HABRÁ MONSTRUOS. 2019. 6´. Color.
Dirección: Carlota Pereda; Guión: Carlota Pereda; Dirección de fotografía: Rita Noriega; Montaje: Verónica Callón; Dirección artística: María Gómez Lou; Producción: Carlota Pereda, David Moreno y Raquel Pedreira, para Almaina Producciones (España).
Intérpretes: Patricia Ponce de León (Joven intoxicada); Jorge Elorza, Álvaro Quintana, Alejandro Chaparro y José Gabriel Campos (La Manada); Laura Galán (Madre escritora).
Sinopsis: Una mujer ebria es asaltada por un grupo de jóvenes.
Habrá monstruos es el tercer cortometraje de Carlota Pereda, realizadora con una amplia experiencia en el mundo de la televisión que, además, abordó este trabajo con el Goya al mejor cortometraje de ficción bajo el brazo. Vista esta obra, he de decir que mis expectativas han quedado defraudadas.
Contar una historia en apenas seis minutos entraña bastante dificultad, y he de decir que a Pereda se le notan el oficio y la capacidad de síntesis, virtud imprescindible cuando se transita por estos terrenos. Otro tema es que la historia, por mucho que sea muy consecuente con los vientos ideológicos que corren, sea más bien pobre, y que su potencial simbólico se quede en anécdota. Que la película se inicie con la imagen de una joven vomitando en un banco, se supone que a causa de un consumo abusivo de alcohol, ya nos indica que el film no caminará por los senderos de la sutileza, cosa que no es mala en sí misma, aunque suele restar credibilidad al mensaje. Acto seguido, esa joven es abordada por cuatro indeseables (inequívocamente españoles, por supuesto: una simple sugerencia de lo contrario es tabú para la progresía), que, aprovechándose de su estado de embriaguez, la llevan hasta un portal, se entiende que con la intención de violarla. El desenlace de este cuento cruel, y por desgracia a veces real, es muy distinto del que cabría esperar (de un plumazo, lo realista se convierte en fantástico), y por fin descubrimos que todo es una historia dentro de otra historia, algo que me suena a truco sin demasiado sentido. Lo cierto es que la factura visual es más que correcta: de hecho, el importante abuso de los primeros planos se redime por la mejor elección de la directora, que es filmar el portal, y la escena que allí acaece, desde el banco, ya vacío, en el que empezó todo. Lástima que esa necesaria distancia no se aplique en el resto del metraje, ni desde luego en el discurso, que me atrevo a calificar de feminismo zafio. Las interpretaciones se ven lastradas por ese esquematismo en el perfil de los personajes, sin que uno vea a ningún actor capaz de aprovechar su breve aparición en pantalla para darle un plus de profundidad al conjunto. En definitiva, una obra de esas que demuestran que, de buenas intenciones, están los cementerios llenos.