Adiós a Rogelio Sosa, leyenda del Real Betis Balompié y futbolista de cuyas habilidades oí hablar desde muy pequeño. Dicen los que entienden del tema que Rogelio era un artista del balón, un genio inconstante que en sus mejores tardes dejaba al personal boquiabierto con la pelota pegada a su bota izquierda. Esencia pura y símbolo del club en el que jugó desde 1962 a 1978, e inventor de una famosa frase (correr es de cobardes) popularizada en otras latitudes por un jugador que compartía con Rogelio el enorme talento y la irregularidad perpetua, Charly Rexach. Jugadores como ellos son los que han hecho y hacen grande el fútbol, más allá de mercadotecnias y derechos televisivos. En sus últimos años vestido de corto, el de Coria del Río vivió el triunfo verdiblanco en la primera Copa del Rey disputada tras la restauración de la democracia en España, pero no todo se mide en títulos: Rogelio figura entre los grandes nombres de la historia de un club único, para lo bueno y para lo malo. Con eso, y con el respeto y la admiración de quienes le recuerdan, incluyendo a jugadores y aficionados del eterno rival, está todo dicho.