IN HELL. 2003. 98´. Color.
Dirección: Ringo Lam; Guión: Eric James Virgets y Jorge Álvarez; Director de fotografía: John B. Aronson; Montaje: David M. Richardson; Música: Alexander Bubenheim; Diseño de producción: Valentina Mladenova; Dirección artística: Boriana Mintcheva; Producción: David Varod, Danny Lerner y John Thompson, para 777 Film Corporation-Millenium Films (EE.UU.-Bulgaria).
Intérpretes: Jean-Claude Van Damme (Kyle Leblanc); Lawrence Taylor (451); Lloyd Battista (General Hruschov); Carlos Gómez (Tolik); Emanuil Manolov (Ivan); Chris Moir (Billy); Marnie Alton (Grey); Alan Davidson (Malakai); Billy Rieck, Kaloyan Vodenicharov, Veselin Kalanovski, Ivo Tonchev, Juan Fernández, Milos Milicevic, Paulo Tocha, Robert LaSardo, Valentin Ganev.
Sinopsis: Un ingeniero estadounidense que trabaja en Rusia mata al asesino de su esposa y es enviado a cumplir cadena perpetua a la cárcel más dura del país.
Salvaje constituyó la tercera y última colaboración entre Jean-Claude Van Damme y el recientemente fallecido director de Hong Kong Ringo Lam. Muchos, entre los que me incluyo, consideran que este es el mejor film de los tres, y que supuso un paso adelante en la carrera del actor belga, por entonces en plena cuesta abajo a causa de su declive personal y de su participación en fiascos del calibre de Street fighter y Double team. La película no mejoró la situación de Van Damme en el mercado estadounidense, pues no llegó a ser estrenada en las salas cinematográficas del país, pero sí fue bien recibida entre los fans del actor en el resto del mundo, en especial en Europa.
En el haber de Jean-Claude Van Damme hay que decir que, con mayor o menor fortuna, siempre ha intentado ofrecer películas que vayan más allá de su estatus de estrella del cine de acción y que ofrezcan mayores alicientes al público que verle exhibir músculos y soltar mamporros, que es lo que siempre se espera de él. Salvaje, a mi modo de ver, demuestra que el de Bruselas compartía en parte la opinión de muchos de sus críticos respecto a lo repetitivo que resultaba verle casi siempre rodando escenas de acción glamourosas en las que siempre salía vencedor, y casi impoluto. Aquí, para empezar, destierra las artes marciales y, literalmente, se mete en el fango. Las muchas peleas se nos presentan con realismo, y el absoluto protagonista de la función recibe de lo lindo y deja un espacio para que los espectadores más desprejuiciados comprueben que también es capaz de actuar.
El principal handicap de la película es que empieza mal. El prólogo, que muestra el asesinato de la esposa del protagonista, el juicio del criminal y la posterior venganza del agraviado, que le lleva a la peor cárcel de Rusia, es de lo más rutinario tanto en lo narrativo como en lo visual. En verdad, parece sacado de cualquiera de las malas imitaciones de El justiciero de la ciudad que han llenado las estanterías de los videoclubs durante décadas. Sin embargo, en cuanto Kyle Leblanc, que así se llama el personaje al que interpreta Van Damme en la cinta, pisa ese infierno de prisión, la cosa se transforma en un estimable drama carcelario en el que el abundante derroche de testosterona no oculta interesantes reflexiones sobre las estructuras de poder en mundos cerrados, la maldad intrínseca del ser humano o las diferentes maneras de sobrevivir en el infierno. Cierto es que la corrupción en Rusia o los caracteres de los responsables de la penitenciaría están descritos con brocha gorda, o que abundan los tópicos carcelarios (hay préstamos de diversas películas, desde Papillon a Encerrado) pero justo es reconocer que la película es de lo más entretenida y que en ocasiones es capaz de trascender dichos tópicos.
Ringo Lam fue un puro cineasta de acción, incapaz de mantener la cámara quieta durante más de dos segundos pero dotado de una indiscutible pericia para filmar al ser humano en su faceta más cercana a la animalidad. En este film necesariamente oscuro, Lam, además de tino a la hora de mostrar unas peleas violentas que van mucho más allá de la típica coreografía artificiosas tan característica del género, logra sacar buenos frutos de las diversas escenas en las que el protagonista es recluido en la celda de aislamiento. Creo que el montaje es bastante acertado, estando por encima del resto de apartados técnicos, y que la falta de medios se sortea con dignidad.
Dije antes que Jean-Claude Van Damme es capaz de actuar, y lo mantengo. En esta película, el actor belga da vida a un personaje que sufre muchísimo, tanto en el aspecto físico como en el psicológico, y que debe pasar por distintos estados emocionales y experimentar el dolor, la ira, la confusión, el embrutecimiento, la esperanza y el miedo, para poder salir del pozo sin perder la dignidad por el camino. No es Laurence Olivier, pero logra transmitir lo que pretende. Me parece muy interesante el personaje del preso 451, interpretado de manera correcta por Lawrence Taylor, un despiadado asesino que liquida a sus distintos compañeros de celda porque hacen demasiado ruido pero que es capaz de reflexionar, escribir y, llegado el momento, confiar en quien lo merece. Entre los intérpretes de los responsables de la prisión uno echa en falta a algún actor de más enjundia capaz de dar algo más de lo que el guión, mucho más logrado a la hora de dibujar el perfil de los presidiarios, les brinda. Por último, la labor de Alan Davidson no me parece en absoluto desdeñable.
Salvaje tiene la gran virtud de ser bastante mejor de lo que aparenta: otra más de Van Damme. Los fans del actor belga no quedaron decepcionados, y el esfuerzo por ofrecer algo interesante a otro tipo de público, por filmar acción realista y no prefabricada, no fue esta vez en balde.