REC. 2007. 76´. Color.
Dirección: Jaume Balagueró y Paco Plaza; Guión: Jaume Balagueró, Luis Berdejo y Paco Plaza; Dirección de fotografía: Pablo Rosso; Montaje: David Gallart; Dirección artística: Gemma Fauria; Producción: Julio Fernández, para Filmax-Castelao Producciones (España)
Intérpretes: Manuela Velasco (Ángela); Ferran Terraza (Manu); Jorge-Yamam Serrano (Policía joven); Pablo Rosso (Pablo); David Vert (Álex); Vicente Gil (Policía adulto); Carlos Vicente (Guillem); Carlos Lasarte (César); Javier Botet (Niña Medeiros); Martha Carbonell, Mª Teresa Ortega, Manuel Bronchud, María Lanau, Claudia Silva, Ben Temple.
Sinopsis: Un equipo de una televisión local se dispone a acompañar a un grupo de bomberos en una jornada nocturna. El primer servicio será acudir a un edificio en el que una anciana parece haber sido atacada.
Rec constituye uno de los hitos recientes del cine de terror español, un género que goza del favor del público y vive un momento de esplendor conseguido, en buena parte, gracias a éxitos como el de esta obra codirigida por Jaume Balagueró y Paco Plaza, dos cineastas que ya contaban con el reconocimiento de los asiduos al festival de Sitges con películas rodadas por separado y que aquí unieron sus fuerzas para producir una obra que superó las expectativas creadas, generó una franquicia y tuvo su propio remake estadounidense.
Es evidente que Balagueró y Plaza no han inventado la sopa de ajo, porque lo que hacen es un híbrido entre 28 días después y El proyecto de la bruja de Blair, film que ya reproducía el punto de partida argumental de Holocausto caníbal. No obstante, el ingenio y el dominio del medio que demuestran los directores se traduce en un logrado crescendo narrativo y en una sensación de verosimilitud que hace que los sustos, más frecuentes a medida que avanza el metraje, lleguen a serlo. El hecho de situar la acción en uno de esos bloques antiguos del Eixample barcelonés, distrito que quien esto escribe conoce bastante bien, y la fidelidad extrema a la premisa de que todo lo que vemos forma parte de un reportaje televisivo, le da a la propuesta el buscado aire de falso documental que, unido a su incuestionable agilidad narrativa, engancha al espectador desde el primer momento y no lo suelta hasta el final, pese a que algunos de los trucos empleados (para empezar, el que justifica que estemos viendo la película) se vean a la legua.
Es un hecho que, en la España de este siglo, la telerrealidad es una fórmula exitosa. Por ello, lo que hacen los directores es colocar a un proyecto de Samanta Villar y a su cámara en una situación límite y totalmente inesperada, porque, aunque algunas mentes ingeniosas hayan visto en esta película un preludio del Procés, lo cierto es que uno no se imagina que un rutinario servicio de bomberos, consistente en socorrer a una anciana accidentada, degenere en algo así como un apocalipsis zombi en ésta nuestra comunidad. No utilizo este símil en balde, pues el escollo insalvable en muchas películas de terror, que no es otro que el tedio que provocan los interludios entre susto y susto, lo superan con gracia Balagueró y Plaza componiendo un inspirado cuadro de costumbres locales con los vecinos de la finca siniestrada como convincentes arquetipos. Ahí, en el aire de autenticidad de los personajes, reside buena parte del éxito de la película, que en cambio deja más de un cabo suelto cuando se pone a explicar el origen de la tragedia.
El aire de reportaje televisivo improvisado sobre la marcha es el que justifica que la película parezca rodada por alguien que se encuentra en pleno ataque epiléptico, lo que puede provocar más de un mareo a los aficionados al plano fijo, entre los cuales me incluyo. Eso sí, atropellado no es en este caso sinónimo de torpe: se percibe un dominio de la cámara y de sus posibilidades fílmicas que no es moco de pavo, el montaje es excelente, y se agradece que, por pura coherencia, no se utilice música: con los gritos y las miradas de pánico de los protagonistas ya hay más que suficiente.
Manuela Velasco era un rostro conocido por el espectador habitual de la ficción televisiva hispánica, pero no por el cinéfilo, lo que quizá justifica que se le concediera el Goya a la mejor actriz revelación por su trabajo en Rec. Entresijos de galardones al margen, lo cierto es que Velasco hace un buen trabajo como reportera sensacionalista que acaba metida en un fregado mucho más serio y peligroso de lo que suponía. Un detalle a cuidar a la hora de definir el reparto era dar con unos intérpretes que no lo parecieran, y lo cierto es que unos, como el veterano Vicente Gil o la también curtida en televisión María Lanau, lo logran mejor que otros, como Carlos Vicente o Ferran Terraza, a quienes a veces se les notan las tablas en el mal sentido del término. Destacar la presencia de un entonces poco conocido Javier Botet, que lleva años acumulando buenos papeles, dignos de su talento. Y sí, los vecinos parecen vecinos.
Rec es una película rápida, también en su consumo, algo muy acorde con la naturaleza de los tiempos. Se trata, eso sí, de una dignísima aportación hispánica al subgénero zombi, que no maravilla, pero engancha.