ANON. 2018. 97´. Color.
Dirección: Andrew Niccol; Guión: Andrew Niccol; Dirección de fotografía: Amir Mokri; Montaje: Alex Rodríguez; Música: Christophe Beck; Diseño de producción: Philip Ivey; Dirección artística: Aleksandra Marinkovich; Producción: Andrew Niccol, Daniel Baur, Oda Schaefer y Oliver Simon, para K5 Film (EE.UU.-Canadá-Alemania).
Intérpretes: Clive Owen (Sal Frieland); Amanda Seyfried (Anon); Colm Feore (Charles Gattis); Sonya Walger (Kristen); Mark O´Brien (Cyrus Frear); Joe Pingue (Lester Hagen); Iddo Goldberg (Josef Kenik); Sebastian Piggott (Detective Vardy); Rachel Roberts (Alysa Egorian); Marco Grazzini, Conrad Coates, Mayko Nguyen, Sara Mitich, Damon Runyan, Charles Ebbs, Jordan Claire Robbins.
Sinopsis: En un futuro próximo, la policía puede identificar y controlar a todos los ciudadanos mediante inteligencia artificial. Un detective debe esclarecer unos asesinatos cometidos por alguien que ha logrado esquivar ese control.
En la carrera como director de Andrew Niccol, que para muchos se resume en un debut espectacular y un puñado de películas fallidas, uno empieza a apreciar, a falta de la perspectiva que proporciona revisar la obra completa, una constante: todos los films posteriores a Gattaca son mejores de lo que se ha dicho. En esa categoría incluyo su último estreno hasta la fecha, Anon, un thriller de ciencia-ficción que pasó desapercibido y que, intuyo, se revalorizará con el paso del tiempo y será redescubierto por nuevas audiencias.
Una vez más, el futuro imaginado por Niccol es tan pulcro como frío, tanto en lo relativo al diseño como en lo referente a las relaciones humanas. Sus ciudades son muy grises, da igual que las observemos enfatizando lo climatológico o lo urbanístico. Y la libertad individual es poco más que un recuerdo del pasado: todos nuestros actos son, o pueden ser, observados al instante por medio de diversos dispositivos tecnológicos, que permiten a las fuerzas del orden identificarnos de inmediato. Esto, que para unos es progreso y para otros, aberración (mi postura al respecto está más próxima a lo segundo) lo muestra Niccol del mismo modo aséptico del que no va a apartarse en toda la película, y que por otra parte es un sello identificativo de su visión de los días que vendrán. A él le interesan las grietas en un sistema en apariencia granítico, y una muy grande es la aparición de un asesino que, gracias a unos excepcionales conocimientos informáticos, ha conseguido el anonimato frente a quienes todo lo controlan. Ahí entra en acción el detective Sal Frieland, un personaje marcado por la tragedia personal que introduce un saludable elemento retro en la película: Frieland viste y se comporta como un detective del cine negro clásico, casi como si Sam Spade hubiese sido teletransportado al siglo XXI y hubiese adquirido en el proceso un punto de vulnerabilidad. Esta reliquia viviente será la punta de lanza de una investigación destinada a descubrir la identidad del criminal para así poder neutralizarlo, en la que, como es lógico, las cosas se irán complicando a medida que Frieland se aproxime a su objetivo.
Dije antes que Anon es un thriller de ciencia-ficción, y añado ahora que funciona de maravilla en lo segundo y algo menos en lo primero. Como fábula (no demasiado) futurista, la película es oscura, imaginativa e inteligente. Como intriga criminal, el film utiliza recursos más tópicos, e introduce un giro que considero innecesario y resta entidad al conjunto. Dado que las virtudes tienen mayor peso, incidiré en ellas: en un género invadido por la sobredosis de efectos especiales espectaculares, empleados las más de las veces para ocultar las carencias de la historia, Anon tiene ética y estética, y ambas armonizan de un modo natural. El director nos habla de deshumanización haciendo uso de una escenografía cuidadosamente deshumanizada, en la que los exteriores casi parecen rodados en blanco y negro. La sintonía entre Niccol y Amir Mokri, en la que es ya la tercera colaboración entre ambos, potencia la que existe entre forma y fondo, que se extiende a las escasas escenas de acción, rodadas sin concesiones al efectismo. Lo mismo sucede con la música, con Chrisophe Beck mostrando su faceta más pausada. Respecto al discurso, el director se posiciona a favor de la libertad individual, y de ese derecho a la intimidad que, me temo, en pocos años nos habremos fumado entero. En esa escurridiza hacker interpretada por Amanda Seyfried pone Niccol sus esperanzas de libertad, asumiendo, no obstante, que a nivel global esa batalla está perdida.
A la hora de analizar la labor del reparto, empezaré diciendo que soy fan de Clive Owen, un tipo duro que sabe actuar y que, por tanto, era el intérprete ideal para dar vida a ese detective a la antigua usanza, por presencia, por carisma y por calidad. Amanda Seyfried, una actriz que alterna sus apariciones en películas comerciales con papeles en producciones de mayor relevancia artística, vuelve a demostrar que está entre las mejores intérpretes de su generación. Entre los secundarios, brillan el siempre eficaz Colm Feore, el prolífico actor canadiense Joe Pingue y el inquietante Iddo Goldberg, intérprete que en mi opinión merece optar a conseguir papeles importantes en el futuro. En cambio, a Mark O´Brien, que es un actor talentoso, lo veo aquí a menor altura, quizá condicionado por el hecho de dar vida al personaje menos creíble de todos.
Repito: Anon es una notable película a la que el tiempo tratará bien. Es más. cuando la autonomía del individuo sea un recuerdo, por culpa del uso perverso de la tecnología y de las legiones de zotes que venden, o directamente regalan, su intimidad a cambio de esos likes que les inflan el ego, puede que se convierta en un film de referencia para quienes crean que la libertad individual y el derecho a la intimidad deben ser defendidos a ultranza… aunque tantos millones de personas ni siquiera los merezcan.