BLUE RUIN. 2013. 90´. Color.
Dirección: Jeremy Saulnier; Guión: Jeremy Saulnier; Director de fotografía: Jeremy Saulnier; Montaje: Julia Bloch; Música: Brooke Blair y Will Blair; Diseño de producción: Kaet McAnneny; Dirección artística: Brian Rzepka; Producción: Vincent Savino, Richard Peete y Anish Savjani, para Film Science-The Lab of Madness-Neighborhood Watch (EE.UU.).
Intérpretes: Macon Blair (Dwight); Amy Hargreaves (Sam); Devin Ratray (Ben Gaffney); Kevin Kolack (Teddy Cleland); Stacy Rock (Hope Cleland); David W. Thompson (William); Brent Werzner (Carl Cleland); Eve Plumb (Kris Cleland); Sandy Barnett (Wade Cleland, Jr.); Abby Horton, Sidné Anderson, Bonnie Johnson.
Sinopsis: Cuando el hombre que mató a sus padres sale de la cárcel, el vagabundo Dwight acude a su encuentro.
De entre las legiones de cineastas que, año tras año, intentan hacerse un hueco en el competitivo panorama del cine independiente, uno de los que ha conseguido asomar la cabeza durante esta década es Jeremy Saulnier. Y lo ha hecho gracias, en primer lugar, a Blue ruin, un thriller sobre la venganza que se sitúa en la América profunda y presenta algunos puntos de coincidencia con varias de las obras más recordadas de los hermanos Coen. No hablamos de un gran éxito, pero sí de un film que logró casi de inmediato la golosa consideración de película de culto y afianzó la pujante carrera de su director.
Por aquello de que la venganza es uno de los motores, no sólo del arte, sino de toda la especie humana, crear una obra original sobre esta temática es una pretensión cercana a la utopía. En efecto, cualquier asiduo a las pantallas de cine ha visto un sinfín de películas con un argumento similar al de Blue ruin, por lo que no se ha de buscar por ahí el interés de la película, el cual radica, fundamentalmente, en la particular idiosincrasia de su principal protagonista y en su conseguida atmósfera. Dwight es, y el espectador no debe ir más allá de la primera escena para comprobarlo, un salvaje, alguien que vive al margen de la sociedad. Sobrevive en un destartalado automóvil, gana una mísera cantidad de dinero recogiendo residuos para reciclar y se cuela en casas ajenas para cubrir sus mínimas necesidades higiénicas. No es, y su esencia asocial así lo corrobora, nada parecido al típico vengador de la ficción. No obstante, cuando descubre que el hombre que arruinó su vida ha salido de prisión, la vida de Dwight recupera su sentido. Quien mató, debe morir.
Una de las circunstancias que más aprecio del trabajo de Jeremy Saulnier en esta película es su capacidad para narrar la historia siendo muy escueto con los diálogos, circunscritos en gran parte a mostrar el carácter inexorable de la venganza y, al tiempo, su postrera futilidad. Es con las imágenes como conocemos a Dwight, más un perro apaleado que un justiciero al uso, y participamos de los pequeños toques de humor negro (y ahí nos acordamos de Fargo o Sangre fácil) que trufan la historia, casi siempre acompañando unos estallidos de violencia que se muestran de un modo muy directo, y que enpujan una narración con cierta tendencia a recrearse en sí misma. Dwight sólo tiene el apoyo de su hermana y de un viejo amigo experto en armas frente a la hostilidad de la familia Cleland, presentada como un grupo de individuos de naturaleza cerril y primaria. Sabemos lo que va a ocurrir, pero Saulnier, que también se encarga de la fotografía con resultados bastante correctos, nos lleva hasta allí por vericuetos distintos a los habituales, y se agradece. La música participa de la parquedad de una película de tono sombrío, no sólo en la trama sino también en el cromatismo.
A Macon Blair, convertido ya en actor fetiche de Saulnier, creo que nunca le veremos interpretando papeles de galán, pero demuestra muy buenas maneras en la piel de un ser al tiempo tenaz y acorralado, mientras lleva con convicción el peso de una película a la que su trabajo hace mejor. Amy Haegreaves y Stacy Rock, que apenas interviene hasta el clímax de la película, me parecen dos actrices muy interesantes, y tampoco lo hacen mal Kevin Kolack en el papel de tipo pendenciero y Devin Ratray como cicerone de Dwight para el drama que se avecina. Es cierto que la complejidad que el guión otorga a los personajes prácticamente empieza y acaba en el de Dwight, pero también que los actores que los interpretan no sólo no desentonan, sino que algunos de ellos incluso llegan a brillar.
¿Gran película? No, pero por momentos lo parece. Con una mayor consistencia narrativa y una composición de personajes más redonda, diría sin dudar que Saulnier ha metido un gol por toda la escuadra. No llega a tanto, pero un tipo con buenas ideas y al que hay que seguir, eso sí lo es, a juzgar por lo visto en Blue ruin.