MAD MAX: FURY ROAD. 2015. 126´. Color.
Dirección: George Miller; Guión: Nico Lathouris, Brendan McCarthy y George Miller; Dirección de fotografía: John Seale; Montaje: Margaret Sixel; Música: Junkie XL; Dirección artística: Richard Hobbs (Supervisión); Diseño de producción: Colin Gibson; Producción: P.J. Voeten, Doug Mitchell y George Miller, para Kennedy Miller Productions-RatPac/Dune Entertainment- Village Roadshow-Warner Bros. (EE.UU.).
Intérpretes: Tom Hardy (Max); Charlize Theron (Furiosa); Nicholas Hoult (Nux); Hugh Keays-Byrne (Immortan Joe); Josh Helman (Slit); Nathan Jones (Rictus Erectus); Zoe Kravitz (Toast); Rosie Huntington-Whiteley (Angharad); Riley Keogh, Abbey Lee, Courtney Eaton, John Howard, Richard Carter, Iota, Angus Sampson, Megan Gale, Melissa Jaffer, Jennifer Hagan.
Sinopsis: En su ruta solitaria a través de un mundo devastado tras una guerra termonuclear, Max se encuentra con Furiosa, una princesa que huye del tiránico reino de Immortan Joe en dirección al paisaje verde en el que pasó su niñez.
Casi cuarenta años después del exitoso estreno de la saga, George Miller regresó a las pantallas con una nueva entrega de Mad Max, esta vez sin el protagonismo de Mel Gibson. Nostalgia y nuevas tecnologías se unieron para fabricar un film que funcionó muy bien en las taquillas y gozó del respaldo mayoritario de la critica, llegando a acaparar los Oscars en categorías técnicas. A mi entender, Mad Max: Furia en la carretera no es sino otro ejercicio de pirotecnia sin contenido de esos que Hollywood factura como churros para satisfacción del público menos exigente.
Mel Gibson calificaba las películas de Mad Max en las que intervino como «basura de serie B con mucha clase». Pues bien, resulta que lo que ha traído el siglo XXI a esta saga postapocalíptica es la pérdida de ese encanto de obra barata y resultona que tenían, en especial, las dos primeras películas. Lo que nos trae George Miller en el retorno de su franquicia más exitosa es un vacuo sinfín de efectos especiales ultramodernos y un aluvión de frenéticas persecuciones en el que alguna que otra vez, muy a lo lejos, se atisba un mínimo intento de guión. Opino que lo que ha hecho George Miller es, más que una película, un videojuego. Bastante logrado, eso sí, pero narrativamente pueril a más no poder. No es que uno pida Hamlet o El Padrino, pero a estas alturas del cuento ha visto muchas películas de acción de envoltorio menos espectacular pero mayor poso intelectual como para dejarse impresionar por este espídico ir y venir de ruido, velocidad y sangre al que demasiados críticos han alabado haciendo gala de una miopía preocupante. Puestos a desmenuzar el poco mensaje que pueda haber, he de decir que el hecho de que una película tan sostenible como esta articule un vago mensaje ecologista es una broma bastante buena, y que a quienes se traguen la coartada feminista, que por otra parte es más simple que un botijo, les vendría bien leer a Simone de Beauvoir. Bueno, o a quien sea.
En lo técnico, la película es apabullante, lo que constituye un elogio simplemente parcial, pues creo que la puesta en escena será más del agrado de los aficionados a los videojuegos que de los cinéfilos. El ritmo se construye a partir de un montaje muy acelerado y de unos efectos especiales muy a la última que se alejan de lo que uno entiende como cine. Las escenas de masas construidas por ordenador no me han gustado nunca, y no van a empezar a gustarme ahora. En esta película, en la que esas masas son presentadas como un tumulto de seres sin cerebro que jalean al gobernante que les echen (en eso, el film es realista), hay varias de esas escenas, y ninguna de ellas supera lo anecdótico. Lo mejor, la fotografía de John Seale, pues la música de Jumkie XL es ta ruidosa y carente de valor intelectual como el conjunto de la película.
Al frente del reparto, unos desaprovechadísimos Tom Hardy y Charlize Theron que, eso sí, habrán ganado haciendo esto lo que muchos no ganaremos en veinte vidas. El valor artístico de Mad Max: Furia en la carretera sería exactamente el mismo si la hubieran protagonizado Dwayne Johnson y Alicia Silverstone, pues los personajes de Max y Furiosa carecen de sustancia. Del resto, me quedo con Nicholas Hoult por el simple hecho de que es capaz de mostrar la evolución del único personaje que, desde un prisma humano, termina la película de un modo distinto a como la empieza. Los demás actores, ya sean bellas jóvenes, dictadores enmascarados o forzudos mononeuronales, podrían haber sido interpretados por robots y nadie notaría la diferencia.
Mad Max: Furia en la carretera es una película que se olvida tan pronto finalizan los títulos de crédito. Para ser exactos, a mí ya se me estaba olvidando antes de terminar de verla. Como los dólares han llenado los bolsillos de los productores, se anuncian nuevas secuelas de la saga. Salvo que me paguen por verlas, que no cuenten conmigo.