BUÑUEL EN EL LABERINTO DE LAS TORTUGAS. 2018. 77´. Color.
Dirección: Salvador Simó; Guión: Eligio Montero y Salvador Simó, basado en la novela gráfica de Fermín Solís; Dirección de fotografía: José Manuel Piñero; Montaje: José Manuel Jiménez; Dirección artística: José Luis Ágreda; Música: Arturo Cardelús; Producción: Álex Cervantes, Femke Wolting, Bruno Félix, Manuel Cristóbal y José María Fernández de Vega, para Sygnatia-The Glow-Submarine-Hampa Studio (España-Holanda).
Intérpretes: Jorge Usón (Voz de Luis Buñuel); Fernando Ramos (Voz de Ramón Acín); Luis Enrique de Tomás (Voz de Pierre Unik); Cyril Corral (Voz de Pierre Lotar); Javier Balas (Voz de Luis Buñuel niño); Gabriel Latorre (Voz del padre de Buñuel); Pepa Gracia (Voz de la madre de Buñuel); Rachel Lascar (Voz de la vizcondesa de Noailles); Salvador Simó (Voz de Salvador Dalí); Fermín Núñez, María Pérez, Esteban G. Ballesteros, Piedad Gallardo, Juan Carlos Tirado, Alba García.
Sinopsis: El escándalo de La edad de oro cierra las puertas de París al joven director español Luis Buñuel. Siguiendo la sugerencia de un admirador, el cineasta decide regresar a su país para filmar un documental sobre Las Hurdes, una región extremeña víctima de la pobreza.
Aunque su experiencia en el campo de la animación era dilatada, el nombre de Salvador Simó permaneció oculto para los aficionados al cine hasta que llegó a las carteleras Buñuel en el laberinto de las tortugas, un largometraje que se adscribe a un género, el de la animación para adultos, muy atípico en el cine español. La película se alzó con el Goya en su categoría, pero su triunfo no se circunscribió a las fronteras españolas, pues ahí quedan los galardones obtenidos en el festival de Annecy y, sobre todo, el premio al mejor film de animación europeo, para corroborar la excelente labor de quienes hicieron posible esta obra, adaptación del cómic del dibujante extremeño Fermín Solís.
El principal mérito que pueden atribuirse Salvador Simó y su equipo de colaboradores es el de haber hecho una película que resulta interesante tanto para quienes son conocedores de la trayectoria de Luis Buñuel y, por lo tanto, de los acontecimientos narrados, como para aquellos que ignoran qué llevó al mejor cineasta español de la historia hasta tierras extremeñas, y lo que allí ocurrió. La producción es modesta, qué duda cabe, y la animación recordará, a quienes hoy rondan la cincuentena, las de aquellas teleseries españolas con las que muchos crecimos. El dibujo es preciso, que quede claro, y la película, que muestra cómo Buñuel manipuló algunas de las más recordadas escenas de su documental para acentuar el efecto dramático pretendido, tiene lo más importante que puede tener un proyecto de este tipo: alma. El film sirve también para reivindicar la figura de Ramón Acín, un intelectual amigo de Buñuel que, cuando éste le habló de su idea de rodar una película en la comarca más pobre de España (y eso, en 1932, era mucho decir), se comprometió a producirla si ganaba un premio de lotería y fue fiel a su palabra cuando la fortuna le favoreció. Acín sufragó los gastos de la producción y soportó las veleidades de niño rico de Buñuel y sus muy surrealistas salidas de tono, que a punto estuvieron de cargarse el proyecto. Simó emplea algunas de las imágenes de Las Hurdes: tierra sin pan a lo largo del metraje, siempre para mostrar la doble vertiente del genio de Calanda: su maestría como cineasta, y su poco apego hacia la realidad si ésta no se ajustaba a lo que él quería filmar.
Un aspecto a subrayar es la calidad de la banda sonora compuesta por Arturo Cardelús, un compositor al que no conocía y cuyo trabajo me ha encantado. Si toda la película es cuidada y minuciosa en su vertiente técnica, el desempeño del músico va un punto más allá y derrocha brillantez. Simó, por su parte, se centra en la historia, que ya es de por sí muy potente, y no se adorna de manera innecesaria, aunque en escenas como la que muestra la imprudencia como conductor de automóviles de Luis Buñuel también se hace acreedor a los elogios. En la parte final, el director se centra en la culminación del proyecto cinematográfico y en su azaroso destino: el film provocó disgusto en la comarca, fue prohibido hasta 1936 por el gobierno republicano por la mala imagen de España que en él se daba y, como no podía ser de otra forma, el franquismo lo enterró. No, desde luego, a causa de las manipulaciones de Buñuel, sino por la verdad que su película mostraba. Antes, Simó dedica varias escenas, que se cuentan entre las mejores en el aspecto visual, a recrear los sueños y obsesiones de Buñuel, sin duda los grandes motores de su obra.
En lo referente a los actores, tanto Jorge Usón, que imita bien el recio acento aragonés de Luis Buñuel, como Fernando Ramos, que pone la voz a Ramón Acín, hacen un buen trabajo. Más inadvertidos pasan Luis Enrique de Tomás y Cyril Corral, y quisiera destacar las apariciones de Rachel Lascar en el papel de devota aristócrata francesa, y de Juan Carlos Tirado como representación de la Muerte en clave hurdiana.
Buñuel en el laberinto de las tortugas es una película tan breve como buena, que en su epílogo ilustra al espectador sobre el trágico destino de Ramón Acín, fusilado por los fascistas en los primeros meses de la Guerra Civil, y excluido de los créditos de la película que él tanto ayudó a levantar por exigencias del gobierno de la Segunda República, a quien la condición de anarquista de Acín incomodaba. Sólo por reivindicar su figura, el film de Salvador Simó ya debería ser bienvenido, pero es que, además, es muy bueno.