ELYSIUM. 2013. 109´. Color.
Dirección: Neill Blomkamp; Guión: Neill Blomkamp; Director de fotografía: Trent Opaloch; Montaje: Lee Smith y Julian Clarke; Música: Ryan Amon; Diseño de producción: Philip Ivey; Dirección artística: Don Mcaulay (Supervisión); Producción: Simon Kinberg, Neill Blomkamp y Bill Block, para Media Rights Capital-Kinberg Genre-AlphaCore-QED International- Tri Star Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Matt Damon (Max); Jodie Foster (Delacourt); Sharlto Copley (Kruger); Alice Braga (Frey); Diego Luna (Julio); Wagner Moura (Spider); William Fitchner (John Carlyle); Brandon Auret (Drake); Josh Blacker (Crowe); Emma Tremblay, José Pablo Cantillo, Maxwell Perry Cotton, Faran Tahir, Adrian Holmes, Chris Shields, Terry Chen.
Sinopsis: En pleno siglo XXII, la Tierra es un lugar devastado del que los ricos han huido para mantener su nivel de vida. Max, un obrero, contacta con grupos de insurgentes que planean acceder a Elysium, el lugar donde los poderosos viven confortablemente mientras controlan lo que sucede en nuestro planeta.
El sudafricano Neill Blomkamp impresionó a la cinefília planetaria con su debut en el largometraje, Distrito 9, cuyo éxito llamó la atención de los ejecutivos de Hollywood. El primer proyecto estadounidense de Blomkamp fue Elysium, fábula futurista en la que el director insiste en varias constantes de su ópera prima. Pese a ello, fueron pocos los que consideraron que el producto resultante resistía la comparación con su precedente.
Elysium es un buen ejemplo de película que promete bastante más de lo que da, porque una trama llena de interés y un inicio vibrante terminan por convertirse en un rutinario film de ciencia-ficción que no consigue elevarse por encima de la infinidad de distopías futuristas producidas en nuestro tiempo para la gran pantalla. El problema, a mi juicio, estriba en que el drama social que plantea la película tiene mucho más interés para el espectador que el drama personal de los protagonistas, en el que el director se centra en la segunda mitad del film. Ahí es donde, creo, se malogra una propuesta de calado, tanto en lo argumental como en lo referente a la puesta en escena. Blomkamp nos enseña una ciudad de Los Ángeles que, en el siglo XXII, es más una favela gigante que otra cosa. No creo que ahí se equivoque en exceso. Tampoco a la hora de mostrar cómo, para mantener su nivel de vida y evitar ser engullidos por la miseria que ellos mismos han generado, los ricos se han construido una megaurbanización extraplanetaria desde la que dominan la Tierra. Allí no sólo la existencia es lujosa, sino que además sus residentes tienen acceso a la vida eterna gracias a los avances médicos, capaces de curar las enfermedades y evitar el fallecimiento. Para morirse ya están los pobres, que son muchos y, por lo tanto, fácilmente sustituibles, y para evitar que los menesterosos accedan a ese Paraíso está una ministra de Defensa inspirada en Margaret Thatcher y con maneras de Adolf Hitler. Hasta ahí, lo que plantea Blomkamp, y cómo lo plantea desde un punto de vista cinematográfico, es impecable. Luego, a raíz del accidente en la fábrica de Max, que provoca el definitivo reencuentro con su amor de la infancia, esa historia de redención personal, un tanto forzada, pasa a ocupar el centro de la acción y, con ello, la trama se enrevesa y pierde buena parte de su originalidad y potencial subversivo. La manera de enlazar eso con el aspecto social de la historia tampoco la encuentro acertada: si bien el director acierta en dividir a los ricos entre quienes ni siquiera ven a los pobres como seres humanos y quienes los quieren vivos, pero en la miseria, en la conclusión se muestra demasiado condescendiente: gran parte de esos individuos preferirían fenecer antes que compartir sus privilegios. Por lo demás, las cada vez más abundantes escenas de acción, lejos de impedir que la película vaya perdiendo fuelle, contribuyen a lo contrario. Lo que era una fábula social de alcance degenera en un espectáculo bienintencionado, pero tópico, en el que suceden demasiadas cosas (el secuestro del empresario, sin ir más lejos) que simplemente hay que creerse.
Blomkamp maneja un presupuesto muy superior al de su ópera prima, y da la impresión de que acaba siendo engullido por esa circunstancia. Visualmente, mantiene las buenas maneras a lo largo del metraje, visibles, por ejemplo, en los planos aéreos de ese degradado núcleo chabolista en que vive Max, y su contraste con los de ese paraíso terrenal que es Elysium. La escena en la que las tres naves terrestres tratan de entrar sin autorización en el Edén de los ricos es brillante; luego, el despliegue se distingue cada vez menos del que podría haber en una película de Michael Bay, aunque funciona como espectáculo de acción futurista. La música, de Ryan Amon, hace el mismo viaje desde lo sugerente a lo rutinario en que se embarca toda la película.
El reparto se ve perjudicado por una cierta indefinición de los personajes: Matt Damon hace una correcta interpretación de un héroe con alma, pero a Jodie Foster, perfecta como ser cruel de pies a cabeza, se la desaprovecha de mala manera, siendo el desenlace de su personaje uno de los aspectos más discutibles de la película, y de los que más la perjudica. Sharlto Copley interpreta con estilo a un violento esbirro de los poderosos, aunque tampoco el perfil de su personaje es el más logrado posible. La interpretación de Alice Braga le deja a uno indiferente, algo que, unido al hecho de que su papel podría haber sido eliminado sin excesivos problemas, coloca a esta actriz en el furgón de cola del elenco. Diego Luna y Wagner Moura están algo mejor, en especial el segundo de ellos, pero me quedo con William Fitchner, frío y elegante malvado.
Elysium es un film-gaseosa, que empieza muy bien pero cuya fuerza se va
diluyendo hasta hacerlo pasar de muy notable a bastante correcto. Ya sabéis,
parias de la Tierra: la revolución será televisada, pero se quedará, como siempre, con las migajas.