Respecto a los hechos que están sucediendo estos días en Cataluña, lo primero que tengo que decir es que me avergüenza profundamente haber nacido en esta tierra y, puestos a querer cambiar la historia, cosa que ahora está muy de moda, añadiré que ojalá mis ancestros hubieran tenido a bien emigrar a algún lugar menos reñido con la razón. Más allá de esta circunstancia, mis respetos hacia quienes, en el día de hoy, están practicando la desobediencia, que no son quienes intentan disimular su discurso retrógrado y supremacista, de ambiciones nítidamente totalitarias, vistiéndolo con la ajada túnica de los derechos civiles, sino quienes han acudido voluntariamente a sus puestos de trabajo. Ahí está lo poco salvable que queda por aquí. Los demás, los de la obediencia incivil, no son otra cosa que sus sanguijuelas.