NICO, 1988. 2017. 93´. Color.
Dirección: Susanna Nicchiarelli; Guión: Susanna Nicchiarelli; Dirección de fotografía: Crystel Fournier; Montaje: Stefano Cravero; Música: Gatto Ciliegia contro il Grande Freddo. Canciones de Christa Paffgen, Nico; Diseño de producción: Igor Gabriel y Alessandro Vannucci; Producción: Valérie Bournonville, Gregorio Paonessa, Joseph Rouschop y Marta Donzelli, para Vivo Film-Tarantula-RAI Cinema (Italia-Bélgica).
Intérpretes: Trine Dyrholm (Christa Paffgen, Nico); John Gordon Sinclair (Richard); Anamaria Marinca (Sylvia); Sandor Funtek (Ari); Thomas Trabacchi (Domenico); Karina Fernández (Laura); Calvin Demba (Alex); Francesco Colella (Francesco); Marianna Cappi, Leonardo Cesari, Béatrice Didier, Sebastian Dimulescu, John Dobrynine, Anton Kouzemin.
Sinopsis: Crónica de los últimos años de la vida de Nico, cantante y actriz alemana.
El tercer largometraje de ficción dirigido por la italiana Susanna Nicchiarelli es, sin duda, el más conocido a nivel internacional, en buena parte por tratarse de un film biográfico dedicado a un personaje, la modelo, cantante y actriz Nico, conocido en todo el mundo por su breve etapa en uno de los grupos de rock más influyentes de los años 60, la Velvet Underground, y por sus trabajos en el cine, de los cuales hay que destacar los que realizó a las órdenes de Philippe Garrel. El film de Nicchiarelli se centra en el último año de vida de la polifacética artista alemana, y consiguió una respuesta positiva de la crítica en su estreno en el festival de Venecia, lo que sin duda facilitó mucho su despegue.
¿Hablamos de un biopic al uso? No exactamente, porque, al margen de unos breves apuntes sobre la infancia de Nico en el ruinoso Berlín de la posguerra, y de unos breves extractos de su etapa profesional más exitosa, la práctica totalidad del metraje acontece durante los meses inmediatamente anteriores al fallecimiento de la biografiada, convertida en una figura decadente que contrastaba en gran manera con su belleza y esplendor de juventud. Enganchada a la heroína y viviendo una etapa profesional poco exitosa, Nico vivió esa última etapa de su vida centrada en una carrera musical errática que la mantenía alejada de los escenarios de más enjundia. y renegando de la etapa de su pasado más reconocida por el público. En una de sus actuaciones, Nico conoce a Richard, un inglés de ideas izquierdistas que regenta una sala de conciertos, y muy pronto este hombre de templado carácter se convierte en el representante de la artista alemana. cuyo carácter difícil, unido a sus adicciones, complicaba aún más su resurgimiento. Se alternan imágenes de distintas entrevistas concedidas por Nico a los medios informativos, en las que destacan la negativa de la artista a ser preguntada por sus años con la Velvet Underground y el desconocimiento, más o menos acusado, de los periodistas sobre la carrera musical en solitario de la artista, pese a que ella insiste en que es ahí donde comenzó su auténtica historia musical, con recreaciones de varios conciertos, casi todos mediocres o directamente caóticos, y pasajes de la relación de Nico con Ari, el hijo que tuvo con el actor Alain Delon y que éste se negó a reconocer, ahora convertido en un prometedor fotógrafo lastrado por la politoxicomanía y los instintos suicidas. Por el modo de narrar la caída de una celebridad musical, la película se asemeja en ciertos aspectos a Bird, si bien hay que dejar claro que Susanna Nicchiarelli, aunque filma con oficio y muestra buen criterio estético, no es Clint Eastwood, y sobre todo que Nico no fue Charlie Parker. La alemana podía tener razón en lamentarse de que sus trabajos más reconocidos como cantante y actriz le fueron ofrecidos por su imagen (de los que realizó como modelo, ya ni hablamos), pero también es cierto que su talento no era sobresaliente en ninguna de las facetas artísticas que cultivó. Como detalle, señalar que en la película no se hace ni una alusión a la carrera como actriz de Nico, completamente aparcada desde hacía varios años.
Hay dos momentos en la película que me gustaría destacar: Nicchiarelli traza un retrato de Nico empático, pero no complaciente: prueba de ello la tenemos en la escena en la que la antigua musa de Andy Warhol interpreta (más bien, destroza), después de meterse un chute de heroína, un clásico del jazz en un hotel italiano. Ahí, la directora es inmisericorde, y se agradece. Con todo, lo más destacable de Nico, 1988 es la sección de la película que tiene lugar en Checoslovaquia, donde podemos ver, con un trabajo de montaje particularmente acertado, los últimos estertores de un régimen comunista arcaico y en caída libre, las relaciones cruzadas entre el pequeño grupo de personas que acompañan a Nico en su gira, y un puntual momento de gloria cuando la artista interpreta, ante una platea entusiasta, la que para muchos de sus fans es la mejor canción que compuso en su carrera: My heart is empty. Que el concierto deba finalizar justo después de ese instante extático funciona como perfecta metáfora de lo efímero del éxito. Aquí, la directora se apunta su mejor tanto.
El protagonismo de Trine Dyrholm, una de las grandes actrices del cine danés, es absoluto en el aspecto interpretativo, y lo es para bien, porque al mostrar todas las contradicciones de su personaje, encima y detrás del escenario, Dyrholm refleja un verismo absoluto. Desconozco si la aproximación de la actriz al personaje real fue metódica y documentada, o si por el contrario prevaleció lo intuitivo, pero lo cierto es que el espectador se encuentra a una inmejorable Nico en decadencia. No me despierta el mismo entusiasmo la labor del resto del reparto, aunque John Gordon Sinclair mantiene el tipo con dignidad y Anamaria Marinca demuestra buenas maneras. Los jóvenes Sandor Funtek y Calvin Bemba, en cambio, flojean bastante, según mi parecer.
Nico, 1988 es un film en general bastante correcto, con algunos momentos brillantes y otros (el reencuentro de la artista con su hijo en el exterior de la clínica mental donde éste se encuentra internado) que no van más allá del tópico. Bien, sin llegar al entusiasmo.