SUSPIRIA. 1977. 93´. Color.
Dirección: Dario Argento; Guión: Dario Argento y Daria Nicolodi; Director de fotografía: Luciano Tovoli; Montaje: Franco Fraticelli; Música: I Goblin, Dario Argento; Diseño de producción: Giuseppe Bassan; Producción: Claudio Argento, para Seda Spettacoli (Italia).
Intérpretes: Jessica Harper (Susy Benner); Stefania Casini (Sara); Flavio Bucci (Daniel); Miguel Bosé (Mark); Joan Bennett (Madame Blanc); Alida Valli (Miss Tanner); Udo Kier (Dr. Frank Mandel); Barbara Magnolfi (Olga); Susanna Javicoli, Rudolf Schündler, Eva Axén, Margherita Horowitz, Renato Scarpa, Renata Zamengo.
Sinopsis: Una bailarina estadounidense llega a una prestigiosa academia alemana la noche en que una de las alumnas es asesinada.
El nombre de Dario Argento es uno de los más importantes del cine de terror italiano. Heredero de los primeros maestros del giallo, como Mario Bava, Argento modernizó el subgénero, le dio vocación internacional y lo fue acercando al slasher, dotándolo además de un barroquismo visual marca de la casa. Por todo ello, el director romano goza de gran prestigio entre ciertos sectores de la cinefilia, aunque existe consenso al afirmar que sus primeras obras son de mayor calidad que las que le sucedieron. Suspiria pertenece a esa primera etapa, y fue rodada justo a continuación de la que tal vez sea la mejor película de Argento, Rojo oscuro.
Inspirada en una narración de Thomas de Quincey, la película es una especie de versión macabra de Alicia en el país de las maravillas en la que la protagonista, Susy Benner, una joven bailarina norteamericana llegada a la Selva Negra, se ve sumida en un entorno pesadillesco nada más aterrizar en el aeropuerto de Friburgo. Allí, la reciben una fenomenal tormenta, un taxista de lo más hosco y una voz que desde el interfono le veda el acceso a la academia en la que ha de continuar sus estudios. La joven se ve obligada a volver sobre sus pasos, no sin antes ver a una joven abandonar el edificio en estado de shock y deambular por los bosques cercanos mascullando palabras sin sentido. A la mañana siguiente, Susy es informada de que esa joven fue brutalmente asesinada, y se ve inmersa en su propio mal sueño.
Hay dos aspectos fundamentales a reseñar en Suspiria: su endeblez narrativa y su notable eficacia como espectáculo de terror. El guión es flojo, se mire por donde se mire: que todo sea una gigantesca pesadilla no justifica los diálogos pobres o la ausencia de lógica de las situaciones planteadas. Argento, también guionista del film junto a Daria Nicolodi, juega a acumular elementos clásicos en el cine de terror (brujería, mansión encantada, asesinos muy diestros en el manejo del cuchillo jamonero y hasta muertos vivientes), pero no logra darle una mínima coherencia al conjunto, que en algunas escenas funciona muy bien como hecho aislado, sin que jamás llegue a hacerlo como un todo. Los secundarios aparecen y desaparecen sin atender a una lógica, y el desenlace de la trama, que me parece brillante en un film que pierde fuelle en su parte central (la escena en la que Susy habla con los psiquiatras en el Palacio de Congresos es aburrida, un verdadero anticlímax), no deja de estar sostenido con alfileres.
Dicho lo cual, Suspiria me parece un gran guiñol terrorífico muy logrado, colorista y bizarro, en el que todos los elementos (escenografía, encuadres, efectos de sonido, la recurrente melodía de I Goblin…) se conjuntan con el único objetivo posible, el de provocar miedo en el espectador. Argento es un cineasta efectista, rasgo más que evidente desde sus primeras obras, pero en las más certeras, y ésta lo es, también sabe ser efectivo. La atmósfera fantasmagórica, esa delirante pesadilla que es la película entera desde que Susy sale del aeropuerto en la escena inicial, no sólo redime buena parte de las deficiencias narrativas, sino que, por momentos, las sublima. Se nota que a Argento le interesa más la sangre que el ballet, lo mismo que los encuadres rebuscados más que lo meramente funcional, y su gusto por el exceso se agradece, en especial cuando la película se desata y Susy recorre los alucinantes (y alucinógenos) corredores ocultos del castillo. La trama puede no tener sentido, pero el disfrute visual, en particular para los cinéfilos amantes del barroquismo, es importante.
En el internacional reparto, de todo hay. Jessica Harper, que por entonces se hallaba en el momento álgido de su guadianesca carrera, contribuye al conjunto poniendo una cara de miedo permanente, como si se tratara de una Judy Garland metida en el cerebro de Mr. Hyde. Bien, pero echo en falta más matices. Stefania Casini, actriz cuyo talento brilla más en otros contextos, también aprueba, cosa que no podemos decir de un Miguel Bosé, etapa Don Diablo, que hyace gala de unas dotes interpretativas más bien escasas. Lo mejor son dos veteranas, una Joan Bennett rescatada de su retiro y muy siniestra, y la siempre carismática Alida Valli, aquí metida en la piel de un muy germánico personaje.
Suspiria es un compendio de las virtudes y defectos de Dario Argento como cineasta. Eso sí, gana las primeras. Como mal sueño de hora y media, la película no defrauda.