KAZOKU WA TSURAIYO 2. 2017. 112´. Color.
Dirección: Yoji Yamada; Guión: Emiko Hiramatsu y Yoji Yamada; Dirección de fotografía: Masashii Chikamori; Montaje: Iwao Ishii; Música: Joe Hisaishi; Dirección artística: Hisayuki Kobayashi y Tomoko Kurata; Producción: Hiroshi Fukazawa, para Shochiku (Japón).
Intérpretes: Isao Hashizume (Shuzo Hirata); Kazuko Yoshiyuki (Tomiko Hirata); Masahiko Nishimura (Konosuke Hirata); Yui Natsukawa (Fumie Hirata); Shôzô Hayashiya (Taizo Kanai); Tomoko Nakajima (Shigeko Kanai); Satoshi Tsumabuki (Shoto Hirata); Tanakosuke Nakamura (Kenichi Hirata); Ayumu Maruyama (Nobusuke Hirata); Yû Aoi (Noriko Mamiya); Nenji Kobayashi (Ginpei Maruta); Jun Fubuki (Kayo); Takashi Sasano, Katsumi Kiba.
Sinopsis: El patriarca de la familia Hirata sigue empeñado en conducir su automóvil, a pesar de las abolladuras que el vehículo luce en su carrocería. Por ello, la familia decide convencer al anciano de que renuncie a su carnet de conducir.
El éxito comercial de Maravillosa familia de Tokio en la taquilla japonesa hizo que el veterano Yoji Yamada tuviera pista libre de inmediato para rodar una secuela, que mantuvo el tono de comedia de su.antecesora y recibió la misma frialdad entre la critica internacional. Verano de una familia de Tokio es una película divertida y capaz de conmover, lo cual debería hacerla acreedora de una mejor respuesta por parte de quienes cobran por analizar el cine.
De nuevo, un hecho trivial provoca el caos en la peculiar familia Hirata. En esta ocasión, el testarudo patriarca se dedica a coleccionar pequeños accidentes automovilísticos ante la inquietud de sus descendientes, que creen que ya ha llegado la hora de que el anciano guarde en la mesilla su carné de conducir, Éste, obviamente, se niega en redondo. Mientras, su esposa prepara un viaje a Escandinavia, con la intención de cumplir un viejo sueño que consiste en ver auroras boreales. Con su cónyuge ya en ruta hacia el norte de Europa, el liberado marido aprovecha para vivir sin ataduras, lo que le lleva a padecer un nuevo percance de tráfico y a reencontrarse con un antiguo compañero de instituto, Ginpei Maruta. La primera de estas circunstancias es la que precipita el conflicto familiar; la segunda marca un cambio de tono significativo en la película.
Ya sea en clave de comedia o poniendo el acento en cuestiones de mayor fuerza dramática, el ya casi nonagenario Yamada continúa hablando de su tema predilecto, las relaciones familiares, analizando desde un prisma desenfadado el conflicto entre los roles tradicionales y las nuevas formas que adoptan los lazos parentales en las sociedades contemporáneas. Shuzo Hirata es un patriarca a la vieja usanza, pero los tiempos van en otra dirección, en una sociedad dividida entre el respeto a los valores tradicionales y una cada vez mayor occidentalización en todos los órdenes de la vida. La intransigencia de Shuzo en lo referente a renunciar a las cosas que le hacen no sentirse aún como un anciano acabado llega a lo grotesco, al igual que la manera en la que sus familiares se pasan la pelota a la hora de enfrentarse al patriarca y decirle lo que todos piensan pero nadie osa mencionar en presencia del aludido. Como en la película anterior, las simpatías del director se decantan hacia la joven pareja que forman el artista Shoto y la enfermera Noriko, que simbolizan el encanto y el idealismo de la juventud. El resto de los vástagos de los Hirata siguen ahí: el ejecutivo mezquino, la hija-sargento… sus parejas son seres pusilánimes; los nietos, unos pequeños monstruos que reparten su tiempo entre el deporte, la televisión y los típicos piques fraternales. El humor, de nuevo, es sencillo, incluso chusco, y aparece cuando la familia se reúne, pero no se reencuentra. La verdadera unión, o lo más parecido a eso que puede haber en una familia de ese tipo y en estos tiempos, aparece cuando lo hace el drama, con el protagonismo del señor Maruta, un hombre que en los tiempos del instituto era un tipo alto y apuesto, portero del equipo de fútbol, que se casó con la chica más deseada por todos los bachilleres masculinos y que por un momento lo tuvo todo. Luego, sus fracasos en los negocios se llevaron por delante su matrimonio y la relación con su familia. Ya septuagenario, Maruta malvive en un cuchitril del extrarradio y trabaja señalizando las obras que se realizan en la vía pública porque, sencillamente, no puede permitirse la jubilación. Es la tragedia de este hombre la que unirá a la familia Hirata, separada por tantas otras cosas. Aún hay momentos cómicos, y baste citar la reacción del repartidor de comida a domicilio, pero Yamada sabe cómo tocar la fibra sensible del público de una manera eficaz y poco artificiosa.
La inmediatez con la que se rodó esta secuela lleva a pensar en ese desaliño formal que siempre provocan los rodajes precipitados, pero a Yoji Yamada le sobran la experiencia y el oficio, y la puesta en escena es más que correcta. El calor del verano tokiota se refleja en el cromatismo de la película y se convierte en un personaje más de la misma. Otro aspecto a resaltar es que la que la banda sonora de Joe Hisaishi me parece más lograda que la del film anterior. En general, puede decirse que Yamada, otra vez, se divierte, y yo lo hago con él. De una forma quizá muy primaria, pero efectiva. Cuando trata de buscar la emoción, el director pisa terreno firme y muestra toda su sabiduría como cineasta, también en la mezcla entre comedia y tragedia tan típica de la vida real que se recrea al narrar la solemne ceremonia de la cremación, y su más que curioso final.
El hecho de que el plantel de intérpretes sea idéntico al de los otros films sobre los Hirata hace que ya sepamos lo que nos vamos a encontrar. Isao Hashizume, vuelve a sobreactuar buscando la comicidad. Para algunos, es algo así como una versión nipona de Paco Martínez Soria, y un servidor se pregunta qué tiene eso de malo. Tomoko Nakajima continúa luciendo sus habilidades, y Yu Aoi acredita ser, sin duda, una actriz talentosa. Todos los personajes son arquetípicos, pero los femeninos son más complejos, y por eso las actrices logran, en general, destacar más.
Como escribí al principio, Verano de una familia de Tokio divierte, despeja la mente del espectador desacomplejado y, cuando busca la emoción, la encuentra con acierto. Yamada ha rodado una nueva película sobre el clan Hirata y, si sigue la línea de las anteriores, merecerá la pena verla.