BEAST. 2017. 104´. Color.
Dirección: Michael Pearce; Guión: Michael Pearce; Dirección de fotografía: Benjamin Kracun; Montaje: Maya Maffioli; Música: Jim Williams; Diseño de producción: Laura Ellis Cricks; Dirección artística: Thalia Ecclestone; Producción: Lauren Dark, Ivana MacKinnon y Kristian Brodie, para Film4-BFI-Agile Films-Stray Bear Productions (Reino Unido).
Intérpretes: Jessie Buckley (Moll Huntford); Johnny Flynn (Pascal Renouf); Geraldine James (Madre de Moll); Trystan Gravelle (Clifford); Charley Palmer Rothwell (Leigh Dutot); Shannon Tarbet (Polly); Olwen Fouere (Theresa Kelly); Chris Wilson, Tim Woodward, Hattie Gotobed, Emily Taaffe, Oliver Maltman, Barry Aird, Leona Clarke, Naría de Lima.
Sinopsis: Una joven infeliz con su familia se enamora de un extraño que se dedica a la caza ilegal. Mientras, en la isla de Jersey, en la que ambos viven, la policía busca a una menor desaparecida.
Tras acumular experiencia con la realización de diversos cortometrajes, Michael Pearce dio el salto que todo joven director ansía con Beast, una celebrada ópera prima que le valió para obtener el BAFTA a la mejor dirección novel, y con ello una difusión internacional mucho más extensa que la que suelen disfrutar los debutantes, que además se vio refrendada por el mayoritario apoyo de la crítica.
Pearce se inspiró en una macabra historia que vivió su isla natal, Jersey, en los años 60 y que todavía se recuerda en el lugar. La bestia de Jersey fue un violador y asesino de niños que tardó más de diez años en ser descubierto, aunque las similitudes entre la historia real y la película de Pearce se quedan ahí. El film se inicia con el canto de un coro juvenil, una engañosa introducción, pues de inmediato el director se adentra en un terreno sombrío del que no saldrá hasta el último fotograma. Ya desde esa escena del coro se nos informa de la tirante relación entre Moll, una problemática joven que es una de las principales voces, y su madre, directora del coro y persona muy dada al despotismo. Moll es la oveja negra de la familia: años atrás, su manera de zafarse del acoso que sufría en la escuela fue intentar asesinar a una compañera; después, y pese a que la joven tiene un empleo como guía turística y cuida de su padre, aquejado de demencia, sus allegados la maltratan psicológicamente de manera sistemática. Incluso en su fiesta de cumpleaños, en la que Moll es cortejada sin éxito por Clifford, un hombre que acaba de ingresar en la policía, la joven sufre el desprecio de su acaudalada familia. Presa de la decepción, acudirá a un pub local, y esa noche será la que dé un vuelco a su existencia.
Michael Pearce nos ofrece una obra llena de desesperanza, mostrándonos una sociedad marcada por la inquietante presencia del asesino, pero también por el clasismo y la xenofobia. Incluso los buenos sentimientos, que en ocasiones asoman en algunos de los personajes, afloran por causas equivocadas. La razón queda fuera del juego; los personajes se mueven en torno al resentimiento, el interés, o la pura maldad. Los bellos pero agrestes paisajes de Jersey sirven de marco para una historia de amour fou no demasiado original, pero muy bien llevada, pues Pearce le da una inteligente vuelta de tuerca a ese motivo clásico del thriller que consiste en mostrar el dilema moral de quien se ha enamorado de alguien que podría ser un asesino. Moll no es tanto un alma cándida como una perturbada, cosa que podemos llegar a comprender visto el esmero con que el director ha retratado a su familia desde el principio. Cuando Pascal aparece de la nada y la salva de algo que bien podría haber acabado en violación, ella cae rendida a los pies de su enigmático libertador, en quien encuentra la fuerza para alejarse por fin de su familia. Su romance, sin embargo, está siempre emponzoñado por la sospecha, alimentada por una sociedad que recela del rebelde, de que el objeto de su amor puede ser el escurridizo asesino que asusta a los habitantes de la isla. El mensaje de Pearce es tan claro como pesimista: la pureza no existe. Esto se manifiesta de una forma tan sobria como rotunda, en la que el director, al margen de utilizar el manido recurso de mostrar las sospechas de la protagonista a través de sus sueños, exhibe buen criterio, apoyado en una estética realista y en una puesta en escena que pone de relieve la oscuridad del relato. Pocas veces un almuerzo en pareja a orillas de la playa es tan desolador como el que aprovecha Pearce para dar pie al desenlace de la enfermiza relación entre Moll y Pascal. El trabajo de composición, que en general es más que correcto, muestra aquí unos primeros planos de lo más expresivo, subrayados por una banda sonora en la que también manda lo tenebroso, salvo en las dos escenas que suceden en lugares de baile, la última de ellas ilustrada con una luminosidad que no es más que un espejismo. Entre el drama familiar y el thriller se desliza una crítica a la forma en la que la sociedad trata a sus ovejas descarriadas: ahí están la escena del club de golf o el interrogatorio policial a Moll para demostrarlo.
En la interpretación de los principales protagonistas se nota, por un lado, que el director sabe bien lo que quiere de ellos, y también que los actores están muy bien elegidos. Jessie Buckley hace un trabajo espléndido, y da gusto ver la expresividad que esta actriz sabe darle a su personaje: cómo se ilumina su rostro cuando está enamorada, pero también cómo es capaz de manifestar el odio y el miedo, que en realidad son los dos principales motores de una mujer cuyo equilibrio mental es siempre precario. Johnny Flynn hace un papel más típico, pero lo hace bien en lo referente a mostrar ambigüedad, elemento fundamental para que la historia sea convincente. Gran Geraldine James como madre insoportable, y soberbia aparición de Olwen Fouere en la escena del interrogatorio. A Trystan Gravelle me cuesta algo más creérmelo, aunque reconozco que en su última escena da una gran réplica a Jessie Buckley.
Potente debut de un director al que habrá que seguir con atención en el futuro, en Beast hay fuerza, sólidos fundamentos técnicos, buena dirección de actores y un discurso pelín misántropo, pero inteligente. No está nada mal para un recién llegado.