THE SISTERS BROTHERS/LES FRÈRES SISTERS. 2018. 121´. Color.
Dirección: Jacques Audiard; Guión: Jacques Audiard y Tomas Bidegain, basado en la novela de Patrick DeWitt; Dirección de fotografía: Benôit Debie; Montaje: Juliette Welfling; Música: Alexandre Desplat; Diseño de producción: Michel Barthélémy; Dirección artística: Etienne Rohde y Gilles Boillot (Supervisión) Producción: Pascal Caucheteux, Alison Dickey, Michel Merkt. Grégoire Sorlat, John C. Reilly y Michael De Luca, para Why Not Productions- Page 114-France 2 Cinéma-France 3 Cinéma-UGC-KNM-Michael De Luca Productions-Les Films du Fleuve-Apache Films-Top Drawer Entertainment (Francia-Bélgica-España-Rumanía-EE.UU.).
Intérpretes: Joaquin Phoenix (Charlie Sisters); John C. Reilly (Eli Sisters); Jake Gyllenhaal (John Morris); Riz Ahmed (Hermann Kermit Warm); Rebecca Root (Mayfield); Allison Tolman (Prostituta); Rutger Hauer (Comodoro); Carol Kane (Mrs. Sisters); Richard Brake, Patrice Cossonneau, Zac Abbott, David Gasman, Philip Rosch, Creed Bratton, Hugo Dillon.
Sinopsis: Dos pistoleros, a sueldo de un potentado, emprenden viaje para asesinar a un individuo que le debe dinero a su patrón.
Consagrado ya como uno de los nombres importantes del cine europeo de este siglo, Jacques Audiard se atrevió con el western, un género que para muchos pertenece a otra época, con Los hermanos Sisters, adaptación de una novela de Patrick DeWitt ambientada en plena fiebre del oro. Rodada en buena parte en España, esta película del Oeste, que supuso el retorno del género a nuestro continente casi medio siglo después del ocaso del eurowestern, gustó a la crítica de forma casi unánime, aunque sus resultados en taquilla fueron más bien discretos.
No era previsible que Audiard rodara un western ortodoxo, y lo cierto es que durante todo el metraje predomina un espíritu desmitificador, aderezado incluso con toques de comedia negra, en una historia con poso amargo que empieza de una manera muy bella, con un tiroteo nocturno en el que los protagonistas lucen sus habilidades con el revólver, aunque no puede decirse que su misión se vea coronada con el éxito. Aquí, Audiard muestra su afán realista, porque del tiroteo apenas vemos lo que podían ver quienes participaron en él: los fogonazos que suceden a los disparos y que iluminan brevemente una oscuridad casi total. De ahí en adelante, épica veremos poca, pero lo que se narra posee un gran interés y sigue el esquema habitual en los films del director: pocos personajes, pero muy bien definidos. Aquí, por supuesto, los protagonistas son los hermanos que dan título al film, marcados por una infancia terrible y con la violencia extrema como medio de vida, pero distintos entre sí: el mayor, Eli, empieza a estar cansado de esa vida errante (la película se encarga de mostrar que, al margen de la leyenda, cabalgar por las praderas podía ser una puta mierda), que además puede llevarle a la tumba en cualquier momento; en cambio, Charlie, su hermano pequeño, alcohólico y pendenciero, no tiene ninguna intención de cambiar de vida, y desprecia los avances técnicos, símbolo de la civilización, que tanto gustan a su hermano. Diálogos, hay muchos y varios de ellos de gran calidad, pero cuando vemos la relación de Eli con los caballos, o el significado que para él tiene ese chal que siempre guarda en sus alforjas, resulta palpable que ese hombre aún no se ha embrutecido del todo. Audiard sabe decir mucho con poco, y huir de lo previsible: el tramo final de la película lo deja claro. Es ahí cuando convergen los dos focos de atención (el segundo es, por supuesto, la cambiante relación entre Warm, un químico que ha descubierto un producto que facilita enormemente la búsqueda del oro, y Morris, el explorador que le sigue la pista por encargo del mismo hombre que ha contratado a los hermanos Sisters), y lo terrible de la condición humana se nos revela no del modo más usual en el western, sino de otro mucho más frecuente en el mundo cotidiano.
Dicho esto, la película tiene un problema, y no pequeño: su ritmo es premioso. Salvo, quizá, parte de la secuencia que narra la estancia de los hermanos en San Francisco (y estoy pensando en la lujosa cena en el restaurante), no es que sobre metraje, sino que al director, tan hábil para dotar de profundidad a la historia y para mover la cámara continuamente, pero con elegancia, le resulta imposible evitar que su película sea lenta. Ahí radica el principal defecto de un film que, de no ser por eso, sería una obra mayor, con una historia atípica en el género pero muy inteligente, unas espléndidas localizaciones, un cuidado modo de fotografiarlas y la habitual excelencia de Alexandre Desplat en la parte musical. Uno diría que Audiard ha sabido crear magníficas escenas, pero ha tenido menos acierto en las transiciones entre ellas, y este factor es el que le ha impedido firmar su mejor obra hasta la fecha.
El plantel de actores es difícilmente mejorable. John C. Reilly, también coproductor de la película, me parece un intérprete soberbio que en las no demasiadas ocasiones en las que se le han ofrecido papeles a su altura (de ahí que éste se lo buscara él mismo, es de suponer) ha estado siempre a un nivel excelente. Aquí, borda el papel de asesino con un fondo de humanidad y por momentos supera a un Joaquin Phoenix que, siendo uno de los grandes actores del momento, debe lidiar con un papel menos complejo que el de Reilly. Jake Gyllenhaal, otro de los actores más brillantes del Hollywood contemporáneo, muestra con su característica economía gestual la transformación de su personaje, que pasa de perseguir a un hombre para facilitar que sea asesinado a colaborar con él, y Riz Ahmed, muy acertado en el rol de quien no ve en el oro un fin, sino el medio para conseguir un mundo mejor, es decir, de un idealista en el mejor sentido de la palabra, completan un cuarteto protagonista de excepción, que se reparte casi en exclusiva el peso de la película, porque la intervención del resto de los actores, incluyendo a Rutger Hauer, es casi testimonial, aunque la de Carol Kane tenga un enorme valor simbólico.
Lo dicho: con un mejor ritmo, estaríamos hablando de un film magistral, que casi podría calificarse de post-western. Con todo, Audiard es muy bueno, y a mí ya pueden darme muchas películas como esta para soportar mejor los noticieros.