DILILI À PARIS. 2018. 94´. Color.
Dirección: Michel Ocelot; Guión: Michel Ocelot; Montaje: Patrick Ducruet; Música: Gabriel Yared; Producción: Christophe Rossignon y Philip Boëffard, para Studio 0- Nord Ouest Films- Mars Films-Wild Bunch-Arte France Cinéma-Artémis Productions-RTBF-Shelter Prod-Mac Guff Ligne (Francia-Bélgica).
Intérpretes: Prunelle Charles-Ambron (Voz de Dilili); Enzo Ratsito (Voz de Orel); Natalie Dessay (Voz de Emma Calvé); Bruno Paviot (Voz de Lebeuf/Otras voces); Jérémy López (Voz de Toulouse Lautrec/Otras voces); Elisabeth Duda (Voz de Marie Curie/Otras voces); Isabelle Guiard (Voz de Sarah Bernhardt/Otras voces); Nicolas Planchais, Paul Bandey, Liliane Rovère, Harrison Arévalo, Thissa d´Avila Bensalah, Michel Elias, Nicolas Gonzales, Olivier Claverie, Nicolas Lormeau .
Sinopsis: Dilili, una niña mestiza de Nueva Caledonia, llega al París de finales del siglo XIX, donde se están produciendo numerosos secuestros de personas de su mismo sexo y edad.
Michel Ocelot, un ilustre veterano del cine de animación en Francia, cosechó un importante éxito con Dilili en París, película ambientada en plena Belle Epoque, cuando la capital gala lo era también del mundo. Se trata de un thriller con mensaje progresista que cautivó a la crítica local y, desde luego, gustó a los numerosos fans que el cine de Ocelot tiene más allá de las fronteras de su país de origen.
A lo largo de los años, Michel Ocelot ha ido perfeccionando un estilo reconocible para los cinéfilos, basado en una técnica depurada, una estética preciosista y una defensa del mestizaje y el feminismo. Todas esas características las encontramos en grado sumo en Dilili en París, obra de madurez que repite los esquemas más usuales en el cineasta francés. Claramente orientada al público infantil, aunque poblada de numerosos guiños al adulto, la película narra la odisea parisina de una niña llegada de una niña llegada desde los territorios de ultramar, en los que recibió una educación muy de damisela a la antigua. La belleza de una ciudad en su época de mayor esplendor y la amistad que pronto entabla la muchacha con Orel, un repartidor adolescente, se funde con un aspecto mucho más siniestro de la metrópoli, en la que una organización clandestina se dedica a secuestrar niñas sin que las autoridades logren poner coto a sus fechorías. A partir de esta premisa, Ocelot orquesta un thriller irregular en lo narrativo en el que, como es fácil suponer, Dilili y su joven amigo tendrán un destacado papel a la hora de desenmascarar a la organización delictiva. Por otro lado, el film es una galería de personajes ilustres, casi un museo de las grandes glorias francesas, en el que aparecen. de forma relevante para la acción o meramente testimonial, genios como Toulouse-Lautrec, Rodin, Erik Satie, Degas, Renoir, Pasteur, Gustave Eiffel, Proust y, por supuesto, las grandes personalidades femeninas de esa era dorada, como Marie Curie, Sarah Bernhardt, Colette, Gertrude Stein, Camille Claudel y la más importante en la trama, la soprano Emma Calvé. En este sentido, diría que Dilili en París es como Midnight in Paris, de Woody Allen, pero en bueno. Como thriller, la película es muy poco verosímil incluso para ser infantil, y se diría que la propia acumulación de personajes reales juega en contra de una suspensión de la incredulidad que el film necesita como el comer y consigue sólo parcialmente. En cuanto al mensaje, me parece muy de educación para la ciudadanía: bienintencionado, pero simplista e ingenuo. Que la moralina vista ahora con distintos colores no es suficiente para ocultar su naturaleza. Diré más: si quería jugar a hablar de nuestra época a través de otra, Ocelot ha pecado de cobardía, porque en tal caso, quizá los miembros de esa organización masculina que conspira para mantener a las mujeres genuflexas y tapadas desde el cabello a los tobillos deberían vestir otras ropas. Claro que los cojones de Michel Houellebecq no los tiene cualquiera.
En la estética, se alternan por igual aciertos y apuestas discutibles, como la frecuente superposición de los personajes sobre fotografías reales, que produce resultados a veces chirriantes que deslucen un conjunto por lo demás notable, en el que el muy fauvista concepto visual de Ocelot, basado en el predominio de lo monocromático y la utilización de colores primarios y muy vivos hace de la película, que se mueve por todo París, desde sus palacios a sus alcantarillas, un chispeante retrato de la que no en vano es conocida como ciudad de la luz. Las vistas desde la torre Eiffel, los vertiginosos descensos en triciclo por las escaleras de Montmartre o la secuencia en el Moulin Rouge son momentos en los que, por encima de la historia, brilla el talento visual de un director que conoce muy bien su oficio. Otro aspecto a destacar es la banda sonora, compuesta por un músico importante, como Gabriel Yared, que sigue ofreciendo muestras de su talento.
Respecto a las voces, decir que la película nos proporciona el placer de escuchar la de Natalie Dessay, una de esas que, al contrario de lo que sucede con el común de los mortales, elevan el espíritu. Prunelle Charles-Ambron cumple en el papel de la protagonista, una niña simpática y educada, aunque algo redicha. Correcto también el otro joven cuasidebutante, Enzo Ratsito. Lo mejor, con permiso de la diva, lo encontramos en Jérémy Lopez, que acredita su calidad en la voz de Toulose-Lautrec, y su versatilidad en el resto de las que ejecuta, y en la veterana Liliane Rovère. También Bruno Paviot hace un trabajo valioso, dentro de un plantel de secundarios que, en general, merece una nota alta.
Buena película, pese a unas limitaciones que están mucho más en el guión que en unas imágenes en su mayoría cautivadoras. Con todo, Michel Ocelot ha dirigido mejores películas en el pasado.