TOMMY. 1975. 110´. Color.
Dirección: Ken Russell; Guión: Ken Russell, basado en la ópera-rock escrita por Pete Townshend, con material adicional de John Entwistle y Keith Moon; Dirección de fotografía: Dick Bush y Ronnie Taylor; Montaje: Stuart Baird; Música: The Who; Dirección artística: John Clark; Producción: Ken Russell y Robert Stigwood, para Robert Stigwood Organisation-Hemdale (Reino Unido).
Intérpretes: Oliver Reed (Frank); Ann-Margret (Nora); Roger Daltrey (Tommy); Elton John (Campeón de pinball); Eric Clapton (Predicador); Pete Townshend, John Entwistle (Ellos mismos); Tina Turner (Reina del Ácido); Jack Nicholson (Doctor); Robert Powell (Capitán Walker); Keith Moon (Tío Ernie); Paul Nicholas (Primo Kevin); Barry Winch, Arthur Brown, Victoria Russell, Ben Aris, Mary Holland, Gary Rich, Dick Allan, Eddie Stacey.
Sinopsis: Tommy, que se quedó ciego, sordo y mudo a causa de un trauma infantil, vive una existencia llena de penurias hasta que se revela como un fuera de serie jugando a la máquina del millón.
En una etapa de su carrera en la que todo parecía girar alrededor de la música, Ken Russell fue el director que se lanzó a filmar la adaptación cinematográfica de Tommy, el álbum que llevó a The Who de liderar el movimiento mod hasta la ópera-rock. El director supo llevar a su terreno el trabajo de Pete Townshend y el experimento se convirtió en una de las películas musicales más emblemáticas de los años 70.
Para bien y para mal, Tommy es una psicodélica sucesión de videoclips en la que, partiendo de la traumática vida de un joven ciego, sordo y mudo, se tocan infinidad de temas, como el éxito, la religión, el acoso escolar, los abusos a menores, el peso del entretenimiento de masas en las sociedades modernas y, sobre todo, la forma en la que los hábitos de la sociedad adulta constituyen un yugo para la juventud. Russell, un cineasta que hizo del exceso su marca de fábrica, sirvió este cóctel, en el que el protagonismo de la música es absoluto, con toda la desmesura que fue capaz de acumular, actitud que funciona de maravilla en la primera mitad de la película y resulta por momentos agotadora en la segunda, siendo, eso sí, muy fiel al trabajo del alma mater de los Who, Pete Townshend, que escribió gran parte del material que escuchamos en la película. En ella se narra la vida de un muchacho que, pese a nacer en uno de los días más felices para Inglaterra, en el que el país celebraba su victoria en la Segunda Guerra Mundial, está marcado por la tragedia: su padre, piloto de la RAF, desaparece durante una batalla aérea y es dado por muerto. Años después, su madre rehace su vida junto al propietario de un campamento de recreo, pero esa momentánea felicidad se ve interrumpida de cuajo cuando la reaparición del aviador provoca un violento incidente, la consecuencia más llamativa del cual es que el niño queda ciego, sordo y mudo, metáfora nada sutil de la forma en que la sociedad adulta prefiere a la juventud. Tampoco la sutileza es algo que se deba buscar al ver Tommy, y lo cierto es que, al margen de que varias de las canciones que escuchamos son magníficas, a Russell le funciona muy bien su barroquismo y su apuesta por el exceso. De hecho, la escena en la iglesia, en la que el director da rienda suelta a su talante iconoclasta, así como aquella en la que el protagonista, ya convertido en un veinteañero, conoce a la Reina del Ácido en un lóbrego tugurio, son dos monumentos al desmadre y están entre lo mejor de la película, junto a la escena en la que el campeón de pinball cede su trono a Tommy, que es a mi parecer el último gran momento del film. De ahí al final, sobra algo de autoconsciencia y en algunos pasajes decae el interés, Es curioso, pero estamos ante una obra mucho más redonda cuando retrata las penurias de su protagonista que cuando ilustra su conversión en celebridad.
Russell es consecuente en extremo con su devoción por la estética barroca, Con sus primerísimos planos y su aprovechamiento de la abigarrada escenografía, se hace evidente el sello del autor. Por otro lado, en la manera de retratar el hecho religioso, e incluso de filmar las escenas de masas, casi podría pensarse que estamos ante una versión cañera, y por momentos casi paródica, del musical más célebre de la época, Jesucristo Superstar. Es interesante analizar el contraste entre la pulcritud del director de aquella película, Norman Jewison, y el permanente no-va-más de un Ken Russell que, eso sí, deja notar que pasaba por su época más inspirada como cineasta, creando escenas que marcaron el camino para posteriores musicales de rock e influenciaron al incipiente universo del videoclip. Al final la cosa se le va algo de las manos, pero esa fotografía, esos decorados y ese uso del montaje casan muy bien con la letra y el espíritu de las canciones de Pete Townshend, que en el fondo es de lo que se trata.
Otro de los méritos de Tommy reside en ser una de las pocas ocasiones en las que el cine permitió que Ann-Margret, una mujer que podía resultar sexy haciendo calceta, luciera ese gran talento que siempre atesoró. Su interpretación de Nora, la voluble pero amantísima madre de Tommy, es magnífica, por su expresividad, su esfuerzo, sus buenas maneras vocales, su abanico de recursos y su sentido del riesgo. Un compinche habitual de Ken Russell, Oliver Reed, le da la réplica con su alto nivel característico, pero incluso él queda en segundo plano frente al torbellino sueco. Un Roger Daltrey que no iguala ni de lejos a quienes dan vida a sus padres inició con esta película una intermitente carrera como actor que tampoco llegó a dar grandes frutos. Lo más recordado a nivel interpretativo de Tommy, para desgracia de Ann-Margret, son las apariciones estelares de varios ídolos del rock: las de un Eric Clapton algo fuera de sitio, de una volcánica Tina Turner y de un muy adecuado Elton John coinciden con las mejores escenas de la película, en la que también encontramos a Keith Moon dando vida a un personaje que no puede ser más repulsivo. Punto y aparte merece la breve pero magnética intervención de Jack Nicholson, un actor pura sangre.
Tommy es un film muy de su época que sigue siendo interesante varias décadas después de su estreno por la calidad de sus canciones, el trabajo de un director en su mejor momento y el nivel del elenco artístico. Su mensaje puede verse hoy como muy simplista, pero sus méritos musicales y cinematográficos, ahí quedan. En sus mejores momentos, esta película es hipnótica.