SHERLOCK HOLMES. 2009. 126´. Color.
Dirección: Guy Ritchie; Guión: Michael Robert Johnson, Anthony Peckham y Simon Kinberg, basado en un argumento de Michael Robert Johnson y Lionel Wigram respecto a personajes creados por Sir Arthur Conan Doyle; Dirección de fotografía: Philippe Rousselot; Montaje: James Herbert; Música: Hans Zimmer; Dirección artística: Niall Moroney (Supervisión); Diseño de producción: Sarah Greenwood; Producción: Dan Lin, Susan Downey, Lionel Wigram y Joel Silver, para Wigram Productions-Silver Pictures- Village Roadshow-Warner Bros. (EE.UU.).
Intérpretes: Robert Downey, Jr. (Sherlock Holmes); Jude Law (Dr. Watson); Rachel McAdams (Irene Adler); Mark Strong (Lord Blackwood); Eddie Marsan (Inspector Lestrade); Robert Maillet (Gigante francés); Geraldine James (Mrs. Hudson); Kelly Reilly (Mary); William Huston (Constable Clark); Hans Matheson (Lord Coward); James Fox (Sir Thomas Rotheram); William Hope (Embajador Standish); Clive Russell, Oran Gurel, David Garrick, Ky Discala, Andrew Brooke, James A. Stephens, Terence Taplin.
Sinopsis: Sherlock Holmes salva en el último momento a una muchacha de ser sacrificada en un ritual por Lord Blackwood, un aristócrata aficionado a la magia negra y envuelto en una conspiración al más alto nivel para hacerse con el poder en Inglaterra.
El británico Guy Ritchie ya había recuperado con Rocka Rolla el punch de sus primeros filmes como director, después del socavón artístico en el que le hizo caer su unión con la famosa cantante Madonna. La resurrección de Ritchie quedó confirmada con Sherlock Holmes, adaptación de un cómic basado en los personajes creados por Conan Doyle que pretendía darle un toque de modernidad al célebre inquilino del 221 B de Baker Street. El resultado fue del gusto del público joven, más que de los seguidores del Holmes más ortodoxo, pero no es la típica revisión moderna de un clásico en la que el guión es casi un trámite.
Salta a la vista desde el primer fotograma que la máxima prioridad para Ritchie es entretener al espectador, pero sólo es necesario ver la introducción para comprobar que entretenimiento de masas e imbecilidad supina no tienen por qué ser sinónimos. La secuencia inicial, en la que un Holmes mucho más atlético de lo que establecen los cánones se adentra por la fuerza en una vetusta mansión y libera in extremis a una joven cautiva de las garras de un pérfido aristócrata, hace gala de los típicos tics posmodernos del cine de acción (montaje sincopado, abundante uso de la cámara lenta, profusa utilización de efectos visuales para acercar la estética a la del cómic o el videojuego), pero a la vez está bien estructurada, el sentido del ritmo es innegable y ya se adivina que los principales protagonistas son carismáticos. El efectismo visual de Ritchie no resulta indigesto, pues se adivina maestría en su forma de mover la cámara y filigranas como el travelling que sigue al carruaje en el que viajan Watson y Lestrade serían del gusto de un Brian De Palma y, por eso mismo, lo son del mío. La ejecución de Lord Blackwood, como él mismo le dice a Holmes, no es el final de nada, sino el principio de una pesadilla que obligará al célebre detective londinense a aguzar al máximo su intelecto y a desplegar todas sus capacidades físicas para librar a Inglaterra de una sangrienta dictadura más propia de las épocas recreadas por Shakespeare en sus tragedias. La inicial inquietud de Sherlock al verse sin un caso entre manos, que le sume en el desasosiego y saca a la luz sus innumerables excentricidades, se transforma en una vorágine de crímenes en la que, como ocurría en ese Sherlock tan interesante y atípico llamado Asesinato por decreto, las conspiraciones de una poderosa sociedad secreta tienen mucho que ver.
Opino que el hilo narrativo está bien delineado y engancha al espectador. Incluso una escena tan prescindible como la del combate de boxeo del detective, se salva por dos elementos: permite comprobar cómo el talento deductivo de Holmes le ayuda a derrotar a un adversario mucho más fuerte que él, y está ilustrada por una canción interpretada por The Dubliners que vale la pena escuchar y casa bien con el contexto. El conjunto es vibrante, el clímax no decepciona pese a que se percibe demasiado esfuerzo por rizar el rizo, y los principales personajes secundarios poseen entidad. Como de costumbre, Watson, aquí recién comprometido con Mary (las escenas que ambos comparten con Holmes no tienen desperdicio), pone el punto de sentido común que reubica en la tierra a su mejor amigo, y Lestrade es un jefe de policía más esforzado que brillante. Tiene mucho peso en la historia la única debilidad femenina de Sherlock, Irene Adler, una inteligente ladrona contratada por un inquietante personaje de intenciones poco claras. Ella tiene sus propios intereses, y una considerable habilidad para velar por ellos, pero su siempre ambigua relación con Holmes se vuelve mucho más fuerte al estar en juego la mutua supervivencia.
Comentadas ya las virtudes y defectos de Ritchie en la puesta en escena, es preciso añadir que los apartados técnicos merecen una nota bastante alta. La fotografía de Philippe Rousselot resalta los tonos grises, tan dominantes en el Londres del final de la época victoriana, el montaje denota mucho oficio y el trabajo en la escenografía de Sarah Greenwood me parece de alto nivel. La banda sonora del siempre rimbombante Hans Zimmer tiene mucho protagonismo, y lo cierto es que en ella se incluyen algunas piezas de notable calidad.
Aunque a uno le resulte poco satisfactorio su criterio para escoger papeles, que parece más bien dictado por su banquero, es evidente que Robert Downey, Jr. es un actor como la copa de un pino, y que con un caramelo para cualquier intérprete como Sherlock Holmes el lucimiento está asegurado. Downey da vida al Holmes más físico de cuantos se han visto en pantalla, y triunfa tanto en ese terreno como en el meramente actoral. Jude Law está a un nivel inferior, pero al menos demuestra esa agradable socarronería tan británica, y la muy talentosa Rachel McAdams es una perfecta Irene Adler: a través de su acertada interpretación, comprendemos el poderoso influjo que su personaje ejerce sobre Holmes, y también la fortaleza de su carácter. Para completar el cuarteto protagonista, qué mejor que un carismático villano como Mark Strong, actor que siempre aporta una gran energía a los personajes que interpreta. Muy bien Kelly Reilly como la prometida de Watson, y a destacar también la presencia del veterano James Fox en la piel de uno de los hombres más poderosos de Inglaterra.
Sherlock Holmes, en versión Guy Ritchie,es una sorpresa agradable para el aficionado al detective más famoso de todos los tiempos, pues supera las expectativas. Es una modernez, sí, pero con estilo. Y la clave está en que posee un guión inteligente, no el mero objeto decorativo que acostumbra a ser el libreto en esta clase de producciones. ¿Pastiche manierista con dejes posmodernos? Sí, pero de alta calidad. Y con moraleja: la magia es sólo para crédulos.