THE GREAT BUSTER. 2018. 102´. Color-B/N.
Dirección: Peter Bogdanovich; Guión: Peter Bogdanovich; Director de fotografía: Dustin Pearlman; Montaje: Bill Berg-Hillinger; Producción: Peter Bogdanovich, Louise Stratten, Charles S. Cohen y Roee Sharon, para Cohen Media Group (EE.UU).
Intérpretes: Buster Keaton, Dick Van Dyke, Richard Lewis, Mel Brooks, carl Reiner, Quentin Tarantino, Johnny Knoxville, Eleanor Norris, Dick Cavett, Peter Bogdanovich, Frank Capra, Cybill Shepherd, Paul Dooley, Patricia Eliot Tobias, Werner Herzog, Bob Borgen, Ben Mankiewicz, Norman Lloyd, Leonard Maltin, Nick Kroll.
Sinopsis: Biografía de uno de los grandes del cine cómico, Buster Keaton.
Varios años después de su último largometraje de ficción, Peter Bogdanovich recuperó su perfil de gran estudioso del cine para homenajear a uno de los personajes más merecedores de ello desde que los hermanos Lumière empezaron a dar forma a esta maravillosa droga: Buster Keaton. La cinta obtuvo muy buenas críticas, alcanzó una difusión muy superior al estrecho territorio que se concede a los documentales de este tipo, y se llevó el primer premio en su categoría en el festival de Venecia. Lo cierto es que, a punto de cumplir 80 años, Bogdanovich hizo otro gran film.
El director empieza su película con un guiño hacia sí mismo, por cuanto lo que vemos en las primeras imágenes es un extracto de un episodio del show de Dick Cavett en el que el propio Bogdanovich y Frank Capra dan su opinión acerca de los motivos por los que Buster Keaton pasó en muy pocos años de ser una gran estrella a ocupar un lugar indigno en la industria para alguien de su categoría y trayectoria. Capra enuncia la teoría más socorrida, que dice que la caída en desgracia de Keaton se debió, fundamentalmente, a su falta de adaptación al cine sonoro, fenómeno que se llevó por delante a otras muchas luminarias de la época muda. A lo largo de su película, Bogdanovich nos ofrece su propia explicación sobre el asunto, que puede resumirse en tres palabras: Metro-Goldwyn-Mayer. Antes de eso, nos ilustra sobre los orígenes de alguien que, a la edad en la que la mayoría de los niños comienza su formación escolar, era una pequeña celebridad en el espectáculo circense-teatral que llevó a sus padres a recorrer de punta a punta los Estados Unidos. Se dice, incluso, que el apodo que acompañará para siempre a Keaton fue idea de un compañero de sus padres que pasó a la historia como el ilusionista más famoso de todos los tiempos: Harry Houdini. Sea como fuere, la capacidad del joven Buster para realizar las más arriesgadas acrobacias, producto de esa atípica infancia, sería una de las grandes cualidades de Keaton en la gran pantalla, a la que llegó, pocos años después de la disolución de la compañía familiar, gracias a su amistad con uno de los reyes del cine cómico de la posguerra, Roscoe Fatty Arbuckle.
Si bien su lugar en la industria está muy lejos del que alcanzó en los años 70, Bogdanovich nunca ha dejado de ser un muy buen director de cine, y ahí está El gran Buster para corroborarlo. La elección de algunos de los testimonios que aparecen en la película tal vez sea discutible, o pueden echarse en falta declaraciones de archivo del biografiado, pero la apuesta del director por mostrar la grandeza de Keaton de la forma más directa posible, que no es otra que incluir fragmentos seleccionados de sus películas, es claramente ganadora por dos razones: porque viendo esas imágenes es imposible no reírse, y porque nadie más indicado que un buen cineasta para valorar la calidad y los méritos de esas escenas, fruto de una imaginación prodigiosa e imitadas hasta la saciedad. Por lo demás, el film, técnicamente, es impecable, y valoro también de manera positiva la idea de Bogdanovich de dividir su película en tres partes y saltarse el orden cronológico cuando le conviene, dejando para el final el análisis de la decena de largometrajes, varios de los cuales son auténticas obras maestras, rodados por Keaton en su época de máximo esplendor creativo, antes de que su contrato fuese vendido a la MGM y su carrera cayese en picado. Ahí, el cinéfilo goza por partida doble, porque las risas van acompañadas de la erudición. Con El gran Buster el espectador se ríe y aprende, en lo que es un dignísimo homenaje a uno de los grandes cómicos de todos los tiempos, sin que falte un examen ecuánime de toda su carrera, ni se obvien referencias a los períodos más oscuros de su vida. Al margen de las inolvidables escenas rodadas por Keaton y reproducidas por Bogdanovich hay un testimonio que me resultó conmovedor: el de un ya anciano Norman Lloyd recordando su presencia en esa maravillosa escena de Candilejas en la que unos veteranos Chaplin y Keaton dejan claro por qué fueron los más grandes. Sólo por eso, El gran Buster, que también funciona como crítica a una industria especialmente ingrata con quienes la hicieron prosperar (y aquí se diría que Bogdanovich vuelca un poco de su propia frustración como cineasta), merece una nota muy alta. En todo caso, cualquier homenaje que se haga a uno de los verdaderos genios del cine es bienvenido, y cualquier excusa para disfrutar de sus películas es aceptable.