MADRE. 2017. 18´. Color.
Dirección: Rodrigo Sorogoyen; Guión: Rodrigo Sorogoyen; Dirección de fotografía: Álex de Pablo; Montaje: Alberto del Campo; Dirección artística: Lorena Puerto; Producción: María del Puy Alvarado, para Caballo Films- Apache Films-Malvalanda (España).
Intérpretes: Marta Nieto (Marta); Blanca Apilánez (Madre de Marta); Álvaro Balas (Iván); Miriam Correa.
Sinopsis: Una mujer recibe la llamada de su hijo pequeño, que está pasando unos días en la costa con su padre. Sin embargo, el niño lleva un rato solo en la playa y el hombre no aparece.
Madre es el segundo, y más exitoso, cortometraje dirigido por Rodrigo Sorogoyen, que se embarcó en este proyecto después de consagrarse con el thriller policíaco Que Dios nos perdone. La excelente acogida de este film minimalista le llevó a competir por el Oscar en su categoría, prueba de que las propuestas del joven cineasta madrileño son capaces de triunfar más allá de nuestras fronteras.
Sorogoyen es bueno. En cine, una de las pruebas del algodón más eficaces para detectar el talento es comprobar la capacidad de un director para conseguir mucho con poco. Con Madre, se supera con nota el reto, porque con dos planos de una playa solitaria, que abren y cierran la película, y un largo plano-secuencia cuyo eje es la llamada telefónica de un niño a su madre, se logra una paulatina sensación de angustia de la que es complicado abstraerse. En consecuencia, no hay apenas trabajo de montaje, sino un modelo de planificación a pequeña escala en el que un espacio en apariencia tan neutro como el que forman el pasillo y la sala de estar de un piso cualquiera se transforma en una agobiante prisión para una mujer que descubre que su hijo está solo, a cientos de kilómetros de donde ella se encuentra y sin que el padre del muchacho dé señales de vida. Uno siente el desgarro y la impotencia de esa mujer, que poco antes respondía con displicencia los comentarios de su propia madre, presente junto a ella cuando su paz se derrumba.
No hay más. Ni menos. Un crescendo de tensión sabiamente manejada, y una buena dirección de actores cuya principal beneficiada es una Marta Nieto que ha de pasar en poco tiempo de la relajación a la angustia y de la lucidez a la histeria, y lo hace con solvencia. Blanca Apilánez hace de contrapunto, y también de saco de arena, de alguien que pasa de tenerlo todo bajo control a sentirse impotente, no ante la tragedia, sino ante la posibilidad de ella. Me parece un acierto que jamás veamos al niño, sino que, como le ocurre a su madre, sólo podamos escuchar su creciente inquietud a través de su voz. Que, dicho sea de paso, convence.
Si la esencia de un thriller es que el espectador pase un buen rato pasando un mal rato, Sorogoyen ha logrado su objetivo con esta historia, pequeña sólo en apariencia, que pronto llegará a las audiencias en forma de largometraje. Veremos cómo asume la historia el cambio de formato, pero su director se ha ganado con creces el beneficio de la duda.