AN ACTOR PREPARES. 2018. 95´. Color.
Dirección: Steve Clark; Guión: Steve Clark y Thomas Moffett; Dirección de fotografía: John Bailey; Montaje: Anne McCabe; Dirección artística: Jennifer R. Blair Música: Tony Morales; Diseño de producción: Gae S. Buckley; Producción: Tom Butterfield, Steve Clark, Will Rowbotham, Derrick Tseng, David M. Rosenthal y Tom Lassally, para Pandemic Film-Metrol Technology-Head Gear Films (EE.UU.).
Intérpretes: Jeremy Irons (Atticus Smith); Jack Huston (Adam Smith); Ben Schwartz (Jimmy); Mamie Gummer (Annabelle); Megalyn Echikunwoke (Clementine); Poorma Jagganathan (Dra. Fisher); Will Patton (Wisdom); Frankie Faison (Diácono Frank Dodge); Colby Minifie (Danielle); Matthew Modine, Atkins Estimond, Larry Pine, Danielle Lyn, Cory Scott Allen.
Sinopsis: Un laureado y juerguista actor, después de sufrir un infarto, debe viajar hasta Nueva York con su hijo, con quien lleva años enfrentado.
Steve Clark estrenó su tercer largometraje, Alma de actor, casi un lustro después del segundo, Night has settled, considerado un film bastante prometedor por buena parte de la crítica. El ansiado salto adelante que podía esperarse aquí, por tratarse de una obra de mayor presupuesto y con un reparto encabezado por un actor de primera fila, estuvo lejos de producirse, porque Alma de actor fue despreciada por los profesionales de la valoración de la obra ajena, y tuvo una carrera comercial realmente pobre.
Ni estamos ante una gran película, ni ante el producto prescindible que algunos han querido ver. A Steve Clark le ha faltado encontrarle el tono a su historia y ser consecuente con él hasta el final, pero eso no significa que en Alma de actor no existan cualidades dignas de aprecio, aunque en el guión no abunden los elementos originales ni la trama se diferencie demasiado de la de un telefilm de sobremesa. Dicho esto, hay cierta gracia en la historia de la vieja gloria inmadura y libertina obligada a convivir con un hijo a quien repudió tiempo atrás y que ha crecido esforzándose al máximo en ser lo contrario de su progenitor. Esa gracia está en la incorrección que subyace en toda la película, lastrada, eso sí, por las concesiones a lo lacrimógeno que lo invaden todo en la parte final. Está bien que los personajes principales decidan dedicarse al noble y difícil arte de recomponer las relaciones rotas, pero ahí Clark peca de blando, y eso, que nunca está bien, luce peor cuando lo más notable que has ofrecido hasta entonces transitaba por derroteros mucho menos solemnes. Para que se me entienda: Alma de actor se queda a medio camino entre Modern family y Shameless, pero es mucho mejor cuando se aproxima a esta última teleserie. Esta road movie sobre lazos de sangre y caracteres contrapuestos da lo mejor de sí cuando se desmelena, y cae en lo trillado cuando se pone seria. Por otra parte, el recurso de ilustrar los trayectos en carretera con canciones que explican la historia y muestran el estado de ánimo de los personajes está ya muy visto, y pese a ello se utiliza varias veces durante la película. Para que esas escenas tengan valor narrativo han de ofrecer un extra, como hizo con maestría Clint Eastwood en Mula. Clark, como tantos otros, utiliza ese recurso como muleta.
Una comedia dramática, pues, que funciona mejor cuando se adentra en lo gamberro, gracias a la septuagenaria inmadurez de un legendario actor cuyos hábitos e intereses son los de la clásica estrella del rock. Un infarto (por otro lado, más que previsible) y la cercana boda de su hija obligan a este ser narcisista y desinhibido a viajar desde Los Ángeles a Nueva York en compañía del hijo a quien repudió quince años atrás, cuando una de sus infidelidades llegó a oídos de su esposa y todo acabó en un conflictivo divorcio. El vástago, ya un treintañero con novia formal que se dedica a realizar documentales e impartir cursos sobre el feminismo, asume la incómoda tarea de hacer de niñera de ese padre que le desprecia con la falta de entusiasmo que resulta lógico suponer. Eso sí, notable para Clark en su análisis del comportamiento masculino, pues en unas pocas escenas muestra dos grandes verdades: que quienes confunden galantería con acoso son repulsivos, en especial si ya tienen edad para jugar a la petanca, y que un hombre feminista es algo antinatural. Ahí, y en algunas escenas en las que se consigue la comicidad pretendida a través de lo incorrecto, están las razones que justifican el visionado de una película que, por lo demás, es bastante rutinaria en los aspectos técnicos y de puesta en escena.
Por supuesto, el alma de la fiesta es un Jeremy Irons que puede ofrecernos su lado más travieso, y da la sensación de disfrutar bastante con ello. En este magnífico actor descansa el otro gran motivo para pasarlo bien con el visionado de esta película. Jack Huston, un intérprete en auge, da una buena réplica a la indiscutible estrella de la función, aunque su papel ofrezca menos posibilidades para el lucimiento. Ben Schwartz, actor curtido en la pequeña pantalla, brinda algún momento destacable, mientras que Mamie Gummer y Will Patton aportan su reconocida solvencia. Destacar, por último, la breve aparición de Matthew Modine como entrevistador televisivo.
No maravilla, pero entretiene, y posee algunos destellos de calidad. Alma de actor no es lo que debió haber sido, pero tampoco hay que lanzarla a la papelera por eso.