CRAZY, STUPID, LOVE. 2011. 118´. Color.
Dirección: Glenn Ficarra y John Requa; Guión: Dan Fogelman; Director de fotografía: Andrew Dunn; Montaje: Lee Haxall; Diseño de producción: William Arnold; Música: Christophe Beck y Nick Urata; Dirección artística: Sue Chan; Producción: Denise Di Novi y Steve Carell, para Carousel Productions (EE.UU).
Intérpretes: Steve Carell (Cal); Julianne Moore (Emily); Ryan Gosling (Jacob); Emma Stone (Hannah); Analeigh Tipton (Jessica); Jonah Bobo (Robbie); Marisa Tomei (Kate); Kevin Bacon (David Lindhaghen); Joey King (Mollie); John Carroll Lynch (Bernie); Liza Lapira (Liz); Josh Groban (Richard); Beth Littleford, Julianna Guill, Crystal Reed, Dan Butler, Jenny Mollen.
Sinopsis: Cuando, después de toda una vida juntos, Emily le pide el divorcio a Cal, éste se queda destrozado. Tanto que Jacob, un especialista del ligue, se ofrece a ayudarle para recuperar su autoestima.
Crazy, stupid, love es el segundo largometraje dirigido por el dúo que forman Glenn Ficarra y John Requa, tras Philip Morris ¡Te quiero! A diferencia de lo ocurrido en su ópera prima, los directores abordaron un guión ajeno, escrito por uno de los escritores de comedia más prolíficos y exitosos de este siglo, Dan Fogelman. La película tuvo un moderado éxito comercial y mejores críticas en su país de origen que en la mayoría de los otros países en los que se estrenó.
Al ver Crazy, stupid, love es casi imposible no pensar que Hollywood (la película sólo puede concebirse como independiente si se toma este término en su concepto más amplio) te está vendiendo la misma comedia romántica almibarada de toda la vida, aunque con una buena capa de barniz para que parezca más moderna. Lo que sucede es que, esta vez, el guión es muy ingenioso y consigue, aunando buenos diálogos y un diestro manejo del devenir de varias historias cruzadas, que el espectador se trague la píldora por enésima vez, incluso si, como es mi caso, ese espectador considera que el amor romántico es uno de los más desafortunados inventos de la humanidad, junto a la dinamita y el reggaetón. La película es tramposa, lo intuimos desde el principio y lo comprobamos al final, pero acierta al mostrar su propio artificio en su pretendida escena cumbre (digo pretendida, porque las hay mejores), la del discurso de graduación de Robbie, el hijo adolescente enamorado de su canguro, interrumpido por su padre: la verdad se os sirve con voz infantil, parecen decirnos Fogelman/Ficarra/Requa; pero debéis creeros la otra…
El mérito del libreto es que casi siempre acierta con la comicidad, y que en los aspectos dramáticos oscila entre el tino y el naufragio con cierta gracia. Tenemos a una mujer de mediana edad insatisfecha en su matrimonio, a un hombre tan bueno como insulso, cuya reacción ante la noticia de que el amor de su vida se ha cansado de él y quiere el divorcio es tan poco viril que uno piensa que se merece que le abandonen. Hasta aquí, bien. Tenemos al hijo adolescente de la pareja, ese híbrido entre lúcido y salido tan propio de la edad, y a su canguro, amada por el niño y enamorada del padre. Aquí, un poco peor. Y tenemos a la joven que busca al amor de su vida y al ligón infalible. En este punto, la sombra del tópico se hace muy alargada y la película anuncia las flaquezas que lastrarán su final. El hombre abandonado consigue que el gran seductor le convierta en alguien muy parecido a él (cosa que resulta creíble hasta cierto punto, porque la gente no cambia tan fácilmente), pero es de los que piensa que en la vida sólo hay un amor verdadero (bien) que ha de ser para toda la vida (permitan que me ría), y no ansía otra cosa que recuperar a su mujer, pretendida por un compañero de trabajo con el que ya ha tenido una aventura. Los elementos más subversivos de la película (el adolescente pillado con las manos en la masa por su amada, la joven que envía fotos sexuales a un hombre de la misma edad que su padre) se quedan sólo en la superficie, porque en el fondo, el film es tan conservador como las comedias del Hollywood de los años del Código Hays al abordar la guerra de sexos, ese conflicto del que nadie sale ileso: al final, todos acaban con quienes deben acabar, de acuerdo a las leyes de la moral y las buenas costumbres, y ya os habéis tragado otra vez la pastillita. Servida con gracia, repito.
La película tiene momentos técnicamente brillantes, como el modo de mostrar a los distintos ligues de Cal con un simple movimiento de cámara alrededor de un bar de esos que sólo se ven en las películas, escena en la que se hace gala de una capacidad de síntesis que en otros momentos brilla por su ausencia. Casi siempre se opta por lo funcional, en servir al guión más que en servirse de él, pero la puesta en escena es más que correcta. El manido recurso de recurrir a canciones famosas para mostrar los sentimientos de los personajes funciona mejor cuanto más se aleja del cliché (Talking Heads, por ejemplo).
Steve Carell, gran protagonista de la película y también coproductor, es un actor que me provoca ciertos reparos, aun reconociendo que posee cierto nivel. Después de verle en un rol hecho a su medida, me ratifico en ambas cosas. Adoro a Julianne Moore, como cualquiera que entienda un poco de qué va eso de la interpretación, pero opino que en esta película no acaba de estar bien dirigida y en determinadas escenas se pasa de intensa. Ryan Gosling es el intérprete perfecto para incorporar a un empotrador de la pradera, pues uno le encuentra de lo más idóneo para el papel, pero la redención por amor del casanova empedernido es un topicazo como una catedral que difumina la labor de quien le da vida. Le salva su indiscutible química con Emma Stone, años antes de impresionar al mundo con una película bastante mejor que ésta. Stone es la nueva novia de América, aunque me parece mejor actriz y menos idiota que muchas de las actrices que le precedieron luciendo ese título honorífico. Me gusta mucho el trabajo de Marisa Tomei y Kevin Bacon, que interpretan a los dos perdedores de la película. Algo menos complacido me quedo con la labor de Analeigh Tipton y Jonah Bobo, el dúo de adolescentes, cuya labor no pasa de correcta.
Se deja ver con agrado, tiene muchas virtudes, desfallece al final y es condenadamente tramposa. Esto es, en mi opinión, Crazy, stupid, love.