañeros, pero la considero más bien una fábula moral. La llamativa ausencia de personajes adultos (apenas dos asistentas sociales, la poco ejemplar madre de uno de los protagonistas y un taxista que imparte lecciones de felicidad mientras sortea los atascos) ejemplifica la ausencia de referentes que padece la juventud desde hace décadas. El retrato que plantean Clark y Korine es parcial, y un punto tendencioso, pues toda la muchachada que aparece en la película suma aproximadamente medio cerebro. El nini en su máximo esplendor, podría decirse.
La acción transcurre en apenas 24 horas, en apariencia intrascendentes pero que marcarán (para mal) la existencia de sus principales protagonistas. La moraleja del film es clara: la adolescencia es esa etapa de la vida en la que uno tiene mucho más a perder que a ganar. O, dicho de otra forma, una época en la que es mucho más fácil joderse para siempre la existencia que dejarla bien encarrilada de cara al futuro. Las drogas y el sexo descontrolado, que son las prioridades casi absolutas de cada uno de los personajes, hacen el resto. Todo queda claro desde el principio, en el que se alternan las conversaciones de grupo de los jóvenes, reunidos por sexos: como es lógico, la conversación masculina se centra en los coños y las drogas, y la de las chicas, haciendo gala de la mayor sensibilidad inherente al sexo femenino, se centra en aspectos de mayor enjundia intelectual, como el dolor típico del primer polvo o el sabor del semen. Hechas las presentaciones, la narración se centra en Telly, el desvirgador oficial del grupo; en su inseparable amigo Casper, un skater colgado, y en Jennie, una chica cuya desgracia se escribe en siglas: VIH.
La película juega bien a las claras la carta de la espontaneidad: se intenta que los jóvenes interpretes sean vistos como adolescentes reales que actúan como si no estuvieran ante las cámaras: puro cinéma-verité. Algunas escenas, como la de la pelea en el parque, son innecesariamente largas; otras se quedan en la intrascendencia, lo que por otra parte casa con la vida de unos muchachos que no son socialmente otra cosa que pura carne de cañón. El mensaje es desesperanzado, lejos del jolgorio indoloro típico de la comedia adolescente estadounidense. A nivel visual, eso sí, se nota que Larry Clark es un destacado fotógrafo, pues siempre busca planos estéticamente poderosos (ya desde la forma de captar los apasionados besos entre Telly y una de sus jóvenes víctimas en la primera escena de la película) y, muchas veces (véanse el paseo de una colocada Jennie entre los despojos de la fiesta casera), los consigue. Los apuntes musicales más destacables vienen de un grupo, los Beastie Boys, dotado de una capacidad neuronal infinitamente superior a la de los protagonistas.
En el cine, muchas veces se da la paradoja de que los actores no profesionales resultan menos creíbles interpretándose a sí mismos que quienes saben utilizar bien la impostura. Kids se resiente del hecho de que uno de sus principales intérpretes, Leo Fitzpatrick, es un actor bastante malo. Justin Pierce, que interpreta a Casper y tuvo una carrera cinematográfica muy breve, lo hace mucho mejor, aunque quienes demuestran mayor talento son dos actrices que debutaban en la gran pantalla y lograron hacer carrera: Rosario Dawson y, sobre todo, una Chloë Sevigny que ya apuntaba muy buenas maneras. Poco más a destacar en el plano interpretativo, pues el resto del elenco no merece más que un aprobado justito, en el mejor de los casos.
Imperfecta por definición, Kids no deja de ser una película interesante, además de la mejor de las dirigidas por Larry Clark. Más que recomendable para los adolescentes, que es el público a la que en teoría va orientada, considero que esta obra es muy adecuada para sus progenitores.